sábado, 31 de octubre de 2015

II DE ADVIENTO




SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

Juan el Precursor


« Pueblo de Sión: mira al Señor que viene a salvar a los pueblos. El Señor hará oír su voz gloriosa en la alegría de vuestro corazón. »
(Antífona de Entrada, Is, 30, 19.30)

« Señor todopoderoso, rico en misericordia, cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo, no permitas que lo impidan los afanes de este mundo; guíanos hasta él con sabiduría divina para que podamos participar plenamente del esplendor de su gloria. Por nuestro Señor . »  (Oración Colecta)



Comienzo de la Celebración
en torno a la Corona de Adviento

Guía: 
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Todos:
Amén.

Guía:
Ven Espíritu Santo,

Todos:
llena los corazones de tus fieles y enciende
en ellos el fuego de tu amor.

Guía:
Envía tu Espíritu creador.

Todos:
Y renovarás la faz de la tierra.

Guía:
¡Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo!, haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre del bien y gozar de sus consuelos. Por Jesucristo Nuestro Señor.

Todos:
Amén.

Bienvenida

Guía:
Una vez más nos reunimos, atentos al anuncio de la llegada de Dios nuestro Señor. Se acerca la gran fiesta de Navidad, la fiesta del Nacimiento de nuestro Señor Jesucristo en Belén y en cada uno de nuestros corazones. Preparémonos a recibir a nuestro salvador reuniéndonos en torno a esta corona.

(Se enciende la segunda vela)


Palabra de Dios

Guía:
Escuchemos la palabra de Dios.

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos
(Mc 1, 1-8)

Allanad los senderos del Señor

« Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. »

« Está escrito en el Profeta Isaías: ‘ Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: Preparadle el camino al señor, allanad sus senderos‘ . Juan bautizaba en el desierto: predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: ‘Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo‘.  »

Lector:
Palabra de Dios.

Todos:
«Credo».

Reflexión

Guía:
La venida de Cristo exige una continua conversión. El tiempo del Adviento, es una llamada a la conversión para preparar los caminos del Señor y acoger al Señor que viene. El Señor ya no quiere nacer en una cueva, el Señor quiere nacer, ahora, en cada uno de los corazones de los hombres.

Diálogo

(Después de unos momentos de silencio, el guía debe motivar que los participantes hagan comentarios sobre el texto bíblico. Para terminar este diálogo se invita a los presentes a hacer un compromiso.)


Compromiso

Guía:
Pongámonos en presencia de Dios y meditemos:

En el contacto con Dios, a través de la oración nos damos cuenta de lo que aún tenemos que cambiar. La conversión es un proceso de todos los días, y tiene sólo un límite: el ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto.

(Reflexión en silencio)
Despedida

Guía:
Señor, gracias por reunirnos una vez más en torno a esta corona. Ayúdanos a vivir intensamente este Adviento y prepararnos para recibirte. Por Cristo Nuestro Señor.

Todos:
Amén.

Guía:
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Todos:
Amén.

(Se puede continuar la celebración
con villancicos y juegos)

SANTA ADA




Santa Ada

En la biblia Ada era una de las esposas de Esau. Tambien se llamaba Ada la primera de las dos esposas de Lamec, quinto descendiente de Caín.

Santa Ada de Le Mans fue monja, abadesa, y virgen consagrada. Vivió en el siglo VII.

Era sobrina de San Engelberto quien fue asesinado por su propio primo. Ella y su familia eran muy devotos. Fue monja en Soissons, Francia, y posteriormente abadesa de San Julien de Prés, Le Mans, Francia.

Es la santa patrona de las mujeres religiosas y monjas en Francia.

SAN JUAN DAMASCENO




San Juan Damasceno
Obispo y Doctor de la Iglesia
Año 749

Se le llama "Damasceno", porque era de la ciudad de Damasco (en Siria).
Su fama se debe principalmente a que él fue el primero que escribió defendiendo la veneración de las imágenes.

Era hijo de un alto empleado del Califa de Damasco, y ejerció también el importante cargo de ministro de Hacienda en esa capital. Pero de pronto dejó todos sus bienes, los repartió entre los pobres y se fue de monje al monasterio de San Sabas, cerca de Jerusalén, y allí se dedicó por completo a leer y escribir.

Juan se dio cuenta de que Dios le había concedido una facilidad especial para escribir para el pueblo, y especialmente para resumir los escritos de otros autores y presentarlos de manera que la gente sencilla los pudiera entender.

Al principio sus compañeros del monasterio se escandalizaban de que Juan se dedicara a escurrir versos y libros, porque ese oficio no se había acostumbrado en aquella comunidad. Pero de pronto cambiaron de opinión y le dieron plena libertad de escribir (dice la tradición que este cambio se debió a que el superior del monasterio oyó en sueños que Nuestro Señor le mandaba dar plena libertad a Damasceno para que escribiera).

En aquel tiempo un emperador de Constantinopla, León el Isaúrico, dispuso prohibir el culto a las imágenes, metiéndose él en los asuntos de la Iglesia, cosa que no le pertenecía, y demostrando una gran ignorancia en religión, como se lo probó en carta famosa el Papa Gregorio II. Y fue entonces cuando le salió al combate con sus escritos San Juan Damasceno. Como nuestro santo vivía en territorios que no pertenecían al emperador (Siria era de los Califas mahometanos), podía escribir libremente sin peligro de ser encarcelado. Y así fue que empezó a propagar pequeños escritos a favor de las imágenes, y estos corrían de mano en mano por todo el imperio.

