miércoles, 30 de marzo de 2016

DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA



Domingo de la Divina Misericordia

La Fiesta de la Divina Misericordia se celebra el primer Domingo después del Domingo de Pascua   


Fuente: Catholic.net

La Fiesta de la Divina Misericordia se celebra el primer Domingo después del Domingo de Pascua.

Sor María Faustina, apóstol de la Divina Misericordia, forma parte del círculo de santos de la Iglesia más conocidos. A través de ella el Señor Jesús transmite al mundo el gran mensaje de la Divina Misericordia y presenta el modelo de la perfección cristiana basada sobre la confianza en Dios y la actitud de caridad hacia el prójimo.

Antecedentes

Una devoción especial se comenzó a esparcir por el mundo entero a partir del diario de una joven monja polaca en 1930. El mensaje no es nada nuevo, pero nos recuerda lo que la Iglesia siempre ha enseñado por medio de las Sagradas Escrituras y la tradición: que Dios es misericordioso y que perdona y que nosotros también debemos ser misericordiosos y debemos perdonar. Pero en la devoción a la Divina Misericordia este mensaje toma un enfoque poderoso que llama a las personas a un entendimiento más profundo sobre el Amor ilimitado de Dios y la disponibilidad de este Amor a todos – especialmente a los más pecadores. El mensaje y la devoción a Jesús como la Divina Misericordia esta basada en los escritos de la Santa María Faustina Kowalska, una monja polaca sin educación básica que, en obediencia a su director espiritual, escribió un diario de alrededor de 600 páginas que relatan las revelaciones que ella recibió sobre la Misericordia de Dios. Aún antes de su muerte en 1938 se comenzó a esparcir la devoción a la Divina Misericordia.

El mensaje de Misericordia es que Dios nos Ama – a todos- no importa cuan grande sean nuestras faltas. Él quiere que reconozcamos que Su Misericordia es más grande que nuestros pecados, para que nos acerquemos a Él con confianza, para que recibamos su Misericordia y la dejemos derramar sobre otros. De tal manera de que todos participemos de Su Gozo. Es un mensaje que podemos recordar tan fácilmente como un ABC.

A — Pide su Misericordia. Dios quiere que nos acerquemos a Él por medio de la oración constante, arrepentidos de nuestros pecados y pidiéndole que derrame Su Misericordia sobre nosotros y sobre el mundo entero
B — Sé misericordioso – Dios quiere que recibamos Su Misericordia y que por medio de nosotros se derrame sobre los demás
C — Confía completamente en Jesús – Dios nos deja saber que las gracias de su Misericordia dependen de nuestra confianza. Mientras más confiemos en Jesús, más recibiremos.

La Devoción a la Divina Misericordia

Tener devoción a la Divina Misericordia requiere de una total entrega a Dios como Misericordia. Es una decisión que comprende en confiar completamente en Él, en aceptar su Misericordia con acción de gracias y de ser misericordioso como Él es Misericordioso.

Las prácticas devocionales propuestas en el diario de la Santa Faustina están en completo acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia y su raíz están firmemente en los Mensajes de los Evangelios de nuestro Señor Misericordioso. Estos propiamente comprendidos e implementados nos ayudan a crecer como genuinos seguidores de Cristo.

Corazón Misericordioso

Existen dos versos de las Escrituras que debemos tener en cuenta mientras nos involucramos en estas prácticas devocionales.

1. "Ese pueblo se me ha allegado con su boca, y me han honrado con sus labios mientras que si corazón está lejos de mí." (Is 29:13);

2. Bienaventurados los misericordiosos por que ellos alcanzarán misericordia " (Mt 5:7). Es irónico y hasta espantoso el hecho de que la mayoría de las personas religiosas de los tiempos de Cristo (personas que eran practicantes de su religión y que ansiosamente esperaban la venida del Mesías) no fueron capaces de reconocerlo cuando Él vino.

Los fariseos, a los que Cristo les hablaba en la primera cita del evangelio mencionada anteriormente, eran muy devotos a las oraciones, reglas y rituales de su religión, pero al pasar de los años, estas prácticas externas eran tan importantes por ellas mismas que su verdadero significado se había perdido. Los fariseos efectuaban todos los sacrificios requeridos, decían las oraciones correctas, ayunaban con frecuencia y hablaban constantemente sobre Dios, pero nada de esto había tocado sus corazones. Como resultado no tenían ninguna relación con Dios, ellos no estaban viviendo de la forma que Él quería y no estaban preparados para la venida de Cristo.

Cuando miramos a la imagen de nuestro Salvador Misericordioso, o dejamos lo que estamos haciendo a las tres de la tarde, o rezamos la coronilla de la Divina Misericordia – son estas cosas que nos están llevando más cerca a la verdadera vida sacramental de la Iglesia y dejamos que Cristo transforma nuestros corazones? ¿O solo se han convertido en hábitos religiosos? ¿En nuestras vidas diarias estamos convirtiéndonos más y más en personas de Misericordia? ¿O sólo estamos honrando la Misericordia de Dios con los labios? Viviendo el mensaje de la Misericordia Las prácticas devocionales reveladas a la Santa Faustina nos fueron dadas como "instrumentos de misericordia" por medio de los cuales el amor de Dios es derramado sobre todo el mundo, pero no son suficientes por sí solas. No es suficiente que nosotros colguemos la imagen de la Divina Misericordia en nuestros hogares, que recemos la Coronilla todos los días a las 3 de la tarde, y recibamos la Comunión el domingo después de la pascua. Nosotros debemos mostrarnos misericordiosos con nuestro prójimo. ¡Poner la Misericordia en acción no es una opción de la devoción a la Divina Misericordia sino un requisito!

Nuestro Señor le habla estrictamente de esto a Santa Faustina:

Exijo de ti obras de Misericordia que deben surgir del amor hacia Mí. Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte. (Diario 742).

