Biografia:
Teresa era la última de cinco hermanas - había tenido dos
hermanos más, pero ambos habían fallecido - Tuvo una infancia muy feliz. Sentía
gran admiración por sus padres: «No podría explicar lo mucho que amaba a papá,
decía Teresa, todo en él me suscitaba admiración».Cuando sólo tenía cinco años,
su madre murió, y se truncó bruscamente su felicidad de la infancia. Desde
entonces, pesaría sobre ella una continua sombra de tristeza, a pesar de que la
vida familiar siguió transcurriendo con mucho amor. Es educada por sus
hermanas, especialmente por la segunda; y por su gran padre, quien supo
inculcar una ternura materna y paterna a la vez. Con él aprendió a amar la
naturaleza, a rezar y a amar y socorrer a los pobres. Cuando tenía nueve años,
su hermana, que era para ella «su segunda mamá», entró como carmelita en el
monasterio de la ciudad. Nuevamente Teresa sufrió mucho, pero, en su
sufrimiento, adquirió la certeza de que ella también estaba llamada al
Carmelo.Durante su infancia siempre destacó por su gran capacidad para ser
«especialmente» consecuente entre las cosas que creía o afirmaba y las
decisiones que tomaba en la vida, en cualquier campo. Por ejemplo, si su padre
desde lo alto de una escalera le decía: «Apártate, porque si me caigo te
aplasto», ella se arrimaba a la escalera porque así, «si mi papá muere no
tendré el dolor de verlo morir, sino que moriré con él»; o cuando se preparaba
para la confesión, se preguntaba si «debía decir al sacerdote que lo amaba con
todo el corazón, puesto que iba a hablar con el Señor, en la persona de él».
Cuando sólo tenía quince años, estaba convencida de su
vocación: quería ir al Carmelo. Pero al ser menor de edad no se lo permitían.
Entonces decidió peregrinar a Roma y pedírselo allí al Papa. Le rogó que le
diera permiso para entrar en el Carmelo; el le dijo: «Entraréis, si Dios lo
quiere. Tenía ‹dice Teresa‹ una expresión tan penetrante y convincente que se
me grabó en el corazón».
En el Carmelo vivió dos misterios: la infancia de Jesús y su
pasión. Por ello, solicitó llamarse sor Teresa del Niño Jesús y de la Santa
Faz. Se ofreció a Dios como su instrumento. Trataba de renunciar a imaginar y
pretender que la vida cristiana consistiera en una serie de grandes empresas, y
de recorrer de buena gana y con buen ánimo «el camino del niño que se duerme
sin miedo en los brazos de su padre».
A los 23 años enfermó de tuberculosis; murió un año más
tarde en brazos de sus hermanas del Carmelo. En los últimos tiempos, mantuvo
correspondencia con dos padres misioneros, uno de ellos enviado a Canadá, y el
otro a China, y les acompañó constantemente con sus oraciones. Por eso, Pío XII
quiso asociarla, en 1927, a san Francisco Javier como patrona de las misiones.
Alençon (1873 - 1877):
Una familia cristiana en Alençon, El padre, Luis Martin,
relojero-joyero, la madre, Celia Guerin, encajera. Han tenido nueve hijos de
los cuales cuatro han muerto a temprana edad. Quedan cuatro hijas y he aquí
que, a los cuarenta años, la madre está encinta. Teresa nace el 2 de enero de
1873. Niña alegre, vivaracha, permanece un año con Rosita Taillé, su nodriza,
en Semallé (su madre no puede darle el pecho). Su vida es dichosa, llena del
amor de sus padres y hermanas. La pequeña y última hija recibe de toda la
familia una fe profunda, viva, generosa y llena de caridad. Todo va bien hasta
que surge el drama : la madre, Celia Guerin, muere de un cáncer de pecho.
Teresa tiene cuatro años y medio.