El iconoclasta León el Isaúrico, decía que los católicos adoran las imágenes (se llama iconoclasta al que destruye imágenes). San Juan Damasceno le respondió que nosotros no adoramos imágenes, sino que las veneramos, lo cual es totalmente distinto. Adorar es creer que una imagen en un Dios que puede hacernos milagros. Eso sí es pecado de idolatría. Pero venerar es rendirle culto a una imagen porque ella nos recuerda un personaje que amamos mucho, por ej. Jesucristo, la Sma. Virgen o un santo. Los católicos no adoramos imágenes (no creemos que ellas son dioses o que nos van a hacer milagros. Son sólo yeso o papel o madera, etc.) pero sí las veneramos, porque al verlas recordamos cuanto nos han amado Jesucristo o la Virgen o los santos. Lo que la S. Biblia prohibe es hacer imágenes para adorarlas, pero no prohibe venerarlas (porque entonces en ningún país podían hacerse imágenes de sus héroes y nadie podría conservar el retrato de sus padres).

San Juan Damasceno decía en sus escritos: "lo que es un libro para los que saben leer, es una imagen para los que no leen. Lo que se enseña con palabras al oído, lo enseña una imagen a los ojos. Las imágenes son el catecismo de los que no leen".

Dicen autores muy antiguos que el emperador León, por rabia contra San Juan Damasceno por lo bien que escribía en favor de las imágenes, mandó a traición que le cortaran la mano derecha, con la cual escribía. Pero el santo que era devotísimo de la Sma. Virgen, se encomendó a Ella con gran fe y la Madre de Dios le curó la mano cortada y con esa mano escribió luego sermones muy hermosos acerca de Nuestra Señora.

SAN FRANCISCO JAVIER




San Francisco Javier
Misionero
Año 1552

Francisco Javier: maravilloso misionero;
pídele a Dios que conceda un espíritu como el tuyo
a todos los misioneros del mundo.

Piensa en el final de tu vida y evitarás
 muchos pecados (S. Biblia Ecl. 7, 36).

El Papa Pío X nombró a San Francisco Javier como Patrono de todos los misioneros porque fue si duda uno de los misioneros más grandes que han existido. Ha sido llamado: "El gigante de la historia de las misiones". La oración del día de su fiesta dice así: "Señor, tú has querido que varias naciones llegaran al conocimiento de la verdadera religión por medio de la predicación de San Francisco Javier...". Esto es un gran elogio.
Empezó a ser misionero a los 35 años y murió de sólo 46. En once años recorrió la India (país inmenso), el Japón y varios países más. Su deseo de ir a Japón era tan grande que exclamaba: "si no consigo barco, iré nadando". Fue un verdadero héroe misional.

Francisco nació cerca de Pamplona (España) en el castillo de Javier, en el año 1506. Era de familia que había sido rica, pero que a causa de las guerras había venido a menos. Desde muy joven tenía grandes deseos de sobresalir y de triunfar en la vida, y era despierto y de excelentes cualidades para los estudios. Dios lo hará sobresalir pero en santidad.

Fue enviado a estudiar a la Universidad de París, y allá se encontró con San Ignacio de Loyola, el cual se le hizo muy amigo y empezó a repetirle la famosa frase de Jesucristo: "¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo?" Este pensamiento lo fue liberando de sus ambiciones mundanas y de sus deseos de orgullo y vanidad, y lo fue encaminando hacia la vida espiritual. Aquí se cumplió a la letra la frase del Libro del Eclesiástico: "Encontrar un buen amigo es como encontrarse un gran tesoro". La amistad con San Ignacio transformó por completo a Javier.

Francisco fue uno de los siete primeros religiosos con los cuales San Ignacio fundó la Compañía de Jesús o Comunidad de Padres Jesuitas. Ordenado Sacerdote colaboró con San Ignacio y sus compañeros en enseñar catecismo y predicar en Roma y otras ciudades.

El Sumo Pontífice pidió a San Ignacio que enviara algunos jesuitas a misionar en la India. Fueron destinados otros dos, pero la enfermedad les impidió marchar, y entonces el santo le pidió a Javier que se quisiera embarcar para tan remotas tierras. Él obedeció inmediatamente y emprendió el larguísimo viaje por el mar. En el barco aprovechó esas interminables semanas, para catequizar lo más posible a los marineros y viajeros. Con San Javier empezaron las misiones de los jesuitas.

Son impresionantes las distancias que Francisco Javier recorrió en la India, Indostán, Japón y otras naciones. A pie, solamente con el libro de oraciones, como único equipaje, enseñando, atendiendo enfermos, obrando curaciones admirables, bautizando gentes por centenares y millares, aprendiendo idiomas extraños, parecía no sentir cansancio. Por las noches, después de pasar todo el día evangelizando y atendiendo a cuanta persona le pedía su ayuda, llegaba junto al altar y de rodillas encomendaba a Dios la salvación de esas almas que le había encomendado. Si el sueño lo rendía, se acostaba un rato en el suelo junto al sagrario, y después de dormir unas horas, seguía su oración. De vez en cuando exclamaba: "Basta Señor: si me mandas tantos consuelos me vas a hacer morir de amor". Con razón su palabra tenía efectos fulminantes para convertir. Era que llegaba precedida de muchas oraciones y acompañada de costosos sacrificios. Algunas noches no era capaz de levantar su mano derecha. Tan cansada estaba de tanto bautizar a los que se habían convertido con sus predicaciones.

La gente lo consideraba un verdadero santo y le llevaban sus enfermos para que los bendijera. Cuando se conseguían curaciones milagrosas, él consideraba que esto se debía a otras causas y no a su santidad, o a su poder de intercesión,

Desde 1510 Goa era una ciudad portuguesa en la India. Y allá puso su centro de evangelización nuestro santo (en esa ciudad se conservan ahora sus restos). A los portugueses se les había olvidado que eran cristianos y lo único que les interesaba era enriquecerse y divertirse. Así que tuvo el misionero que dedicarse con todas sus fuerzas y su gran ascendiente a volver fervorosos otra vez a aquellos comerciantes sin conciencia y sin escrúpulos (él decía en una de sus cartas: "estoy aterrado de la variedad tan monstruosa de acciones que tienen estos hombres para poder robar").