Así como lo mandan los evangelios "Sean Misericordiosos así como su Padre en el Cielo es Misericordioso, " piden que seamos misericordiosos con nuestro prójimo "siempre y en todo lugar" parece imposible de cumplir pero el Señor asegura que es posible. " Cuando un alma se acerca a Mí con confianza, la colmo con tal abundancia de gracias que ella no puede contenerlas en sí misma, sino que las irradia sobre otras almas. " (Diario 1074)

¿Cómo irradiamos la Misericordia de Dios a nuestro prójimo?

Por medio de nuestras acciones, palabras y oraciones. "En estas tres formas" Él le dice a Sor Faustina " está contenida la plenitud de la misericordia" (Diario 742) Todos hemos sido llamados a practicar estas tres formas de misericordia, pero no todos somos llamados de la misma manera. Tenemos que preguntarle al Señor, quien comprende nuestras personalidades individuales y nuestra situación, que nos ayude a reconocer las diversas formas con que podemos poner en práctica Su Misericordia en nuestras vidas diarias.

Pidiendo la Misericordia de nuestro Señor, confiando en su Misericordia, y viviendo como personas misericordiosas nos podemos asegurar que nunca escucharemos decir "Sus corazones están lejos de mí" sino más bien la hermosa promesa de " Bienaventurados los misericordiosos, ya que ellos obtendrán Misericordia".
Fuente: ewtn.com

Requisitos para celebrar la fiesta:

Para celebrar esta Fiesta, deberíamos de comenzar una Novena a la Divina Misericordia, la Novena incluye intenciones especiales para cada día y concluye con la recitación de la coronilla de la Divina Misericordia.
Celebración de la fiesta el primer domingo después del Domingo de Pascua,
Venir al Señor con un corazón humilde y contrito, arrepentirse de todo pecado.
Confiar firmemente en la Divina Misericordia del Señor.
Confesarse (con un sacerdote) en ese día si es posible, de otra manera siete días antes o después según aprobación de la Iglesia.
Recibir la Sagrada Eucaristía el día de la Fiesta..
Venerar la imagen de la Divina Misericordia.
Ser misericordioso como Dios es misericordioso, practicar obras de misericordia, físicamente ayudando a otros o espiritualmente con oraciones de intercesión.

Palabras del Santo Padre Francisco

"La misericordia cambia el mundo, hace al mundo menos frío y más justo. El rostro de Dios es el rostro de la misericordia, que siempre tiene paciencia. [...] Dios nunca se cansa de perdonarnos. El problema es que nosotros nos cansamos de pedirle perdón. ¡No nos cansemos nunca! Él es el padre amoroso que siempre perdona, que tiene misericordia con todos nosotros"

Palabras del Santo Padre Juan Pablo II

"Yo le doy gracias a la Divina Providencia porque he podido contribuir personalmente al
cumplimiento de la Voluntad de Cristo, a través de la institución de la Fiesta de la Divina Misericordia. Yo rezo incesantemente para que Dios tenga misericordia de nosotros y del mundo entero."

Santo Padre Juan Pablo II ( 7/6/97 )
Santuario de la Divina Misericordia, Cracow, Polonia.


Palabras del Cardenal Macharski, Arzobispo de Cracow

En su carta pastoral de la Cuaresma en 1985, el Cardenal Macharski señala que toda la Cuaresma debería de ser una preparación para la celebración del Misterio Pascual: Cristo crucificado y resucitado, quien es la misericordia encarnada. Este gran misterio de nuestra redención, el cual el Cardenal llama: "un acto del amor misericordioso de Dios," es celebrado no solamente durante la Semana Santa y en el Domingo de Pascua, pero a través de la temporada de la Cuaresma, y especialmente en la Día Octavo de Pascua, que Nuestro Señor le pidió a la Hermana Faustina para que se designase como la Fiesta de la Divina Misericordia.

El Cardenal Macharski nos urge a usar la Cuaresma para prepararnos para esta gran fiesta, poniendo mas y mas confianza en la misericordia de Dios y poniendo la misericordia a la práctica a través de obras de misericordia.

El también enfatiza la importancia de recibir el Sacramento de la Reconciliación durante la Cuaresma y pide que hagamos nuestra confesión antes del Domingo de la Misericordia, aun antes de la Semana Santa.

Para aquellos que sienten que tienen que ir a la confesión el Domingo de la misericordia, seria muy bueno que siguiesen no solo este llamado del Cardenal Macharski, sino también el ejemplo de la Beata Faustina, quien hizo su confesión el Domingo antes de la Fiesta de la Misericordia. (Diario, 1072).

Las entradas del diario al referirse a las palabras de Nuestro Señor con respecto a la confesión no dicen explícitamente que la confesión debe de recibirse ese mismo día, pero que la Sagrada Comunión tiene que recibirse en ese día. (Diario, 300, 699, 1109).

Domingo de la Divina Misericordia en el Vaticano

El Cardenal Angelini Fiorenzo celebró la Fiesta de la Divina Misericordia el Domingo 11 de Abril de 1999 por primera vez en la Basílica de San Pedro en Roma. Una gran multitud de devotos de la Divina Misericordia acudieron a las ceremonias.

Divina Misericordia en todo el mundo

Muchas Diócesis y parroquias celebran el Domingo de la Divina Misericordia de diferentes maneras. Algunas tienen una misa durante la hora de las tres de la tarde, "hora de la Misericordia"; otras tienen una Santa Hora de Adoración Eucarística, la cual generalmente incluye la recitación de la coronilla de la Divina Misericordia.

La bendición de la imagen de Nuestro Señor Misericordioso y su veneración son con normalmente incluidas como parte de la la Misa o de la Hora Santa.

Informen a su sacerdote de esta fiesta tan importante y compartan con el la devoción de la Divina Misericordia.

