San Roberto Belarmino
Cardenal
Año 1621
San Roberto Belarmino: Pídele a Dios
que nos envíe sabios defensores
de la Iglesia, que nos ayuden a
librarnos de los ataques y errores
de los protestantes.
Roberto significa: "el que
brilla por su buena fama". (Ro: buena fama. Bert: brillar).
Belarmino quiere decir:
"guerrero bien armado". (Bel: guerrero. Armin: armado).
Este santo ha sido uno de los más
valientes defensores de la Iglesia Católica contra los errores de los
protestantes. Sus libros son tan sabios y llenos de argumentos convencedores,
que uno de los más famosos jefes protestantes exclamó al leer uno de ellos:
"Con escritores como éste, estamos perdidos. No hay cómo
responderle".
San Roberto nació en Monteluciano,
Toscana (Italia), en 1542. Su madre era hermana del Papa Marcelo II. Desde niño
dio muestras de poseer una inteligencia superior a la de sus compañeros y una
memoria prodigiosa. Recitaba de memoria muchas páginas en latín, del poeta
Virgilio, como si las estuviera leyendo. En las academias y discusiones
públicas dejaba admirados a todos los que lo escuchaban. El rector del colegio
de los jesuitas en Montepulciano dejó escrito: "Es el más inteligente de
todos nuestros alumnos. Da esperanza de grandes éxitos para el futuro".
Por ser sobrino de un Pontífice podía
esperar obtener muy altos puestos y a ello aspiraba, pero su santa madre lo fue
convenciendo de que el orgullo y la vanidad son defectos sumamente peligrosos y
cuenta él en sus memorias: "De pronto, cuando más deseoso estaba de
conseguir cargos honoríficos, me vino de repente a la memoria lo muy
rápidamente que se pasan los honores de este mundo y la cuenta que todos vamos
a tener que darle a Dios, y me propuse entrar de religioso, pero en una
comunidad donde no fuera posible ser elegido obispo ni cardenal. Y esa
comunidad era la de los padres jesuitas". Y así lo hizo. Fue recibido de
jesuita en Roma en 1560, y detalles de los misterios de Dios: él entraba a esa
comunidad para no ser elegido ni obispo ni cardenal (porque los reglamentos de
los jesuitas les prohibían aceptar esos cargos) y fue el único obispo y
cardenal de los Jesuitas en ese tiempo.
Uno de los peores sufrimientos de San
Roberto durante toda la vida fue su mala salud. En él se cumplía lo que deseaba
San Bernardo cuando decía: "Ojalá que los superiores tengan una salud muy
deficiente, para que logren comprender a los débiles y enfermos". Cada par
de meses tenían que enviar a Roberto a las montañas a descansar, porque sus
condiciones de salud eran muy defectuosas. Pero no por eso dejaba de estudiar y
de prepararse.
Ya de joven seminarista y profesor, y
luego como sacerdote, Roberto Belarmino atraía multitudes con sus conferencias,
por su pasmosa sabiduría y por la facilidad de palabra que tenía y sus
cualidades para convencer a los oyentes. Sus sermones fueron
extraordinariamente populares desde el primer día. Los oyentes decían que su
rostro brillaba mientras predicaba y que sus palabras parecían inspiradas desde
lo alto.
Belarmino era un verdadero ídolo para
sus numerosos oyentes. Un superior enviado desde Roma para que le oyera los
sermones que predicaba en Lovaina, escribía luego: "Nunca en mi vida había
oído hablar a un hombre tan extraordinariamente bien, como habla el padre
Roberto".
Era el predicador preferido por los
universitarios en Lovaina, París y Roma. Profesores y estudiantes se
apretujaban con horas de anticipación junto al sitio donde él iba a predicar.
Los templos se llenaban totalmente cuando se anunciaba que era el Padre
Belarmino el que iba a predicar. Hasta se subían a las columnas para lograr
verlo y escucharlo.
Al principio los sermones de Roberto
estaban llenos de frases de autores famosos, y de adornos literarios, para
aparecer como muy sabio y literato. Pero de pronto un día lo enviaron a hacer
un sermón, sin haberle anunciado con anticipación, y él sin tiempo para
prepararse ni leer, se propuso hacer esa predicación únicamente con frases de
la S. Biblia (la cual prácticamente se sabía de memoria) y el éxito fue
fulminante. Aquel día consiguió más conversiones con su sencillo sermoncito
bíblico, que las que había obtenido antes con todos sus sermones literarios. Desde
ese día cambió totalmente su modo de predicar: de ahora en adelante solamente
predicará con argumentos tomados de la S. Biblia, no buscando aparecer como
sabio, sino transformar a los oyentes. Y su éxito fue asombroso.