Empezó a ganarse la buena voluntad de las gentes con su gran amabilidad (a uno de sus compañeros le escribía: "hágase amar y así logrará influir en ellos. Si emplea la amabilidad y el buen trato verá que consigue efectos admirables"). Estableció clases de catecismo para niños y adultos. Popularizó la costumbre de confesarse y comulgar. Enseñaba la religión por medio de hermosos cantos que los fieles repetían con verdadero gusto.

Por 13 veces consecutivas hizo larguísimos viajes por la nación enseñando la religión cristiana a esos paganos que nunca habían oído hablar de ella. Los de las clases altas (los brahamanes) no le hicieron caso, pero los de las clases populares se convertían por montones. En cada región dejaba catequistas para que siguieran instruyendo a la gente, y de vez en cuando les enviaba a algún jesuita para enfervorizarlos. Esas gentes nunca habían oído hablar de Jesucristo ni de sus maravillosas enseñanzas.

Francisco se esmeraba por asemejarse lo más posible a la vida pobre de las gentes que le escuchaban. Comía como ellos, simplemente arroz. En vez de bebidas finas sólo tomaba agua. Dormía en una pobre choza, en el suelo. Se ganaba la simpatía de los niños y a ellos les enseñaba las bellas historias de la S. Biblia, recomendándoles que cada uno las contara en su propia casa, y así el mensaje de nuestra religión llegaba a muchos sitios.

Visitó muchas islas y en cada una de ellas enseñó la religión cristiana. Sus viajes eran penosos y sumamente duros, pero escribía: "En medio de todas estas penalidades e incomodidades, siento una alegría tan grande y un gozo tan intenso que los consuelos recibidos no me dejan sentir el efecto de las duras condiciones materiales y de la guerra que me hacen los enemigos de la religión". Podría repetir la frase de San Pablo: "Sobreabundo en gozo en medio de mis tribulaciones".

Dispuso irse a misionar al Japón pero resultó que allá lo despreciaban porque vestía muy pobremente (y en cambio en la India lo veneraban por vestir como los pobres del pueblo). Entonces se dio cuenta de que en Japón era necesario vestir con cierta elegancia. Se vistió de embajador (y en realidad el rey de Portugal le había conferido el título de embajador) y así con toda la pompa y elegancia, acompañado de un buen grupo de servidores muy elegantes y con hermosos regalos se presentó ante el primer mandatario. Al verlo así, lo recibieron muy bien y le dieron permiso para evangelizar. Logró convertir bastantes japoneses, y se quedó maravillado de la buena voluntad de esas gentes.

Su gran anhelo era poder misionar y convertir a la gran nación china. Pero allá estaba prohibida la entrada a los blancos de Europa. Al fin consiguió que el capitán de un barco lo llevara a la isla desierta de San Cian, a 100 kilómetros de Hong – Kong, pero allí lo dejaron abandonado, y se enfermó y consumido por la fiebre, en un rancho tan maltrecho, que el viento entraba por todas partes, murió el tres de diciembre de 1552, pronunciando el nombre de Jesús. Tenía sólo 46 años. A su entierro no asistieron sino un catequista que lo asistía, un portugués y dos negros.

Cuando más tarde quisieron llevar sus restos a Goa, encontraron su cuerpo incorrupto (y así se conserva). Francisco Javier fue declarado santo por el Sumo Pontífice en 1622 (junto con Santa Teresa, San Ignacio, San Felipe y San Isidro).

SANTA VIVIANA




 Santa Bibiana es de las últimas víctimas de la persecución anticristiana de Julián el Apóstata (361-363). En una Passio Sanctae Bibianae, no anterior al siglo VII, se lee que el gobernador Aproniano, después de haber hecho asesinar a Fausto y a Dafrosa, seguro de poderse adueñar de su patrimonio, trató de obligar a la apostasía a las jóvenes hijas de los mártires. Encerradas en la cárcel, Demetria murió antes de la terrible prueba. Bibiana, impávida y resuelta, enfrentó al gobernador, que, para debilitar su resistencia la confió inútilmente a una alcahueta. Entonces ordenó que Bibiana fuera atada a una columna y flagelada.

Llena de llagas por todo el cuerpo, finalmente la joven mártir entregó su alma a Dios. Echaron su cuerpo a los perros, pero unos cristianos lo rescataron y le dieron sepultura junto a la tumba de sus padres y de la hermana, cerca de su casa, en donde pronto construyeron una capilla y más tarde la actual basílica, sobre el monte Esquilino. De esto da cuenta el biógrafo del Papa Simplicio (468-83), atribuyendo a este pontífice la construcción de la basílica en honor de la bienaventurada mártir Bibiana "juxta Licinianum ubi corpus eius requiescit".