Celebración personal de la Divina Misericordia

Si tú no puedes atender una celebración organizada, hay muchas formas de celebrar personalmente, tal como rezar la Coronilla de la Divina Misericordia, leer las Sagradas Escrituras o leer selecciones del Diario de la Beata Hermana Faustina (Divina Misericordia en mi alma), especialmente textos referentes a la Fiesta. Algunos encuentran que es gran ayuda escuchar cassettes de enseñanzas e himnos sobre la Divina Misericordia. Otros miran vídeos sobre el mensaje de la Divina Misericordia y la vida de la Hermana Faustina. Ademas de esto deberíamos encontrar oportunidades para actos personales de misericordia.

Propagación la Devoción a la Divina Misericordia

Jesús le dijo a la Hermana Faustina: " Haz lo que esté en tu poder para propagar la Devoción a mi
Misericordia y yo supliré cualquier cosa que te falte."

Propaguemos esta devoción a través de folletos, diciéndole a otros acerca de ella, diciéndole al sacerdote local que celebre el Domingo de Misericordia en la parroquia, y por encima de todo siendo misericordioso con los demás para honrar la Misericordia de Dios.



domingo, 27 de marzo de 2016

DOMINGO 2º DE PASCUA



Domingo II de Pascua. Octava de Pascua


Hch 5, 12-16
Sl 117
Ap 1, 9-11.12-13.17-19
Jn 20, 19-31

Oración colecta

"Dios de misericordia infinita, que reanimas la fe de tu pueblo con el retorno anual de las fiestas pascuales, acrecienta en nosotros los dones de tu gracia, para que comprendamos mejor la inestimable riqueza del bautismo que nos ha purificado, del espíritu que nos ha hecho renacer y de la sangre que nos ha redimido. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén."

La Resurrección del Señor nos trajo una vida nueva, por la que él vive en nosotros por su Espíritu. Hay un llamado claro a creer, a abrir de par en par la puerta del corazón para que el inmenso don de la Reconciliación traída por Cristo, entre en la vida de cada uno de nosotros.

Cristo Resucitado, está con nosotros. Acompaña, con su poder, la marcha de la historia. El Señor Jesús está presente en la comunidad de los creyentes, en la Palabra de Dios, en el servicio fraternal, en el misterio y en la Eucaristía. Con fe, esperanza y caridad, vivamos la vida nueva que nos trae el Señor Jesús Resucitado.

De los Sermones de San Agust ín, obispo

La nueva creatura en Cristo

Me dirijo a vosotros, recién nacidos por el bautismo, párvulos en Cristo, nueva prole de la Iglesia, complacencia del Padre, fecundidad de la Madre, germen puro, grupo recién agregado, motivo el más preciado de nuestro honor y fruto de nuestro trabajo, mi gozo y mi corona, todos los que perseveráis firmes en el Señor."'

Os hablo con palabras del Apóstol: Revestíos de Jesucristo, el Señor, y no os entreguéis a satisfacer las pasiones de esta vida mortal, para que os revistáis de la vida que habéis revestido en el sacramento. Todos los que habéis sido bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judío y gentil, ni entre libre y esclavo, ni entre hombre y mujer- todos sois uno en Cristo Jesús.

Ésta es precisamente la eficacia del sacramento: se trata en efecto, del sacramento de la vida nueva, la cual empieza en el tiempo presente por el perdón de todos los pecados pasados, y llegará a su plenitud en la resurrección de los muertos. Por nuestro bautismo fuimos sepultados con él, para participar de su muerte; para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos, así también nosotros vivamos una vida nueva. Ahora camináis en la fe, mientras vivís desterrados en este cuerpo mor-tal, lejos del Señor; pero el mismo Jesucristo, al dignarse asumir por nosotros la condición humana, se ha convertido para vosotros en el camino seguro hacia él, al cual os dirigís. Es grande, en efecto, la bondad que tiene reservada para sus fieles, y que descubrirá y completará para los que se acogen a él, cuando llegue el momento de la posesión efectiva de aquello que ahora hemos recibido sólo en esperanza.

Hoy hace ocho días de vuestro nacimiento espiritual; hoy recibís el complemento del sello de la fe, lo cual, en los padres antiguos, se realizaba por la circuncisión de la carne, al octavo día del nacimiento carnal.

Pues el mismo Señor, al despojarse de la mortalidad de la carne por su resurrección y al hacer resurgir un cuerpo no distinto del de antes, pero sí libre para siempre de la muerte, señaló con su resurrección el día del domingo, que es el tercero después de la pasión, es el octavo después del sábado, según la numeración de días, pero que es al mismo tiempo el primero.

Por esto también vosotros, si habéis sido resucitado con Cristo aunque todavía no de hecho, pero sí ya con esperanza cierta, porque habéis recibido el sacramento de ello y las arras del Espíritu, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. Poned vuestro corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Porque habéis muerto y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios; cuando se manifieste Cristo, que es vuestra vida, os manifestaréis también vosotros con él, revestídos de gloria.


Tomado de serviciocatolico.com

SÁBADO DE LA OCTAVA DE PASCUA



Sábado de la Octava de Pascua

Hch 4, 13-21
Sl 117
Mc 16, 9-15

Oración colecta

"Oh Dios, que con la abundancia de tu gracia no cesas de aumentar el número de tus hijos, mira con amor a los que has elegido como miembros de tu Iglesia, para que, quienes han nacido por el bautismo, obtengan también la resurrección gloriosa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén."

Dios, que con la abundancia de su gracia no cesa de aumentar el número de sus hijos, mira con amor a los que ha elegido como miembros de su Iglesia, para que, renacidos por el bautismo, obtengamos también la resurrección gloriosa.

El Señor Jesús Resucitado una vez más aparece a sus apóstoles, corrigiendo su incredulidad, y exhortándolos a salir por todo el mundo y anunciar su Evangelio a todas las personas.

De las Catequesis de Jerusalén

El pan celestial y la bebida de salvación

Jesús, el Señor, en la noche en que iba a ser entregado, tomó a pan y, después de pronunciar la Acción de Gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, y dijo: «Tomad y comed, esto es mi cuerpo.» Y tomando el cáliz, después de pronunciar la Acción de Gracias, dijo: «Tomad y bebed, ésta es mi sangre. » Por tanto, si él mismo afirmó del pan: Esto es mi cuerpo, ¿quién se atreverá a dudar en adelante? Y si él mismo afirmó: Esta es mi sangre, ¿quién podrá nunca dudar y decir que no es su sangre?