El golpe es muy fuerte para la pequeña que escoge a su
hermana Paulina como su segunda madre, pero la herida es profunda y tardará
diez años en cicatrizar.
Lisieux (1877 - 1888):
Con cinco hijas que educar, el Sr. Martin cede a los ruegos
insistentes de su cuñado, Isidoro Guerin, farmacéutico en Lisieux. Toda la
familia Martin se instala en Los Buissonnets. Teresa encuentra allí una
ambiente cálido, pero los cinco años que va al colegio de la abadía de las
Benedictinas, serán para ella "los cinco años más tristes de su
vida". Buena alumna pero tímida, escrupulosa, sufre con los contratiempos
de la vida escolar...
La entrada de Paulina en el Carmelo de Lisieux vuelve a
abrir la herida. A los diez años, Teresa cae gravemente enferma : síntomas
alarmantes de una regresión infantil, alucinaciones, anorexia. La medicina no
puede hacer nada. Los familiares y el Carmelo rezan. El 13 de mayo de 1883, una
imagen de la Virgen María sonríe a Teresa que es curada súbitamente. Al año
siguiente, el 8 de junio, su primera Comunión es para ella una "fusión"
de amor. Jesús se entrega al fin a ella y ella se entrega a Èl. Piensa ya en
ser carmelita. La entrada en el Carmelo de su tercera madre, su hermana María,
la desestabiliza. Sufre una grave crisis de escrúpulos obsesivos, está
hipersensible y "llora en exceso". Desea morir y ser liberada. Al
volver de la misa del Gallo el año 1886, la gracia toca su corazón. Es una
verdadera conversión que la transforma en una mujer fuerte. El Niño del
pesebre, el Verbo de Dios le ha comunicado su fuerza en la Eucaristía.
Está decidida a luchar para entrar en el Carmelo, para
salvar todos los obstáculos : su padre, su tío, el superior del Carmelo, el
obispo, el Papa León XII, pues la gracia le ha abierto el corazón y quiere
salvar a los pecadores con Jesús que, en la Cruz, tuvo sed de almas. Teresa, a
los catorce años y medio, decide permanecer siempre al pie de la Cruz para
recoger la sangre divina y dársela a las almas". Tal es su vocación de
"amar a Jesús y hacerlo amar".
El 1887, al oír hablar de un asesino que ha dado muerte a
tres mujeres en París, reza y se sacrifica por él queriendo, a todo precio,
arrancarlo del infierno. Henri Pranzini es juzgado y condenado a morir
guillotinado pero, en el momento de morir, besa el crucifijo. Teresa llora de
alegría : su oración ha sido escuchada. Lo llama su primer hijo.
En su peregrinación a Italia Teresa se da cuenta de que, a
pesar de lo "sublime de su vocación", los sacerdotes tienen pequeñas
debilidades. Piensa que hace falta rezar mucho por ellos, porque son hombres
"débiles y frágiles". Teresa comprende que su vocación no consistirá
sólo en orar por la conversión de los grandes pecadores, sino también en rezar
por los sacerdotes. En el curso de esta peregrinación pide al Papa poder entrar
en el Carmelo a los quince años. Respuesta evasiva, "un fiasco", pero
el 9 de abril de 1888, Teresa deja para siempre a su padre, a sus hermanas, a
su familia, los Buissonnets, a su perro Tom…
En el Carmelo. Un camino de soledad (1888 - 1897):
Se siente feliz al estar para siempre en el Carmelo,
"prisionera" con Èl… y con 24 hermanas. La vida comunitaria, el frío
la oración a menudo en sequedad, la soledad afectiva (aunque esté con sus dos
hermanas mayores). Todo lo soporta con ilusión. Su más grande sufrimiento será
la enfermedad de su amado padre, internado en El Buen Salvador de Caen,
hospital para enfermos mentales. Nuevo drama familiar para Teresa que
profundiza en la oración con "el Siervo doliente" de Isaías, 53, en
la Pasión de Jesús. Pero el clima espiritual de su Carmelo, marcado por el
temor a un Dios a quien se ve sobre todo como un Dios justo, le pesa. Aspira al
amor cuando lee la "Llama de amor viva" de S. Juan de la Cruz. En
1891 -- tiene 18 años - un sacerdote la lanza "sobre las olas de la
confianza y del amor" sobre las cuales no se atrevía a avanzar, retenida
en este camino audaz, incluso por su hermana Paulina, la Madre Inés de Jesús
que será elegida priora el 1893.