CHARLES DE FOUCAULD




Carlos de Foucauld

Carlos de Foucauld (Estrasburgo, 15 de septiembre de 1858-Tamanrasset, 1 de diciembre de 1916), en francés Charles de Foucauld, fue en su madurez un místico contemplativo, referente contemporáneo de la llamada «espiritualidad del desierto». Su personalidad polifacética se manifestó en su carácter de militar en Argelia y de explorador y geógrafo en Marruecos, y más tarde en su búsqueda espiritual, en su itinerario trapense por Francia y el Imperio otomano, y en su sacerdocio en el Sahara argelino, donde transcurrieron los últimos quince años de su vida.
Descendiente de una familia aristocrática que portaba el título de «vizconde de Foucauld», Carlos quedó huérfano de padre y madre a los seis años y debió migrar con su abuelo al desatarse la guerra franco-prusiana. En 1876 ingresó en la Academia de Oficiales de Saint-Cyr donde llevó una vida militar disipada. Enviado como oficial en 1880 a Sétif, Argelia, fue despedido al año siguiente por «indisciplina, acompañada de notoria mala conducta», aunque más tarde fue reincorporado para participar en la guerra contra el jeque Bouamama. En 1882 se embarcó en la exploración de Marruecos haciéndose pasar por judío. La calidad de su trabajo de reconocimiento y registro de los territorios marroquíes le valió la medalla de oro de la Sociedad de Geografía de París y la adquisición de gran fama tras la publicación de su libro Reconnaissance au Maroc (1883-1884).
En 1886 se volvió una persona espiritualmente muy inquieta que reiteraba la oración: «Dios mío, si existes, haz que yo te conozca», mientras entraba y salía de la iglesia repetidamente. Su encuentro y confesión con el sacerdote Henri Huvelin el 30 de octubre de 1886 produjo un cambio decisivo en su vida. Para cuando la publicación de su libro Reconnaissance au Maroc (1883-1884) lo catapultaba a la fama como «descubridor de mundos», a Foucauld ya no le interesaba nada de eso. En noviembre de 1888 peregrinó a Tierra Santa tras las huellas de Jesús de Nazaret, lo que causó un fuerte impacto en él. Entró en la Trapa de Nuestra Señora de las Nieves en 1890 y pasó varios años en la Trapa de Cheikhlé en el Imperio otomano, donde puso por escrito muchas de las meditaciones que serían el corazón de su espiritualidad, incluyendo la reflexión que daría origen a la célebre Oración de abandono. Entre 1897 y 1900 vivió en Tierra Santa, donde su búsqueda de un ideal de pobreza, de sacrificio y de penitencia radical lo condujo cada vez más a llevar una vida eremítica. Ordenado sacerdote en Viviers el 9 de junio de 1901, decidió radicarse en Béni Abbès, en el Sahara argelino, donde combatió lo que él denominó la «monstruosidad de la esclavitud». Quiso establecer una nueva congregación, pero nadie se le unió. Vivió con los bereberes y desarrolló un estilo de ministerio basado en el ejemplo y no en el discurso. Para conocer mejor a los tuaregs, estudió su cultura durante más de doce años y publicó bajo un seudónimo el primer diccionario tuareg-francés. La obra científica de Foucauld como lexicógrafo es referencial para el conocimiento de la cultura tuareg.
El 1 de diciembre de 1916, Carlos de Foucauld fue asesinado por una banda de forajidos en la puerta de su ermita en el Sahara argelino. Pronto se estableció una verdadera devoción en torno a su figura: nuevas congregaciones religiosas, familias espirituales y una renovación del eremitismo y de la «espiritualidad del desierto» en pleno siglo XX se inspiraron en sus escritos y en su vida. El 13 de noviembre de 2005 fue proclamado beato durante el papado de Benedicto XVI. Las contribuciones de Foucauld alcanzan campos tan variados como la geografía y la geología, la geopolítica, la lexicografía, y el diálogo interreligioso, en tanto que su conversión, su búsqueda espiritual y su mística del desierto fueron su mayor legado al cristianismo contemporáneo.

viernes, 30 de octubre de 2015

SAN ANDRES APOSTOL




 San Andrés
Apóstol
Siglo I

« Dichoso tú, querido apóstol Andrés, que tuviste
la suerte de ser el primero de los apóstoles en encontrar a Jesús. Pídele a Él que nosotros le seamos totalmente fieles en todo, hasta la muerte. »

San Andrés (cuyo nombre significa "varonil") nació en Betsaida, población de Galilea, situada a orillas del lago Genesaret. Era hijo del pescador Jonás y hermano de Simón Pedro. La familia tenía una casa en Cafarnaum, y en ella se hospedaba Jesús cuando predicaba en esta ciudad.

Andrés tiene el honor de haber sido el primer discípulo que tuvo Jesús, junto con San Juan el evangelista. Los dos eran discípulos de Juan Bautista, y este al ver pasar a Jesús (cuando volvía el desierto después de su ayuno y sus tentaciones) exclamó: "He ahí el cordero de Dios". Andrés se emocionó al oír semejante elogio y se fue detrás de Jesús (junto con Juan Evangelista), Jesús se volvió y les dijo: "¿Qué buscan?". Ellos le dijeron: "Señor: ¿dónde vives?". Jesús les respondió: "Venga y verán". Y se fueron y pasaron con Él aquella tarde. Nuca jamás podría olvidar después Andrés el momento y la hora y el sitio donde estaban cuando Jesús les dijo: "Vengan y verán". Esa llamada cambió su vida para siempre.

Andrés se fue luego donde su hermano Simón y le dijo: "Hemos encontrado al Salvador del mundo" y lo llevó a donde Jesús. Así le consiguió a Cristo un formidable amigo, el gran San Pedro.

Al principio Andrés y Simón no iban con Jesús continuamente sino que acudían a escucharle siempre que podían, y luego regresaban a sus labores de pesca. Pero cuando el Salvador volvió a Galilea, encontró a Andrés y a Simón remendando sus redes y les dijo: "Vengan y me siguen", y ellos dejando a sus familias y a sus negocios y a sus redes, se fueron definitivamente con Jesús. Después de la pesca milagrosa, Cristo les dijo: "De ahora en adelante serán pescadores de almas".  

El día del milagro de la multiplicación de los panes, fue Andrés el que llevó a Jesús el muchacho que tenía los cinco panes. Andrés presenció la mayoría de los milagros que hizo Jesús y escuchó, uno por uno, sus maravillosos sermones. Vivió junto a Él por tres años.

En el día de Pentecostés, Andrés recibió junto con la Virgen María y los demás Apóstoles, al Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego, y en adelante se dedicó a predicar el evangelio con gran valentía y obrando milagros y prodigios.

Un escrito que data del siglo III, el "Fragmento de Muratori" dice: "Al apóstol San Juan le aconsejaban que escribiera el Cuarto Evangelio. Él dudaba, pero le consultó al apóstol San Andrés, el cual le dijo: ‘Debe escribirlo. Y que los hermanos revisen lo que escriba’".