Por esto hemos de recibirlos con la firme convicción de que son el cuerpo y sangre de Cristo. Se te da el cuerpo del Señor bajo el signo de pan, y su sangre bajo el signo de vino; de modo que al recibir el cuerpo y la sangre de Cristo te haces concorpóreo y consanguíneo suyo. Así, pues, nos hacemos portadores de Cristo, al distribuirse por nuestros miembros su cuerpo y sangre.

Así, como dice San Pedro, nos hacemos participantes de la naturaleza divina.

En otro tiempo, Cristo, disputando con los judíos, decía: Si no coméis mi carne y no bebéis mi sangre, no tendréis vida en vosotros. Pero, como ellos entendieron estas palabras en un sentido material, se hicieron atrás escandalizados, pensando que los exhortaba a comer su carne.

En la antigua alianza había los panes de la proposición; pero, como eran algo exclusivo del antiguo Testamento, ahora ya no existen. Pero en el nuevo Testamento hay un pan celestial y una bebida de salvación, que santifican el alma y el cuerpo. Pues, del mismo modo que el pan es apropiado al cuerpo, así también la Palabra encarnada concuerda con la naturaleza del alma.

Por lo cual, el pan y el vino eucarísticos no han de ser considerados como meros y comunes elementos materiales, ya que son el cuerpo y la sangre de Cristo, como afirma el Señor; pues, aunque los sentidos nos sugieren lo primero, hemos de aceptar con firme convencimiento lo que nos enseña la fe.

Adoctrinados e imbuidos de esta fe certísima, debemos creer que aquello que parece pan no es pan, aunque su sabor sea de pan, sino el cuerpo de Cristo; y que lo que parece vino no es vino, aunque así le parezca a nuestro paladar, sino la sangre de Cristo; respecto a lo cual hallamos la antigua afirmación del salmo: El pan da fuerzas al corazón del hombre y el aceite da brillo a su rostro. Da, pues, fuerzas a tu corazón, comiendo aquel pan espiritual, y da brillo así al rostro de tu alma.

Ojalá que con el rostro descubierto y con la conciencia limpia, contemplando la gloria del Señor como en un espejo, vayamos de gloria en gloria, en Cristo Jesús nuestro Señor, a quien sea el honor, el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.


Tomado de serviciocatolico.com

VIERNES DE LA OCTAVA DE PASCUA



Viernes de la Octava de Pascua

Hch 4, 1-12
Sl 117
Jn 21, 1-14

Oración colecta

"Dios todopoderoso y eterno, que por el misterio pascual has restaurado tu alianza con los hombres, concédenos realizar en la vida cuanto celebramos en la fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén."

Por el Misterio pascual, Dios ha restaurado su alianza con los hombres. Pidámosle que nos conceda realizar en nuestras vidas todo lo que celebramos en la Fe.

Hoy, que el Señor nos invita a crecer en nuestra fe, y a echar las redes para pescar.  En el pasaje de la pesca milagrosa, las palabras del Señor Jesús resuenan en las fibras más profundas del corazón de los Apóstoles, disipando toda preocupación y temor existente en sus corazones, y  permaneciendo con ellos en un fraternal compartir.

De las Catequesis de Jerusal én

La unción del Espíritu Santo

Bautizados en Cristo y habiéndoos revestido de Cristo, habéis adquirido una condición semejante a la del Hijo de Dios. Pues Dios, que nos predestinó a la adopción de hijos suyos, nos hizo conformes al cuerpo glorioso de Cristo. Por esto, hechos partícipes de Cristo (que significa Ungido), no sin razón sois llamados ungidos; y refiriéndose a vosotros dijo el Señor: No toquéis a mis ungidos.

Fuisteis hechos cristos (o ungidos) cuando recibisteis el signo del Espíritu Santo, todo se realizó en vosotros en imagen, ya que sois imagen de Cristo. Él, en efecto, al ser bautizado en el río Jordán, salió del agua, después de haberle comunicado a ella el efluvio fragante de su divinidad, y entonces bajó sobre él el Espíritu Santo en persona, y se posó sobre él como sobre su semejante.

De manera similar vosotros, después que subisteis de la piscina bautismal, recibisteis el crisma, símbolo del Espíritu Santo con que fue ungido Cristo. Respecto a lo cual, Isaías, en una profecía relativa a sí mismo, pero en cuanto que representaba al Señor, dice: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido; me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres.

Cristo no fue ungido por los hombres con aceite o ungüento material, sino que el Padre, al señalarlo como salvador de todo el mundo, lo ungió con el Espíritu Santo. Como dice Pedro: Dios ungió a Jesús de Nazaret con poder del Espíritu Santo; y en los salmos de David hallamos estas palabras: Tu trono, joh Dios!, permanece para siempre; cetro de rectitud es tu cetro real; has amado la justicia y odiado la impiedad: por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros.

El Señor fue ungido con un aceite de júbilo espiritual, esto es, con el Espíritu Santo, el cual es llamado aceite de júbilo porque es el autor del júbilo espiritual; pero vosotros, al ser ungidos materialmente, habéis sido hechos partícipes de la naturaleza de Cristo.

Por lo demás, no pienses que es éste un ungüento común y corriente. Pues, del mismo modo que el pan eucarístico, después de la invocación del Espíritu Santo, no es pan corriente, sino el cuerpo de Cristo, así también este santo ungüento, después de la invocación, ya no es un ungüento simple o común, sino el don de Cristo y del Espíritu Santo, ya que realiza, por la presencia de la divinidad, aquello que significa. Tu frente y los sentidos de tu cuerpo son ungidos simbólicamente y, por esta unción visible de tu cuerpo, el alma es santificada por el Espíritu Santo, dador de vida.