Su padre, que había regresado con su familia desde el Buen
Salvador de Caen, muere en 1894 : Celina, que le había cuidado, entra en el
Carmelo.
En esta época es cuando la joven hermana Teresa del Niño
Jesús de la Santa Faz (tal es su verdadero nombre, resumen de su vocación)
descubre, después de años de búsqueda, el camino que va a transformar su vida.
Teresa recibe la gracia de profundizar en la Paternidad de Dios que nos es otra
coas que Misericordia y Amor (expresadas en su Hijo Jesús, hecho hombre. La
vida cristiana no es otra cosa que la vida de un hijo del Padre - hijo en el
Hijo - inagurada en el bautismo y vivida en una confianza absoluta. "Si no
volvéis a ser como niños no entraréis en el reino de los cielos" (Mt 18,
3). Por suerte, M. Inés de Jesús le ordena escribir sus recuerdos de infancia.
Teresa obedece y escribe 86 páginas en un cuadernito.
En su tiempo, algunas almas escogidas se ofrecían como
víctimas a la Justicia divina. La "débil e imperfecta Teresa" se
ofrece al Amor Misericordioso el día 9 de junio, en la misa de la Santísima
Trinidad.
Este don total "la renueva", quema todo pecado en
ella. En septiembre de 1896, Teresa experimenta que su hermosa vocación
("carmelita, esposa y madre") no le basta. En sus oraciones siente
grandes deseos de ser sacerdote, diácono, profeta, doctor, misionero, mártir…
Pero pronto encuentra su vocación al leer un pasaje de S. Pablo sobre la
caridad (I Cor, 13). Todo queda claro para ella y puede escribir "¡ Oh,
Jesús, amor mío, he encontrado al fin mi vocación ! ¡Mi vocación es el Amor!…
Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia y ese puesto, Dios mío, eres Tú quien
me lo ha dado. En el corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré el amor. Así lo
seré todo ¡¡¡ Así mi sueño se verá realizado !!! (Manuscrito B, 3 v). Cada vez
más atormentada por la inquietud de que los pecadores no conozcan este amor
misericordioso de Dios, en Pascua de 1896, entra en una noche oscura en la que
su fe y su esperanza combaten. Mientras tanto, una tuberculosis mina su salud y
la debilita. Teresa emplea sus últimas fuerzas en enseña "su camino de
infancia espiritual" a las cinco novicias que tiene a su cargo y a sus
hermanos espirituales, sacerdotes y misioneros en Africa y China.
Viviendo esta compasión en unión con Cristo en Getsemaní y
en su Cruz, agotada por las hemoptisis, guarda su sonrisa y su exquisita
caridad para animar la moral de sus hermanas, consternadas al verla morir llena
de atroces sufrimientos. Por obediencia continúa, hasta el agotamiento, la
redacción de sus recuerdos en los cuales, con una verdad transparente,
"canta las misericordias del Señor" en su corta vida. Pidiendo
"hacer el bien en la tierra después de su muerte, hasta el fin del
mundo", profetizando humildemente que su misión póstuma sería enseñar su
caminito a las almas y "pasar su cielo haciendo el bien en la
tierra", muere el 30 de septiembre 1897.