Una tradición muy antigua cuenta que el apóstol Andrés fue crucificado en Patrás, capital de la provincia de Acaya, en Grecia. Que lo amarraron a una cruz en forma de X y que allí estuvo padeciendo durante tres días, los cuales aprovechó para predicar e instruir en la religión a todos los que se le acercaban. Dicen que cuando vio que le llevaban la cruz para martirizarlo, exclamó: "Yo te venero oh cruz santa que me recuerdas la cruz donde murió mi Divino Maestro. Mucho había deseado imitarlo a Él en este martirio. Dichosa hora en que tú al recibirme en tus brazos, me llevarán junto a mi Maestro en el cielo".

La tradición coloca su martirio en el 30 de noviembre del año 63, bajo el imperio cruel de Nerón.

I DE ADVIENTO




PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

El Señor viene

« Dios todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar
el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, acompañados por las buenas obras, para que, colocados un día a su derecha, merezcan poseer el reino eterno. Por nuestro Señor. »  (Oración Colecta)

Comienzo de la Celebración
en torno a la Corona de Adviento

Guía: 
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Todos:
Amén.

Guía:
Ven Espíritu Santo,

Todos:
llena los corazones de tus fieles y enciende
en ellos el fuego de tu amor.

Guía:
Envía tu Espíritu creador.

Todos:
Y renovarás la faz de la tierra.

Guía:
¡Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo!, haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre del bien y gozar de sus consuelos. Por Jesucristo Nuestro Señor.

Todos:
Amén.

Bienvenida y Bendición
de la Corona de Adviento

Guía:
Una vez más nos reunimos, atentos al anuncio de la llegada de Dios Nuestro Señor. Se acerca la gran fiesta de Navidad, la fiesta del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo en Belén y en nuestros corazones. Preparémonos a recibir a nuestro Salvador reuniéndonos en torno a esta corona.

Bendice Señor esta corona, que sea para nosotros medio para preparar nuestra alma para recibirte. Que al ver su forma veamos que tu Dios eterno eres el principio y fin de todo cuanto existe y su verde follaje nos recuerde la esperanza de llegar a recibirte.

(Se enciende la primera vela)

Que al ir encendiendo cada una de sus velas se disipen las tinieblas del pecado y comience a clarear la luz de tu presencia en nuestras almas. Que por el espíritu de oración, penitencia y sacrificio, la caridad en nuestra vida nos prepare para recibirte y anuncie a los que nos rodean tu presencia entre nosotros.

Palabra de Dios

Guía:
Escuchemos la palabra de Dios.

Lector:
Lectura del Santo Evangelio según San Marcos
(Mc 13, 33-37)

Estad alerta, ya que no sabéis cuándo será el tiempo

« En aquél tiempo dijo Jesús a sus discípulos: 'Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad! »

Lector: 
Palabra de Dios.

Todos: 
Gloria a Tí, Señor, Jesús.

Reflexión

Guía:
¡Qué tiempo tan apto el del Adviento para penetrar en la grandeza y trascendencia de la vocación cristiana, porque ella se desprende del misterio de la Encarnación! Dios en su decisión amorosa de salvar al hombre quiere hacerse uno de nosotros; más se entrega al servicio del hombre: siendo Dios se anonadó a sí mismo haciéndose siervo, y en todo, menos en el pecado, semejante al hombre, ante este ejemplo quién no se va a enamorar de Cristo, a entregarse a Él gastándose la vida en la dura pero sublime tarea de la Redención.

Diálogo

(Después de unos momentos de silencio el guía debe motivar que los participantes hagan comentarios sobre el texto bíblico. Para terminar este diálogo se invita a los presentes a hacer un compromiso.)



Compromiso

Guía:
Pongámonos en presencia de Dios y meditemos:

¿Cómo voy a prepararme para vivir este período de espera del Señor? ¿Tengo algún plan concreto para vivirlo en familia?

(Reflexión en silencio)


Despedida

Guía:
Señor, gracias por reunirnos una vez más en torno a esta corona. Ayúdanos a vivir intensamente este Adviento y prepararnos para recibirte. Por Cristo Nuestro Señor.

Todos:
Amén.

Guía:
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Todos:
Amén.

(Se puede continuar la celebración
con villancicos y juegos)

SANTA CATALINA LABOURE




Santa Catalina Labouré
Religiosa
 Año 1876

Oh María sin pecado concebida:
Ruega por nosotros que recurrimos a Ti.

Esta fue la santa que tuvo el honor de que la Sma. Virgen se le apareciera para recomendarle que hiciera la Medalla Milagrosa.
Nació en Francia, de una familia campesina, en 1806. Al quedar huérfana de madre a los 8 años le encomendó a la Sma. Virgen que le sirviera de madre, y la Madre de Dios le aceptó su petición.

Como su hermana mayor se fue de monja vicentina, Catalina tuvo que quedarse al frente de los trabajos de la cocina y del lavadero en la casa de su padre, y por esto no pudo aprender a leer ni a escribir.

A los 14 años pidió a su papá que le permitiera irse de religiosa a un convento pero él, que la necesitaba para atender los muchos oficios de la casa, no se lo permitió. Ella le pedía a Nuestro Señor que le concediera lo que tanto deseaba: ser religiosa. Y una noche vio en sueños a un anciano sacerdote que le decía: "Un día me ayudarás a cuidar a los enfermos". La imagen de ese sacerdote se le quedó grabada para siempre en la memoria.

Al fin, a los 24 años, logró que su padre la dejara ir a visitar a la hermana religiosa, y al llegar a la sala del convento vio allí el retrato de San Vicente de Paúl y se dió cuenta de que ese era el sacerdote que había visto en sueños y que la había invitado a ayudarle a cuidar enfermos. Desde ese día se propuso ser hermana vicentina, y tanto insistió que al fin fue aceptada en la comunidad.

