San Juan
Bautista de la Salle
Educador
(año 1719)
Es el fundador de los Hermanos Cristianos
y nació en Francia en 1651.
Nació en Reims y murió en Rouen, las
dos ciudades que hizo famosas Santa Juana de Arco.
Su vida coincide casi exactamente con
los años del famoso rey Luis XIV.
Probablemente su existencia habría
pasado desapercibida si se hubiera contentado con vivir de acuerdo a su clase
social adinerada, sin preocuparse por hacer ninguna obra excepcional en favor
del pueblo necesitado. Pero la fuerza misteriosa de la gracia de Dios encontró
en él un instrumento dócil para renovar la pedagogía y fundar las primeras
escuelas profesionales y las más antiguas escuelas normales y fundar una
Comunidad religiosa que se ha mantenido en principalísimos puestos en la
educación en todo el mundo. Este santo fue un genio de la pedagogía, o arte de
educar.
Si San Juan Bautista de la Salle
viviera hoy aquí en la tierra abriría los ojos aterrado al ver que la educación
se ha secularizado, o sea se ha organizado como si Dios no existiera y sólo se
preocupa por hacer de los seres humanos unos animalitos muy buen amaestrados,
pero sin fe, sin mirar a la eternidad ni importarle nada la salvación del alma.
Porque para él, lo imprescindible, lo que constituía su obsesión, era obtener
la salvación del alma de los educandos y hacerlos crecer en la fe. Si no
hubiera sido por estos dos fines, él no habría emprendido ninguna obra
especial, porque esto era lo que en verdad le interesaba y le llamaba la
atención: hacer que los educandos amaran y obedecieran a Dios y consiguieran
llegar al reino eterno del cielo.
Juan Bautista había estudiado en el
famoso seminario de San Suplicio en París y allí recibió una formidable
formación que le sirvió para toda su vida. Fue ordenado sacerdote y por su
posición social y sus hermosas cualidades parecía destinado para altos cargos
eclesiásticos, cuando de pronto al morir su director espiritual lo dejó como
encargado de una obra para niños pobres que el santo sacerdote había fundado:
una escuela para niños y un orfelinato para niñas pobres, dirigido por unas
hermanitas llamadas de El Niño Jesús. Allí en esa obra lo esperaba la Divina
Providencia para encaminarlo hacia la gran obra que le tenía destinada: ser el
reformador de la educación.
La Salle le dio un viraje de 180 grados
a los antiguos métodos de educación. Antes se enseñaba a cada niño por aparte.
Ahora La Salle los reúne por grupos para darles clases (en la actualidad eso
parece tan natural, pero en aquel tiempo era una novedad). Antiguamente se
educaba con base en gritos y golpes. El padre Juan Bautista reemplazaba el
sistema del terror por el método del amor y de la convicción. Y los resultados
fueron maravillosos. La gente se quedaba admirada al ver cómo mejoraba
totalmente la juventud al ser educada con los métodos de nuestro santo.
No les enseñaba solamente cosas
teóricas y abstractas, sino sobre todo aquellos conocimientos prácticos que más
les iban a ser de utilidad en la vida diaria. Y todo con base en la religión y
la amabilidad.
La Salle empezó a reunir a sus
profesores para instruirlos en el arte de educar y para formarlos
fervorosamente en la vida religiosa. Y con los más entusiastas fundó la
Comunidad de Hermanos de las Escuelas Cristianas que hoy son unos 15,000 en más
de mil colegios en todo el mundo. Y siguen siendo una autoridad mundial en
pedagogía, en el arte de educar a la juventud. El éxito de los Hermanos
Cristianos fue inmenso desde el principio de su congregación, y ya en vida del
santo abrieron colegios en muchas ciudades y en varias naciones. Un 15 de
agosto los consagró San Juan Bautista a la Santísima Virgen y han permanecido
fervorosos propagadores de la devoción a la Madre de Dios.