Un año después de su muerte se publica un libro a partir de
sus escritos : Historia de una Alma, que va a conquistar al mundo y dará a
conocer a esta joven religiosa que había amado a Jesús" hasta morir de
amor". Una vida escondida iba a iluminar el mundo. Y esto dura ya más de
cien años…
Camino espiritual:
El camino espiritual de Teresa Martin fue solitario. Cierto
que recibió mucho de su familia, de sus educadores y de sus maestros del
Carmelo, pero ningún sacerdote la marcó profundamente. El Espíritu Santo trazó
en ella un sendero de autenticidad - "No he buscado mas que la
verdad" - que le reveló las profundidades del Amor trinitario y un "
caminito" para unirlos sin ninguna preocupación didáctica. Todo surgió de
la vida, de los acontecimientos cotidianos releídos a la luz de la Palabra de
Dios. Su aportación incomparable a la espiritualidad del siglo XX es una vuelta
al Evangelio en su pureza más radical. " Si no os hacéis como niños no
entraréis en el reino de los Cielos". (Mateo 18,3).
Es verdad que Teresa no dispuso de un texto completo del
Antiguo Testamento, pero descubrió la meditación de la Palabra de Dios. Sin
ninguna iniciación, sin ninguna cultura bíblica, cita más de mil veces la
Biblia en sus escritos. A los 22 años dos textos del Antiguo Testamento
cristalizan después de una larga búsqueda, en el descubrimiento de " la
vía de la infancia espititual" que será su gran aportación.
Santidad:
Teresa, apasionada adolescente, ha decidido ser santa. En el
Carmelo, cuando era postulante, escribió a su padre: "Labraré tu gloria
haciéndome una gran santa".
Pero, muy pronto , va a comprobar su debilidad y su
impotencia cuando se compara con los santos. Le parecen una montaña mientras
ella no es mas que un granito de arena. " Mi crecimiento es
imposible"piensa, pero no se desanima. Si Dios ha puesto en ella esos
deseos de santidad es porque debe tener un caminito para escalar " la dura
escalera de la perfección".
La palabra de Dios le descubre el camino:" Si alguno es
pequeño que venga a Mí" (Proverbios 9,4). "Entonces yo fui"-
escribe Teresita- preguntándose qué haría Dios con el pequeño que fuese a Èl.
Leyendo Isaías 66, comprendió que no podía subir sola la escalera de la
perfección , pero que Jesús la cogería en sus brazos y la subiría como en un
ascensor rápido.
Desde entonces Teresita no encuentra ningún obstáculo , al
contrario, será pequeña y ligera en los brazos de Jesús y será santa por un
camino rápido.
Así cuenta Santa Teresita el descubrimiento de" su
caminito" (Manuscrito C, 2).
Su descubrimiento es que Dios es esencialmente Amor
Misericordioso. En adelante verá todas las perfecciones divinas, incluida la
justicia, partiendo de la Misericordia.
Esto conlleva una confianza audaz: "Quiero ser santa,
pero siento mi impotencia y te pido, Dios mío, que seas Tú mismo mi
santidad" (Acto de ofrenda).
Dejar hacer a Dios no implica ningún infantilismo fácil.
Teresa hará todo lo posible para mostrar ,cada día y cada minuto, su amor a
Dios y a sus hermanas en una total gratuidad: la del amor.
En todas las situaciones y en todos los actos de su vida
Teresa aplica esta regla: Si Dios le pide algo y ella se siente incapaz de
hacerlo, Èl lo hará por ella. Un ejemplo: amar a todas sus hermanas como Jesús
las ama le es imposible. Entonces, uniéndose a Èl, será Èl quien las amará en
Teresa:" Sí, lo sé, cuando soy caritativa , es únicamente Jesús quien
actúa en mí. Cuanto más unida estoy a Èl, más amo a todas mis hermanas"(
Manuscrito C, 13 r?).
He aquí un camino de santidad que se abre a todos, a los
pequeños, los pobres, los que sufren: aceptar la realidad de las propias
debilidades y ofrecerse a Dios tal como uno es para que Èl intervenga en
nosotros.