Siendo Catalina una joven monjita, tuvo unas apariciones que la han hecho célebre en toda la Iglesia. En la primera, una noche estando en el dormitorio sintió que un hermoso niño la invitaba a ir a la capilla. Lo siguió hasta allá y él la llevó ante la imagen de la Virgen Santísima. Nuestra Señora le comunicó esa noche varias cosas futuras que iban a suceder en la Iglesia Católica y le recomendó que el mes de Mayo fuera celebrado con mayor fervor en honor de la Madre de Dios. Catalina creyó siempre que el niño que la había guiado era su ángel de la guarda.
Pero la aparición más famosa fue la del 27 de noviembre de 1830. Estando por la noche en la capilla, de pronto vio que la Sma. Virgen se le aparecía totalmente resplandeciente, derramando de sus manos hermosos rayos de luz hacia la tierra. Y le encomendó que hiciera una imagen de Nuestra Señora así como se le había aparecido y que mandara hacer una medalla que tuviera por un lado las iniciales de la Virgen MA, y una cruz, con esta frase "Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti". Y le prometió ayudas muy especiales para quienes lleven esta medalla y recen esa oración.

Catalina le contó a su confesor esta aparición, pero él no le creyó. Sin embargo el sacerdote empezó a darse cuenta de que esta monjita era sumamente santa, y se fue donde el Sr. Arzobispo a consultarle el caso. El Sr. Arzobispo le dio permiso para que hicieran las medallas, y entonces empezaron los milagros.

Las gentes empezaron a darse cuenta de que los que llevaban la medalla con devoción y rezaban la oración "Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti", conseguían favores formidables, y todo el mundo comenzó a pedir la medalla y a llevarla. Hasta el emperador de Francia la llevaba y sus altos empleados también.

En París había un masón muy alejado de la religión. La hija de este hombre obtuvo que él aceptara colocarse al cuello la Medalla de la Virgen Milagrosa, y al poco tiempo el masón pidió que lo visitara un sacerdote, renunció a sus errores masónicos y terminó sus días como creyente católico.
Catalina le preguntó a la Sma. Virgen por qué de los rayos luminosos que salen de sus manos, algunos quedan como cortados y no caen en la tierra. Ella le respondió: "Esos rayos que no caen a la tierra representan los muchos favores y gracias que yo quisiera conceder a las personas, pero se quedan sin ser concedidos porque las gentes no los piden". Y añadió: "Muchas gracias y ayudas celestiales no se obtienen porque no se piden".

Después de las apariciones de la Sma. Virgen, la joven Catalina vivió el resto de sus años como una cenicienta escondida y desconocida de todos. Muchísimas personas fueron informadas de las apariciones y mensajes que la Virgen Milagrosa hizo en 1830. Ya en 1836 se habían repartido más de 130,000 medallas. El Padre Aladel, confesor de la santa, publicó un librito narrando lo que la Virgen Santísima había venido a decir y prometer, pero sin revelar el nombre de la monjita que había recibido estos mensajes, porque ella le había hecho prometer que no diría a quién se le había aparecido. Y así mientras esta devoción se propagaba por todas partes, Catalina seguía en el convento barriendo, lavando, cuidando las gallinas y haciendo de enfermera, como la más humilde e ignorada de todas las hermanitas, y recibiendo frecuentemente maltratos y humillaciones.

En 1842 sucedió un caso que hizo mucho más popular la Medalla Milagrosa y sucedió de la siguiente manera: el rico judío Ratisbona, fue hospedado muy amablemente por una familia católica en Roma, la cual como único pago de sus muchas atenciones, le pidió que llevara por un tiempo al cuello la medalla de la Virgen Milagrosa. Él aceptó esto como un detalle de cariño hacia sus amigos, y se fue a visitar como turista el templo, y allí de pronto frente a un altar de Nuestra Señora vio que se le aparecía la Virgen Santísima y le sonreía. Con esto le bastó para convertirse al catolicismo y dedicar todo el resto de su vida a propagar la religión católica y la devoción a la Madre de Dios. Esta admirable conversión fue conocida y admirada en todo el mundo y contribuyó a que miles y miles de personas empezaran a llevar también la Medalla de Nuestra Señora (lo que consigue favores de Dios no es la medalla, que es un metal muerto, sino nuestra fe y la demostración de cariño que le hacemos a la Virgen Santa, llevando su sagrada imagen).

Desde 1830, fecha de las apariciones, hasta 1876, fecha de su muerte, Catalina estuvo en el convento sin que nadie se le ocurriera que ella era a la que se le había aparecido la Virgen María para recomendarle la Medalla Milagrosa. En los últimos años obtuvo que se pusiera una imagen de la Virgen Milagrosa en el sitio donde se le había aparecido (y al verla, aunque es una imagen hermosa, ella exclamó: "Oh, la Virgencita es muchísimo más hermosa que esta imagen").

Al fin, ocho meses antes de su muerte, fallecido ya su antiguo confesor, Catalina le contó a su nueva superiora todas las apariciones con todo detalle y se supo quién era la afortunada que había visto y oído a la Virgen. Por eso cuando ella murió, todo el pueblo se volcó a sus funerales (quien se humilla será enaltecido).
Poco tiempo después de la muerte de Catalina, fue llevado un niño de 11 años, inválido de nacimiento, y al acercarlo al sepulcro de la santa, quedó instantáneamente curado.

En 1947 el santo Padre Pío XII declaró santa a Catalina Labouré, y con esa declaración quedó también confirmado que lo que ella contó acerca de las apariciones de la Virgen sí era Verdad.

VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA




La Virgen de la Medalla Milagrosa

El 27 de noviembre de 1830 la Virgen Santísima se apareció a Santa Catalina Labouré, humilde religiosa vicentina, y se le apareció de esta manera: La Virgen venía vestida de blanco. Junto a Ella había un globo luciente sobre el cual estaba la cruz. Nuestra Señora abrió sus manos y de sus dedos fulgentes salieron rayos luminosos que descendieron hacia la tierra. María Santísima dijo entonces a Sor Catalina:
"Este globo que has visto es el mundo entero donde viven mis hijos. Estos rayos luminosos son las gracias y bendiciones que yo expando sobre todos aquellos que me invocan como Madre. Me siento tan contenta al poder ayudar a los hijos que me imploran protección. ¡Pero hay tantos que no me invocan jamás! Y muchos de estos rayos preciosos quedan perdidos, porque pocas veces me rezan".

