San Pablo de la Cruz
Fundador
Año 1775
Que San Pablo de la Cruz nos obtenga
del cielo la gracia de meditar con frecuencia en la Pasión y Muerte de Jesús y
así amar mucho y siempre más a nuestro amable Redentor.
San Pablo de
la Cruz es el fundador de los Padres Pasionistas, nació en Génova (Italia) en
1684.
Cuando era
niño, cada vez que le llegaba algún sufrimiento especial, la mamá le mostraba
un crucifijo y le recordaba que Jesús ofreció sus sufrimientos por nosotros, y
que también nosotros debemos ofrecer por Él lo que sufrimos. Así lo fue
entusiasmando por la Pasión de Cristo.
Su padre le
leía de vez en cuando el libro de vidas de Santos, y esto lo animaba mucho a
ser mejor. Aquel buen hombre avisaba también continuamente a su hijo acerca de
lo peligroso y dañino que es juntarse con malas compañías. Así lo libró de
muchos males y peligros.
A los 15
años oyó un emocionante sermón acerca de esta frase de Jesús: "Si no se
convierten y no hacen penitencia, todos perecerán". En esa fecha hizo una
confesión general de toda su vida y desde aquel día empezó a dormir en el duro
suelo, a ayunar, a dedicar varias horas de la noche a rezar y a leer libros
piadosos. Luego organizó con algunos de sus compañeros una asociación de
jóvenes para ayudar a los demás con sus palabras y buenos ejemplos a ser
mejores. Varios de esos muchachos se hicieron religiosos después.
Se alistó en
el ejército del Sumo Pontífice para defender la religión, pero después de un
año se dio cuenta que no tenía vocación para militar. Luego rechazó unos
negocios muy prometedores que le ofrecían y un matrimonio muy brillante que se
le presentaba. Se quedó por varios años en la casa de sus padres dedicado a la
oración, a la meditación y a practicar la caridad hacia los pobres.
En 1720 vio
que en sueños le mostraban una sotana negra con un corazón y una cruz blanca y
el nombre de Jesús. Era como un aviso del hábito o distintivo que debería dar a
sus religiosos. Después en una visión oyó a la Sma. Virgen que le aconsejaba
fundar una comunidad que se dedicara a amar y hacer amar la Santísima Pasión de
Jesucristo. Pablo presentó estos mensajes por escrito al Sr. Obispo y a su
director espiritual. Ambos, conociendo la vida heroica de virtud y oración que
el joven había llevado desde niño, reconocieron que se trataba realmente de una
vocación señalada por Dios. Y el Sr. Obispo le dio a Pablo la sotana negra con
el corazón blanco y la cruz sobre el pecho.
Pablo se
retiró durante 40 días a redactar los Reglamentos de la nueva comunidad, en una
húmeda habitación junto a una sacristía, donde vivió todo ese tiempo a pan y
agua y durmiendo por la noche en un lecho de paja. Esos Reglamentos son los que
han seguido siempre sus religiosos. Luego se dedicó a ayudar a los sacerdotes a
dar clases de catecismo, y a predicar misiones populares con gran éxito.
Los primeros
candidatos que se presentaron pidiendo ser admitidos en la nueva Congregación,
encontraron demasiado duro el Reglamento y se retiraron. Mientras tanto San
Pablo de la Cruz y un compañero suyo viajaban por los pueblos predicando
misiones y obteniendo muchas conversiones.
El Papa
Benedicto XIV aprobó los Reglamento, pero suavizándolos un poco, y entonces
empezaron a llegar novicios, y pronto tuvo ya tres casas de religiosos
pasionistas.
En todas las
ciudades y pueblos a donde llegaba predicaba acerca de la Pasión y Muerte de
Jesucristo. A veces se presentaba con una corona de espinas en la cabeza.
Siempre llevaba en la mano una cruz, y con los brazos extendidos, el santo
hablaba de los sufrimientos de Nuestro Señor, en forma que conmovía aun a los
más duros e indiferentes. A veces, cuando el público no demostraba conversión,
se azotaba violentamente delante de todos, por los pecados del pueblo, de modo
que hacía llorar hasta a los soldados y a los bandoleros.
Un oficial
que asistió a algunos de sus sermones decía: "Yo he estado en muchas
batallas, sin sentir el mínimo miedo al oír el estallido de los cañones. Pero
cuando este padre predica me hace temblar de pies a cabeza". Es que Dios
le había dado la eficacia de la palabra y el Espíritu Santo le concedía la
gracia de conmover los corazones.
En los
sermones era duro e intransigente para no dejar que los pecadores vivieran en
paz con sus vicios y pecados, pero luego en la confesión era compresivo y
amable, invitándolos a hacer buenos propósitos, animándolos a cambiar de vida,
y aconsejándoles medios prácticos para perseverar siendo buenos cristianos, y
portándose bien.
Dios colmó a
San Pablo de la Cruz con dones extraordinarios. A muchas personas les anunció
cosas que les iban a suceder en el futuro. Curó a innumerables enfermos.
Estando a grandes distancias, de pronto se aparecía a alguno para darle algún
aviso de importancia, y desaparecía inmediatamente. Rechazaba toda muestra de
veneración que quisieran darle, pero las gentes se apretujaban junto a él y
hasta le quitaban pedacitos de su sotana para llevarlos como reliquias y
recuerdos.
Con su
hermano Juan Bautista trabajaron siempre juntos predicando misiones, enseñando
catecismo y atendiendo pobres. Como ambos eran sacerdotes, se confesaban el uno
con el otro y se corregían en todo lo necesario. Solamente una vez tuvieron un
pequeño disgusto y fue cuando un día Juan Bautista se atrevió a decirle a Pablo
que lo consideraba un hombre verdaderamente virtuoso. El santo se disgustó y le
prohibió hablarle por tres días. Al tercer día Juan Bautista le pidió perdón de
rodillas y siguieron siendo buenos amigos como antes.
En 1771
fundó la comunidad de Hermanas Pasionistas que se dedican también a amar y
hacer amar la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo.
En 1772
sintiéndose muy enfermo mandó pedir al Papa su bendición para morir en paz.
Pero el Sumo Pontífice le respondió que la Iglesia necesitaba que viviera unos
años más. Entonces se mejoró y vivió otros tres años.
Su muerte
ocurrió el 18 de octubre de 1775 cuando tenía ochenta años. Antes de cien años
(1867) fue declarado santo.
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