Tomado de serviciocatolico.com

JUEVES DE LA OCTAVA DE PASCUA



Jueves de la Octava de Pascua

Hch 3, 11-26
Sl 8
Lc 24, 35-48

Oración colecta

"Oh Dios, que has reunido pueblos diversos en la confesión de tu nombre, concede a los que han renacido en la fuente bautismal, una misma fe en su espíritu y una misma caridad en su vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén."

Dios, que ha reunido pueblos diversos en la confesión de su Nombre, concede a todos los que han renacido en la fuente bautismal, una misma fe en su espíritu y una misma caridad en su vida.

Él nunca nos abandona.  Después de su Resurrección, sigue acompañándonos y enseñándonos como debe ser nuestro esfuerzo cotidiano por ser santos.

El Buen Pastor, nunca deja a sus ovejas, y esta vez nos lo confirma al salir al encuentro de sus queridos y temerosos amigos, mostrándoles las marcas de la dolorosa y gloriosa cruz, comiendo ante ellos y abriendo sus corazones para que comprendan lo que las Escrituras decían de su Muerte y Resurrección.

De las Catequesis de Jerusalén

El Bautismo es signo visible de la Pasión de Cristo

Fuisteis conducidos a la sagrada piscina bautismal, del mismo modo que Cristo fue llevado desde la cruz al sepulcro preparado.

Y se os preguntó a cada uno personalmente si creíais en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Y, después de haber hecho esta saludable profesión de fe, fuisteis sumergidos por tres veces en el agua, y otras tantas sacados de ella; y con ello significasteis de un modo simbólico los tres días que estuvo Cristo en el sepulcro.

Porque, así como nuestro Salvador estuvo tres días con sus noches en el vientre de la tierra, así vosotros imitasteis con la primera emersión el primer día que estuvo Cristo en el sepulcro, y con la inmersión imitasteis la primera noche. Pues, del mismo modo que de noche no vemos nada y, en cambio, de día nos hallamos en plena luz, así también cuando estabais sumergidos nada veíais, como si fuera de noche, pero al salir del agua fue como si salierais a la luz del día. Y, así, en un mismo momento moristeis y nacisteis, y aquella agua salvadora fue para vosotros, a la vez, sepulcro y madre.

Y lo que Salomón decía, en otro orden de cosas, a vosotros os cuadra admirablemente; decía, en efecto: Tiene su tiempo el nacer y su tiempo el morir. Mas con vosotros sucedió al revés: tiempo de morir y tiempo de nacer; un mismo instante realizó en vosotros ambas cosas: la muerte y el nacimiento.

¡Oh nuevo e inaudito género de cosas! No hemos muerto, ni hemos sido sepultados físicamente, ni hemos resucitado después de ser crucificados en el sentido material de estas palabras, sino que hemos llevado a cabo unas acciones que eran imagen e imitación de estas cosas, obteniendo con ello una salvación real y verdadera.

Cristo verdaderamente fue crucificado, fue sepultado y resucitó; y todo esto se nos ha dado a nosotros como un don gratuito, para que, siendo por la imitación partícipes de sus dolores, adquiramos, de un modo real, nuestra salvación .

¡Oh exuberante amor para con los hombres! Cristo recibió los clavos en sus inmaculados pies y manos, y experimentó el dolor; y a mí, sin dolor ni esfuerzo alguno, se me da gratuitamente la salvación por la comunicación de sus dolores.

Nadie piense, pues, que el bautismo consiste únicamente en el perdón de los pecados y en la gracia de la adopción como era el caso del bautismo de Juan, que confería tan sólo el perdón de los pecados, sino que, como bien sabemos, el bautismo de Cristo no sólo nos purifica de nuestros pecados y nos otorga el don del Espíritu Santo, sino que también es tipo y signo sensible de su pasión. En este sentido exclamaba el apóstol Pablo: Cuantos en el bautismo fuimos sumergidos en Cristo Jesús fuimos sumergidos en su muerte. Por nuestro bautismo fuimos, pues, sepultados con él, para participar de su muerte.


Tomado de serviciocatolico.com

MIÉRCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA



Miércoles de la Octava de Pascua
Hch 3, 1-10
Sl 104
Lc 24, 13-35

Oración colecta

"Oh Dios, que todos los años nos alegras con la solemnidad de la resurrección del Señor, concédenos, a través de la celebración de estas fiestas, llegar un día a la alegría eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén."

La Liturgia de hoy nos invita a introducirnos en el encuentro del Señor Jesús Resucitado con los Discípulos de Emaús.  Este pasaje es un apasionante programa de vida cristiana, en el que el mismo Señor victorioso sale al encuentro del hombre desesperanzado, y lo invita a vivir un horizonte pleno y hermoso.

El Resucitado, les enseña las Escrituras y comparte el pan y el vino, trocando la tristeza que agobiaba sus corazones en alegría y gozo.

De una Homilía pascual de un autor antiguo

Esta página se ha tomado de una homilía que algunos atribuyeron a San Ambrosio. Tal atribución no puede sostenerse pero la pieza es antigua, de la época patrística.

El apóstol Pablo, recordando la dicha de la salvación restaurada, exclama: Del mismo modo que por Adán la muerte entró en el mundo, así también por Cristo ha sido restablecida la salvación en el mundo; y también: El primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo es del cielo.

Y aun añade: Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, esto es, del hombre viejo, pecador, seremos también imagen del hombre celestial, esto es, del reconocido por Dios, del redimido, del restaurado. Esforcémonos, por tanto, en conservar la salvación que nos viene de Cristo, ya que el mismo Apóstol dice: Primero, Cristo, esto es, el autor de la resurrección y la vida; después, los de Cristo, esto es, los que, imitando el ejemplo de su vida íntegra, tendrán una esperanza cierta, basada en la resurrección del Señor, de la futura posesión de la misma gloria celestial que él posee, como dice el mismo Señor en el Evangelio: El que me sigue no perecerá, sino que pasará de la muerte a la vida.