Entonces alrededor de la cabeza de la Virgen se formó un círculo o una aureola con estas palabras: "Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti". Y una voz dijo a Catalina: "Hay que hacer una medalla semejante a esto que estas viendo. Todas las personas que la lleven, sentirán la protección de la Virgen", y apareció una M, sobre la M una cruz, y debajo los corazones de Jesús y María. Es lo que hoy está en la Medalla Milagrosa.

El Arzobispo de París permitió fabricar la medalla tal cual había aparecido en la visión, y al poco tiempo empezaron los milagros. (lo que consigue favores de Dios no es la medalla, que es un metal muerto, sino nuestra fe y la demostración de cariño que le hacemos a la Virgen Santa, llevando su sagrada imagen).

BEATO SANTIAGO ALBERIONE




 El P. Santiago Alberione, Fundador de la Familia Paulina, fue uno de los apóstoles más creativos del siglo XX. Nacido en San Lorenzo di Fossano (Cúneo, Italia) el 4 de abril de 1884, recibió el bautismo al día siguiente. La familia Alberione, compuesta por Michele y Teresa Allocco más seis hijos, pertenecía a la clase campesina, era profundamente cristiana y trabajadora.

El pequeño Santiago, cuarto de los hijos, experimenta pronto la llamada de Dios: el primer año de la escuela elemental, al preguntarle la maestra qué hará cuando sea mayor, respondió: “Quiero ser cura”. Los años de la niñez se orientan en esa dirección.

Trasladada la familia al pueblecito de Cherasco, parroquia de San Martín, diócesis de Alba, el párroco don Montersino ayuda al adolescente a tomar conciencia y a responder a la llamada. A los 16 años, Santiago es admitido en el seminario de Alba y enseguida se encuentra con quien le será padre, guía, amigo y consejero durante 46 años: el canónigo Francisco Chiesa.

Al término del Año Santo 1900, habiéndose sentido interpelado por la encíclica de León XIII “Tametsi futura”, Santiago vive la experiencia determinante de su vida. La noche del 31 de diciembre de 1900, puente entre los dos siglos, el joven seminarista reza cuatro horas seguidas ante el Smo. Sacramento y proyecta en la luz de Dios su futuro. Una “luz especial ” le vino de la Hostia, y desde aquel momento se siente “profundamente obligado a prepararse para hacer algo por el Señor y por los hombres del nuevo siglo”: “obligado a servir a la Iglesia” con los nuevos medios que el ingenio humano presentaba.

El itinerario del joven Alberione prosigue intensamente durante los años del estudio de la filosofía y la teología. El 29 de junio de 1907 es ordenado sacerdote. Sigue una breve pero decisiva experiencia pastoral en Narzole (Cúneo), como vicepárroco. Allí encuentra al jovencito José Giaccardo, que para él será lo que fue Timoteo para el apóstol Pablo. Y también allí, el P. Alberione madura la comprensión de lo que puede hacer la mujer implicada en el apostolado.

En el seminario de Alba desempeña el cargo de Padre espiritual de los seminaristas mayores y menores, y da clases de varias asignaturas. Se presta para la predicación, catequesis y conferencias en diversas parroquias de la diócesis. Dedica asimismo mucho tiempo al estudio sobre la situación de la sociedad civil y eclesial de su tiempo y sobre las nuevas necesidades que se entrevén.

Comprende que el Señor le guía a una misión nueva: predicar el Evangelio a todos los pueblos, en el espíritu del apóstol Pablo, utilizando los medios modernos de comunicación. Atestiguan tal orientación dos libros suyos: Apuntes de teología pastoral (1912) y La mujer asociada al celo sacerdotal (1911-1915).

Dicha misión, para tener carisma y continuidad, debe ser asumida por personas consagradas, pues “las obras de Dios se hacen con los hombres de Dios”. Y así, el 20 de agosto de 1914, mientras en Roma muere el papa Pío X, en Alba el P. Alberione da inicio a la “Familia Paulina” con la fundación de la Pía Sociedad de San Pablo. El comienzo es pobrísimo, de acuerdo con la pedagogía divina: “empezar siempre desde un pesebre”.

La familia humana —en la que el P. Alberione se inspira— está compuesta de hermanos y hermanas. La primera mujer que sigue al P. Alberione es una muchacha veinteañera de Castagnito (Cúneo): Teresa Merlo. Con su aporte, Alberione da comienzo a la congregación de las Hijas de San Pablo (1915). Lentamente la “Familia” se desarrolla, las vocaciones masculinas y femeninas aumentan, el apostolado se delinea y toma forma.

En diciembre de 1918 se produce una primera partida de “hijas” hacia Susa (Turín): empieza una intrépida historia de fe y de iniciativas, que engendra incluso un estilo característico, denominado “a la paulina”. Este camino parece interrumpirse en 1923, cuando el P. Alberione enferma gravemente y el diagnóstico de los médicos no deja esperanzas. Pero el Fundador reemprende milagrosamente el camino: “San Pablo me curó”, comentará después. Por entonces aparece en las capillas paulinas la frase que, en sueño o en revelación, el divino Maestro dirige al Fundador: “No temáis - Yo estoy con vosotros - Desde aquí quiero iluminar - Caminad en continua conversión”.

Al año siguiente viene a la vida la segunda congregación femenina: las Pías Discípulas del Divino Maestro, para el apostolado eucarístico, sacerdotal, litúrgico. A guiarlas en la nueva vocación, el P. Alberione llama a la joven Hna. Ma. Escolástica Rivata, que morirá a los noventa años en olor de santidad.

