San Nicolás
de Tolentino
Año 1305
Obra santa y
piadosa es orar por los difuntos,
para que
descansen de sus penas (2 Macab.)
El nombre
Nicolás significa: "Victorioso con el pueblo" (Nico = victorioso.
Laos = pueblo).
El
sobrenombre Tolentino le vino de la ciudad italiana donde trabajó y murió.
Sus papás
después de muchos años de matrimonio no tenían hijos, y para conseguir del
cielo la gracia de que les llegara algún heredero, hicieron una peregrinación
al santuario de San Nicolás de Bari. Al año siguiente nació este niño y en
agradecimiento al santo que les había conseguido el regalo del cielo, le
pusieron por nombre Nicolás.
Ya desde muy
pequeño le gustaba alejarse del pueblo e irse a una cueva a orar. Cuando ya era
joven, un día entró a un templo y allí estaba predicado un famoso fraile
agustino, el Padre Reginaldo, el cual repetía aquellas palabras de San Juan:
"No amen demasiado el mundo ni las cosas del mundo. Todo lo que es del
mundo pasará". Estas palabras lo conmovieron y se propuso hacerse religioso.
Pidió ser admitido como agustino, y bajo la dirección del Padre Reginaldo hizo
su noviciado en esa comunidad.
Ya religioso
lo enviaron a hacer sus estudios de teología y en el seminario lo encargaron de
repartir limosna a los pobres en la puerta del convento. Y era tan exagerado en
repartir que fue acusado ante sus superiores. Pero antes de que le llegara la
orden de destitución de ese oficio, sucedió que impuso sus manos sobre la
cabeza de un niño que estaba gravemente enfermo diciéndole: "Dios te sanará",
y el niño quedó instantáneamente curado. Desde entonces los superiores
empezaron a pesar que sería de este joven religioso en el futuro.
Ordenado de
sacerdote en el año 1270, se hizo famoso porque colocó sus manos sobre la
cabeza de una mujer ciega y le dijo las mismas palabras que había dicho al
niño, y la mujer recobró la vista inmediatamente.
Fue a
visitar un convento de su comunidad y le pareció muy hermoso y muy confortable
y dispuso pedir que lo dejaran allí, pero al llegar a la capilla oyó una voz que
le decía: "A Tolentino, a Tolentino, allí perseverarás". Comunicó
esta noticia a sus superiores, y a esa ciudad lo mandaron.
Al llegar a
Tolentino se dio cuenta de que la ciudad estaba arruinada moralmente por una
especie de guerra civil entre dos partidos políticos, lo güelfos y los
gibelinos, que se odiaban a muerte. Y se propuso dedicarse a predicar como
recomienda San Pablo. Oportuna e inoportunamente". Y a los que no iban al
templo, les predicaba en las calles.
A Nicolás no
le interesaba nada aparecer como sabio ni como gran orador, ni atraerse los
aplausos de los oyentes. Lo que le interesaba era entusiasmarlos por Dios y
obtener que cesara las rivalidades y que reinara la paz. El Arzobispo San
Antonino, al oírlo exclamó: "Este sacerdote habla como quien trae mensajes
del cielo. Predica con dulzura y amabilidad, pero los oyentes estallan en
lágrimas al oírle. Sus palabras penetran en el corazón y parecen quedar
escritas en el cerebro del que escucha. Sus oyentes suspiran emocionados y se
arrepienten de su mala ida pasada".
Los que no
deseaban dejar su antigua vida de pecado hacían todo lo posible por no escuchar
a este predicador que les traía remordimientos de conciencia.
Uno de esos
señores se propuso irse a la puerta del templo con un grupo de sus amigos a
boicotearle con sus gritos y desórdenes un sermón al Padre Nicolás. Este siguió
predicando como si nada especial estuviera sucediendo. Y de un momento a otro
el jefe del desorden hizo una señal a sus seguidores y entró con ellos al
templo y empezó a rezar llorando, de rodillas, muy arrepentido. Dios le había
cambiado el corazón. La conversión de este antiguo escandaloso produjo una gran
impresión en la ciudad, y pronto ya San Nicolás empezó a tener que pasar horas
y horas en el confesionario, absolviendo a los que se arrepentían al escuchar
sus sermones.
Nuestro
santo recorría los barrios más pobres de la ciudad consolando a los afligidos,
llevando los sacramentos a los moribundos, tratando de convertir a los
pecadores, y llevando la paz a los hogares desunidos.
En las
indagatorias para su beatificación, una mujer declaró bajo juramento que su
esposo la golpeaba brutalmente, pero que desde que empezó a oír al Padre
Nicolás, cambió totalmente y nunca la volvió a tratar mal. Y otros testigos confirmaron
tres milagros obrados por el santo, el cual cuando conseguía una curación
maravillosa les decía: "No digan nada a nadie". "Den gracias a
Dios, y no a mí. Yo no soy más que un poco de tierra. Un pobre pecador".
Murió el 10
de septiembre de 1305, y cuarenta años después de su muerte fue encontrado su
cuerpo incorrupto. En esa ocasión le quitaron los brazos y de la herida salió
bastante sangre. De esos brazos, conservados en relicarios, ha salido
periódicamente mucha sangre. Esto ha hecho más popular a nuestro santo.
San Nicolás
de Tolentino vio en un sueño que un gran número de almas del purgatorio le
suplicaban que ofreciera oraciones y misas por ellas. Desde entonces se dedicó
a ofrecer muchas santas misas por el descanso de las benditas almas. Quizás a
nosotros nos quieran pedir también ese mismo favor las almas de los difuntos.
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