Así, pues, la pasión del Salvador es la salvación de la vida humana. Para esto quiso morir por nosotros, para que nosotros, creyendo en él, viviéramos para siempre. Quiso hacerse como nosotros en el tiempo, para que nosotros, alcanzando la eternidad que él nos promete, viviéramos con él para siempre.

Éste, digo, es aquel don gratuito de los misterios celestiales, esto es, lo que nos da la Pascua, esto significa la ansiada solemnidad anual, éste es el principio de la nueva creación.

Por esto los neófitos que la santa Iglesia ha dado a luz mediante el baño de vida hacen resonar los balidos de una conciencia inocente con sencillez de recién nacidos. Por esto unos castos padres y unas madres honestas alcanzan por la fe una nueva e innumerable progenie.

Por esto, bajo el árbol de la fe, brilla el resplandor de los cirios en la fuente bautismal inmaculada. Por esto los que han nacido a esta nueva vida son santificados con el don celestial y alimentados con el solemne misterio del sacramento espiritual.

Por esto la comunidad de los fieles, alimentada en el regazo maternal de la Iglesia, formando un solo pueblo, adora al Dios único en tres personas, cantando el salmo de la festividad por excelencia: Éste es el día en que actuó el Señor: sea él nuestra alegría y nuestro gozo.

¿De qué día se trata? De aquel que nos da el principio de vida, que es el origen y el autor de la luz, esto es, el mismo Señor Jesucristo, quien afirma de sí mismo: Yo soy el día; quien camina de día no tropieza, esto es, quien sigue a Cristo en todo llegará, siguiendo sus huellas, hasta el trono de la luz eterna; según aquello que él mismo pidió al Padre por nosotros, cuando vivía aún en su cuerpo mortal: Padre, quiero que todos los que han creído en mí estén conmigo allí donde yo esté,- para que, así como tú estás en mí y yo en ti, estén ellos en nosotros.

Tomado de serviciocatolico.com



MARTES DE LA OCTAVA DE PASCUA



Martes de la Octava de Pascua

Hch 2, 36-41
Sl 32
Jn 20, 11-18

Oración colecta

"Tú, Señor que nos has salvado por el misterio pascual, continúa favoreciendo con dones celestes a tu pueblo, para que alcance la libertad verdadera y pueda gozar de la alegría del cielo, que ya ha empezado a gustar en la tierra.Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén."

El Señor, que nos ha salvado por el misterio pascual, continúa favoreciendo con dones celestiales a su pueblo, para que alcance la libertad verdadera y pueda gozar de la alegría del cielo, que ya ha empezado a gustar en la tierra.

También somos invitados a meditar sobre la aparición del Señor Jesús a María Magdalena, la ferviente discípula a quien se le aparece el Señor Jesús Resucitado. Así recompensa Jesús el amor fiel de la mujer penitente (Lc 7,37ss.), cuyo corazón, ante esa sola palabra del Señor, se inunda de gozo indescriptible y sale al encuentro de los apóstoles para anunciarles que el Señor ha resucitado.

El Mesías tenía que padecer, para así entrar en su gloria

Después que Cristo se había mostrado, a través de sus palabras y sus obras, como Dios verdadero y Señor del universo, decía a sus discípulos, a punto ya de subir a Jerusalén: Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los gentiles y a los sumos sacerdotes y a los escribas, para que lo azoten, hagan burla de él y lo crucifiquen. Esto que decía estaba de acuerdo con las predicciones de los profetas, que habían anunciado de antemano la muerte que había de padecer en Jerusalén. Las sagradas Escrituras habían profetizado desde el principio la muerte de Cristo y todo lo que sufriría antes de su muerte; como también lo que había de suceder con su cuerpo, después de muerto; con ello predecían que este Dios, al que tales cosas acontecieron, era impasible e inmortal; y no podríamos tenerlo por Dios, si, al contemplar la realidad de su encarnación, no descubriésemos en ella el motivo justo y verdadero para profesar nuestra fe en ambos extremos, a saber, en su pasión y en su impasibilidad; como también el motivo por el cual el Verbo de Dios, por lo demás impasible, quiso sufrir la pasión: porque era el único modo como podía ser salvado el hombre. Cosas, todas éstas, que sólo las conoce él y aquellos a quienes él se las revela; él, en efecto, conoce todo lo que atañe al Padre, de la misma manera que el Espíritu penetra la profundidad de los misterios divinos.

El Mesías, pues, tenía que padecer, y su pasión era totalmente necesaria, como él mismo lo afirmó cuando calificó de hombres sin inteligencia y cortos de entendimiento a aquellos discípulos que ignoraban que el Mesías tenía que padecer para entrar en su gloria. Porque él, en verdad, vino para salvar a su pueblo, dejando aquella gloria que tenía junto al Padre antes que el mundo existiese; y esta salvación es aquella perfección que había de obtenerse por medio de la pasión, y que había de ser atribuida al que nos guiaba a la salvación, como nos enseña !a carta a los Hebreos, cuando dice que él es el que nos guía a la salvación, perfeccionado por medio del sufrimiento.

Y vemos, en cierto modo, cómo aquella gloria que poseía como Unigénito, y a la que por nosotros había renunciado por un breve tiempo, le es restituida a través de la cruz en la misma carne que había asumido; dice, en efecto, San Juan, en su evangelio, al explicar en qué consiste aquella agua que dijo el Salvador qué brotaría como un torrente del seno del que crea en él. Esto lo dijo del Espíritu Santo, que habían de recibirlos que a él se unieran por la fe, pues aún no había sido dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado; aquí el evangelista identifica la gloria con la muerte en cruz. Por esto el Señor, en la oración que dirige al Padre antes de su pasión, le pide que lo glorifique con aquella gloria que tenía junto a él, antes que el mundo existiese.


Tomado de serviciocatolico.com

LUNES DE LA OCTAVA DE PASCUA



Lunes de la Octava de Pascua

Hch 2, 14. 22-33
Sl 15
Mt 28, 8-15

Oración colecta

"Señor Dios, que por medio del bautismo haces crecer a tu Iglesia, dándole siempre nuevos hijos, concede a cuantos han renacido en la fuente bautismal vivir siempre de acuerdo con la fe que profesaron. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén."

