Domingo II de Pascua.
Octava de Pascua
Hch 5, 12-16
Sl 117
Ap 1, 9-11.12-13.17-19
Jn 20, 19-31
Oración colecta
"Dios de misericordia infinita,
que reanimas la fe de tu pueblo con el retorno anual de las fiestas pascuales,
acrecienta en nosotros los dones de tu gracia, para que comprendamos mejor la
inestimable riqueza del bautismo que nos ha purificado, del espíritu que nos ha
hecho renacer y de la sangre que nos ha redimido. Por nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por
los siglos de los siglos. Amén."
La Resurrección del Señor nos trajo
una vida nueva, por la que él vive en nosotros por su Espíritu. Hay un llamado
claro a creer, a abrir de par en par la puerta del corazón para que el inmenso
don de la Reconciliación traída por Cristo, entre en la vida de cada uno de
nosotros.
Cristo Resucitado, está con nosotros.
Acompaña, con su poder, la marcha de la historia. El Señor Jesús está presente
en la comunidad de los creyentes, en la Palabra de Dios, en el servicio
fraternal, en el misterio y en la Eucaristía. Con fe, esperanza y caridad,
vivamos la vida nueva que nos trae el Señor Jesús Resucitado.
De los Sermones de San Agust ín,
obispo
La nueva creatura en Cristo
Me dirijo a vosotros, recién nacidos
por el bautismo, párvulos en Cristo, nueva prole de la Iglesia, complacencia
del Padre, fecundidad de la Madre, germen puro, grupo recién agregado, motivo
el más preciado de nuestro honor y fruto de nuestro trabajo, mi gozo y mi
corona, todos los que perseveráis firmes en el Señor."'
Os hablo con palabras del Apóstol:
Revestíos de Jesucristo, el Señor, y no os entreguéis a satisfacer las pasiones
de esta vida mortal, para que os revistáis de la vida que habéis revestido en
el sacramento. Todos los que habéis sido bautizados en Cristo os habéis
revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judío y gentil, ni entre libre
y esclavo, ni entre hombre y mujer- todos sois uno en Cristo Jesús.
Ésta es precisamente la eficacia del
sacramento: se trata en efecto, del sacramento de la vida nueva, la cual
empieza en el tiempo presente por el perdón de todos los pecados pasados, y
llegará a su plenitud en la resurrección de los muertos. Por nuestro bautismo
fuimos sepultados con él, para participar de su muerte; para que, así como
Cristo fue resucitado de entre los muertos, así también nosotros vivamos una
vida nueva. Ahora camináis en la fe, mientras vivís desterrados en este cuerpo
mor-tal, lejos del Señor; pero el mismo Jesucristo, al dignarse asumir por
nosotros la condición humana, se ha convertido para vosotros en el camino
seguro hacia él, al cual os dirigís. Es grande, en efecto, la bondad que tiene
reservada para sus fieles, y que descubrirá y completará para los que se acogen
a él, cuando llegue el momento de la posesión efectiva de aquello que ahora
hemos recibido sólo en esperanza.
Hoy hace ocho días de vuestro
nacimiento espiritual; hoy recibís el complemento del sello de la fe, lo cual,
en los padres antiguos, se realizaba por la circuncisión de la carne, al octavo
día del nacimiento carnal.
Pues el mismo Señor, al despojarse de
la mortalidad de la carne por su resurrección y al hacer resurgir un cuerpo no
distinto del de antes, pero sí libre para siempre de la muerte, señaló con su
resurrección el día del domingo, que es el tercero después de la pasión, es el
octavo después del sábado, según la numeración de días, pero que es al mismo
tiempo el primero.
Por esto también vosotros, si habéis
sido resucitado con Cristo aunque todavía no de hecho, pero sí ya con esperanza
cierta, porque habéis recibido el sacramento de ello y las arras del Espíritu,
buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios.
Poned vuestro corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Porque
habéis muerto y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios; cuando se
manifieste Cristo, que es vuestra vida, os manifestaréis también vosotros con
él, revestídos de gloria.
Tomado de serviciocatolico.com
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