En el campo apostólico, el P. Alberione promueve la impresión de ediciones populares de los Libros Sagrados, y con las publicaciones periódicas se lanza a las formas más rápidas para hacer llegar el mensaje de Cristo a los lejanos. En 1912 ya había aparecido la revista Vida Pastoral destinada a los párrocos; El Domingo, hojita semanal para la animación de la liturgia dominical, sale en 1921; en 1931 nace Familia Cristiana, revista semanal con la finalidad de alimentar la vida cristiana de las familias. Seguirán: La Madre de Dios (1933), “para desvelar a las almas las bellezas y las grandezas de María”; Pastor bonus (1937), revista mensual en latín; Camino, Verdad y Vida (1952), revista mensual para dar a conocer y enseñar la doctrina cristiana; La Vida en Cristo y en la Iglesia (1952), con el fin de hacer “conocer los tesoros de la Liturgia, difundir cuanto sirve a la Liturgia, vivir la Liturgia según la Iglesia”. El P. Alberione piensa también en los muchachitos: para ellos empieza a publicar en 1924 Il Giornalino 1.

Se pone mano asimismo a la construcción del gran templo dedicado a san Pablo en Alba. Seguirán los otros dos a Jesús Maestro (en Alba y Roma) y el santuario a la Reina de los Apóstoles (Roma). Sobre todo se mira a salir de los confines locales y nacionales. En 1926 nace la primera Casa filial en Roma, seguida en los años sucesivos por muchas fundaciones en Italia y en otras naciones.

Entretanto crece el edificio espiritual: el Fundador inculca el espíritu de entrega mediante “devociones” de fuerte dinamismo apostólico: a Jesús Maestro y Pastor “Camino y Verdad y Vida”, a María Madre, Maestra y Reina de los Apóstoles; a san Pablo apóstol. Es precisamente la referencia al Apóstol lo que califica en la Iglesia a las nuevas instituciones como “Familia Paulina”. La meta ansiada por el Fundador como primer empeño, es la conformación plena con Cristo: acoger todo el Cristo Camino y Verdad y Vida en toda la persona, mente, voluntad, corazón, fuerzas físicas. Orientación codificada en el librito Donec formetur Christus in vobis (1932).

En octubre de 1938 el P. Alberione funda la tercera congregación femenina: las Hermanas de Jesús Buen Pastor o “Pastorcitas”, destinadas al apostolado pastoral directo en auxilio de los Pastores.

Durante el obligado paréntesis de la segunda guerra mundial (1940-1945), el Fundador no se detiene en su itinerario espiritual. Va acogiendo en medida creciente la luz de Dios en un clima de adoración y contemplación. De ello son testimonio los Cuadernillos espirituales, en los que anota las inspiraciones y los medios que adoptar para responder al proyecto de Dios. En esta atmósfera espiritual nacen las meditaciones que cada día dicta a los hijos e hijas, las directrices para el apostolado, la predicación de incontables retiros y cursos de ejercicios (recogidos en sendos opúsculos). El empeño del Fundador es siempre el mismo: hacer comprender a todos que “la primera preocupación en la Familia Paulina será la santidad de la vida, la segunda la santidad de la doctrina”. A la luz de esto hay que entender su Proyecto de una enciclopedia sobre Jesús Maestro (1959).

En 1954, recordando el 40 aniversario de fundación, el P. Alberione aceptó por primera vez que se escribiera de él en el volumen Mi protendo in avanti 2, y consintió en facilitar algunos apuntes suyos acerca de los orígenes de la fundación. Surgió así el librito Abundantes divitiæ gratiæ suæ, que se considera como la “historia carismática de la Familia Paulina”. Familia que fue completándose entre 1957 y 1960, con la fundación de la cuarta congregación femenina, el Instituto Regina Apostolorum para las vocaciones (Hermanas “Apostolinas”), y de los Institutos de vida secular consagrada: San Gabriel Arcángel, Virgen de la Anunciación, Jesús Sacerdote y Santa Familia. Diez instituciones (incluidos los Cooperadores Paulinos), unidos todos ellos por el mismo ideal de santidad y de apostolado: la reafirmación de Cristo “Camino, Verdad y Vida” en el mundo, mediante los instrumentos de la comunicación social.

A lo largo de los años 1962-1965, el P. Alberione es protagonista silencioso pero atento del Concilio Vaticano II, a cuyas sesiones participa diariamente. Entre tanto, no faltan tribulaciones y sufrimientos: la muerte prematura de sus primeros colaboradores, Timoteo Giaccardo y Tecla Merlo; la preocupación por las comunidades en países con dificultades y, personalmente, una martirizadora escoliosis, que le atormentaba noche y día.

Vivió 87 años. Cumplida la obra que Dios le había encargado, el 26 de noviembre de 1971 dejó la tierra para ocupar su sitio en la Casa del Padre. Sus últimas horas se vieron confortadas con la visita y la bendición del papa Pablo VI, que nunca ocultó su admiración y veneración por el P. Alberione. Es conmovedor el testimonio que dio de él en la audiencia concedida a la Familia Paulina el 28 de junio de 1969 (el Fundador tenía 85 años):

“Miradlo: humilde, silencioso, incansable, siempre alerta, siempre ensimismado en sus pensamientos, que van de la oración a la acción, siempre atento a escrutar los “signos de los tiempos”, es decir, las formas más geniales de llegar a las almas... Nuestro P. Alberione ha dado a la Iglesia nuevos instrumentos para expresarse, nuevos medios para vigorizar y ampliar su apostolado, nueva capacidad y nueva conciencia de la validez y de la posibilidad de su misión en el mundo moderno y con los medios modernos. Deje, querido P. Alberione, que el Papa goce de esta prolongada, fiel e incansable fatiga y de los frutos por ella producidos para gloria de Dios y bien de la Iglesia”.

El 25 de junio de 1996, el papa Juan Pablo II firmó el Decreto con el que se reconocen las virtudes heroicas del futuro Beato.

Fue beatificado por el Papa Juan Pablo II, el domingo 27 de abril de 2003, durante la Misa celebrada en la Plaza San Pedro con ocasión del segundo Domingo de Pascua, solemnidad de la Divina Misericordia.