Al principio algunos le fallaron
porque el santo era tan bondadoso que no podía imaginar mala voluntad en
ninguno de sus discípulos. Para él todo el mundo era bueno, y por mucho que lo
hubieran ofendido estaba siempre dispuesto a perdonar y a volver a recibir al
que había faltado. Y tuvo la prueba dolorosísima de ver que algunos lo
engañaron y se dejaron contagiar por el espíritu del mundo. Pero luego sus
asesores lo convencieron para que no aceptara a ciertos sujetos no confiables y
que expulsara a algunos que se habían vuelto indignos. Y el santo aceptando con
toda humildad y mansedumbre los buenos consejos recibidos procedió a purificar
muy a tiempo su congregación.
Siendo de familia muy rica, repartió
todos sus bienes entre los pobres y se dedicó a vivir como un verdadero pobre.
Los últimos años cuando renunció a ser Superior General de su Congregación,
pedía permiso al superior hasta para hacer los más pequeños gastos. Los viajes
aunque a veces muy largos, los hacía casi siempre a pie, y pidiendo limosna
para alimentarse por el camino, durmiendo en casitas pobrísimas, llenas de
plagas y de incomodidades.
Una vez pasó todos los tres meses del
crudísimo invierno, en una habitación sin calefacción y con ventanas llenas de
rendijas y con varios grados bajo cero. Esto le trajo un terrible reumatismo
que durante todo el resto de su vida le produjo tremendos dolores y las
anticuadas curaciones que le hicieron para ese mal lo torturaron todavía mucho
más.
En su juventud, por ser de familia
muy adinerada, había gozado de una alimentación refinada y muy sabrosa. Cuando
se dedicó a vivir la pobreza de una comunidad fervorosa y en la cual, los
alimentos eran rudos y desagradables, tenía que aguantar muchas horas sin comer,
para que su estómago fuera capaz de recibirle esos alimentos tan burdos.
Su sotana y su manto eran tan pobres
y descoloridos, que un pobre no se los hubiera aceptado como limosna.
Su humildad era tan grande que se
creía indigno de ser el superior de la comunidad. Estaba siempre dispuesto a
dejar su alto puesto y alguna vez que por calumnias dispuso la autoridad
superior quitarlo de ese cargo, él aceptó inmediatamente. Pero todos los
Hermanos firmaron un memorial anunciando que no aceptaban por el momento a
ningún otro como superior sino al Santo Fundador y tuvo que aceptar el seguir
con el superiorato.
No se cansaba de recomendar con sus
palabras y sus buenos ejemplos, a sus religiosos y amigos que la preocupación
número uno del educador debe ser siempre el tratar de que los educandos crezcan
en el amor a Dios y en la caridad hacia el prójimo, y que cada maestro debe
esforzarse con toda su alma por tratar de que los jovencitos conserven su
inocencia si no la han perdido o que recuperen su amistad con Dios por medio de
la conversión y de un inmenso horror al pecado y a todo lo que pueda hacer daño
a la santidad y a todo lo que se oponga a la eterna salvación.
Pasaba muchas horas en oración y les
insistía a sus religiosos que lo que más éxito consigue en la labor de un
educador es orar, dar buen ejemplo y tratar a todos como Cristo lo recomendó en
el evangelio: "haciendo a los demás todo el bien que deseamos que los
demás no hagan a nosotros".
San Juan Bautista de la Salle murió
el 7 de abril de 1619 a los 68 años. Fue declarado santo por el Sumo Pontífice
León XIII en el año 1900. El Papa Pío XII lo nombró Patrono de los Educadores
del mundo entero.
Santo educador: tú que recomendabas que recomendabas que se le concediera la máxima
importancia a la clase de religión, considerándola la más provechosa de todas
en todo colegio y escuela, pídele al buen Dios que la clase de religión vuelva
a estar en primerísimo lugar en nuestros centros de educación y no vaya a ser
reemplazada jamás por otras asignaturas menos importantes. Y ruégale a Dios que
nos envíe muchos y santos y muy fervorosos profesores de religión.
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