Por medio del Bautismo, el Señor hace crecer a su Iglesia, dándole siempre nuevos hijos.  Este es un día en que le pedimos que nos conceda a cuantos hemos renacido en la fuente bautismal, vivir siempre de acuerdo con la fe que profesamos.

Es también el día en que el Señor, después de su Resurrección se manifiesta a las mujeres, que al verlo se asieron de sus pies y le adoraron.

De la Homilía de Melitón de Sardes, obispo, Sobre la Pascua

Encomio de Cristo

Entendedlo, queridos hermanos: el misterio pascual es algo a la vez nuevo y antiguo, eterno y temporal, corruptible e incorruptible, mortal e inmortal.

Antiguo según la ley, pero nuevo según la Palabra encarnada; temporal en la figura, eterno en la gracia; corruptible en cuanto a la inmolación del cordero, incorruptible en la vida del Señor; mortal por su sepultura bajo tierra, inmortal por su resurrección de entre los muertos.

La ley, en efecto, es antigua, pero la Palabra es nueva; la figura es temporal, la gracia es eterna; el cordero es corruptible, pero incorruptible es el Señor, que fue inmolado como un cordero y resucitó como Dios.

Dice la Escritura: Era como cordero llevado al matadero, y sin embargo no era ningún cordero; era como oveja muda, y sin embargo no era ninguna oveja. La figura ha pasado y ha llegado la realidad: en lugar del cordero está Dios, y en lugar de la oveja está un hombre, y en este hombre está Cristo, que lo abarca todo,

Por tanto, la inmolación del cordero, la celebración de la Pascua y el texto de la ley tenían como objetivo final a Cristo Jesús pues todo cuanto acontecía en la antigua ley se realizaba en vistas a él, y mucho más en la nueva ley.

La ley, en efecto, se ha convertido en Palabra, y de antigua se ha convertido en nueva (y una y otra han salido de Sión y de Jerusalén); el precepto se ha convertido en gracia, la figura en realidad, el cordero en el Hijo, la oveja en un hombre, y este hombre en Dios .

El Señor, siendo Dios, se revistió de naturaleza humana, sufrió por nosotros, que estábamos sujetos al dolor, fue atado por nosotros, que estábamos cautivos, fue condenado por nosotros, que éramos culpables, fue sepultado por nosotros, que estábamos bajo el poder del sepulcro, resucitó de entre los muertos y clamó con voz potente: «¿Quién me condenará? Que se me acerque. Yo he librado a los que estaban condenados, he dado la vida a los que estaban muertos, he resucitado a los que estaban en el sepulcro. ¿Quién pleiteará contra mí? Yo soy Cristo -dice-, el que he destruido la muerte, el que he triunfado del enemigo, el que he pisoteado el infierno, el que he atado al fuerte y he arrebatado al hombre hasta lo más alto de los cielos: yo, que soy el mismo Cristo.

Venid, pues, los hombres de todas las naciones, que os habéis hecho iguales en el pecado, y recibid el perdón de los pecados. Yo soy vuestro perdón, yo la Pascua de salvación, yo el cordero inmolado por vosotros, yo vuestra purificación, yo vuestra vida, yo vuestra resurrección, yo vuestra luz, yo vuestra salvación, yo vuestro rey. Yo soy quien os hago subir hasta lo alto de los cielos, yo soy quien os resucitaré y os mostraré el Padre que está en los cielos, yo soy quien os resucitaré con el poder de mi diestra. »


Tomado de serviciocatolico.com

miércoles, 16 de marzo de 2016

SANTA LUISA DE MARILLAC


SANTA LUISA DE MARILLAC
Fundadora de las Hermanas Vicentinas

Nació en Francia el 12 de Agosto de 1591. Huérfana a los 14 años, sintió un fuerte deseo de hacerse religiosa, pero por su delicada salud, y su débil constitución no fue admitida. Un sacerdote le dijo: "Probablemente, Nuestro Señor te ha destinado a formar un hogar".
Se casó entonces con Antonio Le Grass, secretario de la reina de Francia, María de Médicis.

Dicen sus biógrafos: "Luisa fue un modelo de esposa. Con su bondad y amabilidad logró transformar a su esposo que era duro y violento, y hasta obtuvo que en su casa todos rezaran en común las oraciones de cada día.

Dios le concedió un hijo, al cuál amó de tal manera que San Vicente le escribió diciéndole: "Jamás he visto una madre tan madre como usted".

Y en otra carta le dice el santo: "Que felicidad nos debe traer el pensar que somos hijos de Dios. Pues Nuestro Señor nos ama con afecto muchísimo más grande que el que Usted le tiene a su hijo. Y eso que yo no he visto en ninguna otra madre un amor tan grande por el propio hijo, como el que Usted tiene hacia el suyo".

A los 34 años queda viuda y entonces decide hacerse religiosa. "Ya he servido bastante tiempo al mundo, ahora me dedicaré totalmente a servir a Dios". Claro está que en la vida "mundana" que había tenido se había comportado tan sumamente bien que los que la conocieron están de acuerdo en afirmar que lo más probable es que ella no cometió ni siquiera un solo pecado mortal en toda su vida.

Esta santa mujer tuvo la dicha inmensa de tener como directores espirituales a dos santos muy famosos y extraordinariamente guías de almas: San Francisco de Sales y San Vicente de Paúl. Con San Francisco de Sales tuvo frecuentes conversaciones espirituales en París en 1618 (tres años antes de la muerte del santo) y con San Vicente de Paúl trabajó por treinta años, siendo su más fiel y perfecta discípula y servidora.

San Vicente de Paúl había fundado grupos de mujeres que se dedicaban a ayudar a los pobres, atender a los enfermos e instruir a los ignorantes. Estos grupos de caridad existían en los numerosos sitios en donde San Vicente había predicado misiones, pero sucedía que cuando el santo se alejaba los grupos disminuían su fervor y su entusiasmo. Se necesitaba alguien que los coordinara y los animara. Y esa persona providencial iba a ser Santa Luisa de Marillac.

