Santa Bibiana es de las últimas víctimas de la
persecución anticristiana de Julián el Apóstata (361-363). En una Passio
Sanctae Bibianae, no anterior al siglo VII, se lee que el gobernador Aproniano,
después de haber hecho asesinar a Fausto y a Dafrosa, seguro de poderse adueñar
de su patrimonio, trató de obligar a la apostasía a las jóvenes hijas de los
mártires. Encerradas en la cárcel, Demetria murió antes de la terrible prueba.
Bibiana, impávida y resuelta, enfrentó al gobernador, que, para debilitar su
resistencia la confió inútilmente a una alcahueta. Entonces ordenó que Bibiana
fuera atada a una columna y flagelada.
Llena de llagas por todo el cuerpo,
finalmente la joven mártir entregó su alma a Dios. Echaron su cuerpo a los
perros, pero unos cristianos lo rescataron y le dieron sepultura junto a la
tumba de sus padres y de la hermana, cerca de su casa, en donde pronto
construyeron una capilla y más tarde la actual basílica, sobre el monte
Esquilino. De esto da cuenta el biógrafo del Papa Simplicio (468-83),
atribuyendo a este pontífice la construcción de la basílica en honor de la
bienaventurada mártir Bibiana "juxta Licinianum ubi corpus eius
requiescit".
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