Después de haber sido profesor de la
Universidad de Lovaina y en varias ciudades más, fue llamado a Roma, para
enseñar allá y para ser rector del colegio mayor que los Padres Jesuitas tenían
en esa capital. Y el Sumo Pontífice le pidió que escribiera un pequeño
catecismo, para hacerlo aprender a la gente sencilla. Escribió entonces el
Catecismo Resumido, el cual ha sido traducido a 55 idiomas, y ha tenido 300
ediciones en 300 años (una por año) éxito únicamente superado por la S. Biblia
y por la Imitación de Cristo. Luego redactó el Catecismo Explicado, y pronto
este su nuevo catecismo estuvo en las manos de sacerdotes y catequistas en
todos los países del mundo. Durante su vida logró ver veinte ediciones seguidas
de sus preciosos catecismos.
Se llama controversia a una discusión
larga y repetida, en la cual cada contendor va presentando los argumentos que
tiene contra el otro y los argumentos que defienden lo que él dice.
Los protestantes (evangélicos,
luteranos, anglicanos, etc.) habían sacado una serie de libros contra los
católicos y estos no hallaban cómo defenderse. Entonces el Sumo Pontífice
encomendó a San Roberto que se encargara en Roma de preparar a los sacerdotes
para saber enfrentarse a los enemigos de la religión. El fundó una clase que se
llamaba "Las controversias", para enseñar a sus alumnos a discutir
con los adversarios. Y pronto publicó su primer tomo titulado así:
"Controversias". En ese libro con admirable sabiduría, pulverizaba lo
que decían los evangélicos y calvinistas. El éxito fue rotundo. Enseguida aparecieron
el segundo y tercer tomo, hasta el octavo, y los sacerdotes y catequistas de
todas las naciones encontraban en ellos los argumentos que necesitaban para
convencer a los protestantes de lo equivocados que están los que atacan nuestra
religión. San Francisco de Sales cuando iba a discutir con un protestante
llevaba siempre dos libros: La S. Biblia y un tomo de las Controversias de
Belarmino. En 30 años tuvieron 20 ediciones estos sus famosos libros. Un
librero de Londres exclamaba: "Este libro me sacó de pobre. Son tantos los
que he vendido, que ya se me arregló mi situación económica".
Los protestantes, admirados de
encontrar tanta sabiduría en esas publicaciones, decían que eso no lo había
escrito Belarmino solo, sino que era obra de un equipo de muchos sabios que le
ayudaban. Pero cada libro lo redactaba él únicamente, de su propio cerebro.
El Santo Padre, el Papa, lo nombró
obispo y cardenal y puso como razón para ello lo siguiente: "Este es el
sacerdote más sabio de la actualidad".
Belarmino se negaba a aceptar tan
alto cargo, diciendo que los reglamentos de la Compañía de Jesús prohiben
aceptar títulos elevados en la Iglesia. El Papa le respondió que él tenía poder
para dispensarlo de ese reglamento, y al fin le mandó, bajo pena de pecado
mortal, aceptar el cardenalato. Tuvo que aceptarlo, pero siguió viviendo tan
sencillamente y sin ostentación como lo había venido haciendo cuando era un
simple sacerdote.
Al llegar a las habitaciones de
Cardenal en el Vaticano, quitó las cortinas lujosas que había en las paredes y
las mandó repartir entre las gentes pobres, diciendo: "Las paredes no
sufren de frío".
Los superiores Jesuitas le
encomendaron que se encargara de la dirección espiritual de los jóvenes
seminaristas, y San Roberto tuvo la suerte de contar entre sus dirigidos, a San
Luis Gonzaga. Después cuando Belarmino se muera dejará como petición que lo entierren
junto a la tumba de San Luis, diciendo: "Es que fue mi discípulo".
En los últimos años pedía permiso al
Sumo Pontífice y se iba a pasar semanas y semanas al noviciado de los Jesuitas,
y allá se dedicaba a rezar y a obedecer tan humildemente como si fuera un
sencillo novicio.
En la elección del nuevo Sumo
Pontífice, el cardenal Belarmino tuvo 14 votos, la mitad de los votantes. Quizá
no le eligieron por ser Jesuita (pues estos padres tenían muchos enemigos). El
rezaba y fervorosamente a Dios para que lo librara de semejante cargo tan
difícil, y fue escuchado.
Poco antes de morir escribió en su
testamento que lo poco que tenía se repartiera entre los pobres (lo que dejó no
alcanzó sino para costear los gastos de su entierro). Que sus funerales fueran
de noche (para que no hubiera tanta gente) y se hicieran sin solemnidad. Pero a
pesar de que se le obedeció haciéndole los funerales de noche, el gentío fue
inmenso y todos estaban convencidos de que estaban asistiendo al entierro de un
santo.
Murió el 17 de septiembre de 1621. Su
canonización se demoró mucho porque había una escuela teológica contraria a él,
que no lo dejaba canonizar. Pero el Sumo Pontífice Pío XI lo declaró santo en
1930, y Doctor de la Iglesia en 1931.
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