Cuando Luisa se ofreció para coordinar y dirigir los grupos de caridad, el santo se entusiasmó y le escribió diciendo: "Vaya en nombre del Señor. Que Dios la acompañe. Que El sea su fuerza en el trabajo y su consuelo en las dificultades".

En aquellos tiempos los viajes eran muy penosos y peligrosos. Los caminos eran largos, las comidas malas, y los alojamientos incómodos. La santa tenía una constitución muy débil, pero San Vicente exclamaba: "Su salud es poca, sus tribulaciones son muchas y su actividad es infatigable. Pero sólo Dios sabe la fuerza de ánimo y de voluntad que esta mujer tiene".

Dicen sus biógrafos que Luisa recorría el país visitando las asociaciones de caridad y que levaba siempre gran cantidad de ropas y medicinas para regalar y que casi todo lo compraba con dinero que ella misma por sus propios esfuerzos había conseguido.

Apenas llegaba al lugar, reunía a las mujeres de la asociación de la caridad, les recordaba los deberes y virtudes que debían cumplir quienes formaban parte de aquella asociación, las entusiasmaba con sus recomendaciones y se esforzaba por conseguir nuevas socias. Ella misma visitaba a los enfermos e instruía a los ignorantes y repartía ayuda a los pobres, y esto lo hacía con tal entusiasmo y tan grande bondad, que cuando marchaba de ahí, quedaba todo renovado y rejuvenecido.

La familia Marillac, que ocupaba altos puestos en el gobierno, cayó en desgracia del rey Luis Trece y uno fue condenado a muerte y otros fueron a la cárcel. Luisa, aunque sufría mucho a causa de esto, no permitía que nadie hablara mal en su presencia contra el rey, y su primer ministro Richelieu que tanto los habían hecho padecer.

En 1633, el 25 de marzo, las primeras cuatro jóvenes hacen votos de pobreza, castidad y obediencia, bajo la dirección de Luisa, Así nació la más grande comunidad femenina que existe, las Hermanas Vicentinas, Hijas de la Caridad.

San Vicente les hizo este reglamento: "Por monasterio tendrán las casas de los enfermos. Por habitación una pieza arrendada. Por claustro tendrán las calles donde hay pobres que socorrer. Su límite de acción será la obediencia. Puerta y muro de defensa será el temor de ofender a Dios. El velo protector será la modestia o castidad"

En aquellos años de 1633, Francia estaba pasando por una situación dificilísima de guerras, miseria, ignorancia y abandono. Fue entonces cuando guiadas por el incansable San Vicente de Paúl, las Hijas de la Caridad se dedicaron a colaborar en todos los frentes posibles, para socorrer a los más necesitados.

Santa Luisa consiguió una casa grande y allí reunía a los pordioseros y los ponía a trabajar. Las mujeres a hilar y a coser y los hombres a hacer diversas obras manuales. Así los fue transformando en personas útiles a la sociedad. La alegría y el trabajo reinaban en aquel inmenso asilo ocupado por la mayoría de los mendigos de París. Y las Vicentinas los atendían con exquisita caridad.

Consiguió otra casa y allí recogía a los locos o enfermos mentales, y a base de una buena alimentación y de medicinas y de mucho cariño, con sus religiosas los atendía esmeradísimamente, y lograba en muchísimos casos su recuperación.

En 1655, el Arzobispado de París le concede la aprobación a la Nueva Comunidad. Y San Vicente reúne a sus religiosas y les dice: "De hoy en adelante llevarán siempre el nombre de Hijas de la Caridad. Conserven este título que es el más hermoso que puedan tener".

De Santa Luisa se puede decir lo que Fray Luis de León dijo acerca de Santa Teresa: "Para conocer cómo era su personalidad, basta conocer cómo fueron las religiosas que ella formó y las obras que escribió". Las religiosas formadas por Luisa fueron personas dedicadas con cuerpo y alma y por toda la vida a las obras de la caridad y de apostolado. Y sus escritos causan asombro al considerar de dónde sacó tiempo para escribir centenares de cartas con consejos muy prácticos y provechosos, y para resumir las numerosas conferencias que dictaba San Vicente, copiarlas y hacerlas circular, y para hacer extractos de las meditaciones y de los Retiros Espirituales que predicaba el Santo, y formar así tres volúmenes de 1,500 páginas. Y todo esto en medio de una actividad asombrosa en favor de los enfermos, mendigos e ignorantes.

Trece años antes de que ella muriera, dijo San Vicente: "La hermana Luisa, por su debilidad y agotamiento debería haber muerto hace diez años. Al verla, parece que hubiera salido de una tumba: tan débil está su cuerpo y tan pálido su rostro. Pero sin embargo, trabaja y trabaja sin dejarse vencer por el cansancio".

San Vicente no pudo asistir a su santa discípula en la hora de la muerte porque el se hallaba también muy enfermo pero le escribió una nota diciéndole: "Usted se va adelante hacia la eternidad. Pero yo la seguiré muy pronto, y nos volveremos a ver en el cielo". Y así sucedió.

El 15 de Marzo de 1660, después de sufrir una dolorosa enfermedad y la gangrena de un brazo murió santamente, dejando fundada y muy extendida la más grande comunidad de religiosas. (San Vicente murió el 27 de Septiembre de ese mismo año).

Las 33,000 religiosas vicentinas o hijas de la Caridad tienen más de 3,300 casas en el mundo. En la casa donde está sepultada su fundadora, en París, allí mismo sucedieron las apariciones de la Virgen de la Medalla Milagrosa a la vicentina Santa Catalina Labouré. Las religiosas fundadas por Santa Luisa se dedican exclusivamente a obras de caridad.


El Papa Pío XI declaró santa a Luisa de Merillac en 1934, y el Sumo Pontífice Juan XXIII la declaró Patrona de los Asistentes Sociales.