Todo se comprende mejor cuando vemos que la frase anterior
de Teresa está en las antípodas de la cursilería y muy cerca de la infancia
evangélica predicada por Jesús:"Jesús se complace en mostrarme el único
camino que conduce a esa hoguera divina. Ese camino es el abandono del niñito
que se duerme sin miedo en los brazos de su padre" (Manuscrito B, 1v?).
Sus intuiciones hacen de ella una precursora de las grandes
verdades del Vaticano II: primacía, sobre todas las devociones, del Misterio
Pascual de Jesús , camino de santidad para todo bautizado; Mariología que ve en
María"más una Madre que una Reina" que vivió la prueba de la fe (cf.
Poema"Por que te amo María", testamento mariano, mayo 1897);
Eclesiología de comunión fundada en la presencia del Amor (Espíritu Santo) en
el corazón de la Iglesia , que anima todas las vocaciones complementarias en la
Comunión de los Santos del Cielo y de la tierra.
Doctora de la Iglesia:
Eran las diez de una espléndida mañana de octubre en la
plaza de San Pedro. Juan Pablo II ante unos 70 mil fieles, ante 16 cardenales y
numerosos obispos, ante una delegación oficial francesa y ante el cuerpo
diplomático acreditado ante la Santa Sede, declaraba doctora de la Iglesia
universal a Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, una muchacha normanda que
murió a los 24 años de edad y que nunca pisó un aula universitaria.
Con este título el pontífice reconoce que la doctrina
propuesta por Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz puede ser un punto de
referencia para todos los cristianos del mundo no sólo porque se adecua
perfectamente a la verdad, sino también porque ofrece nueva luz sobre los
misterios de la fe. En la homilía, Juan Pablo II explicó por qué una joven
santa carmelita, fallecida a los 24 años, que no estudio teología
sistemáticamente, compartirá a partir de hoy el prestigioso reconocimiento
reservado a hombres de la estatura intelectual de santo Tomás de Aquino, san
León Magno o san Juan de la Cruz. «Entre los “doctores de la Iglesia"
–aclaró el Papa–, Teresa del Niño Jesús es la más joven, pero su ardiente
itinerario espiritual muestra gran madurez y las intuiciones de la fe
expresadas en sus escritos son tan amplias y profundas que le merecen figurar
entre los grandes maestros de la espiritualidad».
A continuación el obispo de Roma explicó la importancia del
mensaje de Teresa para la sociedad de que se propone cruzar el umbral del
tercer milenio: «En una cultura racionalista y demasiado a menudo invadida por
un materialismo práctico ella opone con una sencillez que desarma "la
pequeña vía" que conduce al secreto de toda existencia: el Amor divino que
envuelve y penetra toda la aventura humana».
«En un tiempo como el nuestro, caracterizado por la cultura
de lo efímero y del hedonismo, esta nueva Doctora de la Iglesia se muestra
dotada de una singular eficacia para esclarecer el espíritu y el corazón de los
que tienen sed de verdad y de amor». Santa Teresa de Lisieux, penetrando en el
espíritu del Evangelio y la pasión de la reformadora del Carmelo, santa Teresa
de Avila, profundizó la mística centrada en el amor, que ella llamó la «pequeña
vía de la infancia espiritual», experiencia íntima que recogió en su libro
«Historia de un alma», traducido a 50 idiomas. Sus escritos aportan, entre
otras cosas, la experiencia espiritual de los dos últimos años de su vida,
debatidos en medio de la enfermedad que la llevó a la tumba, en la que no faltó
la prueba de la duda y de la crisis de fe.
Canonizada en 1925 por Pío XI, este mismo Papa la proclamó,
junto con san Francisco Javier, patrona universal de las misiones, pese a que
durante su vida religiosa jamás franqueó los muros de su convento de Lisieux,
aunque deseó ardientemente ser misionera. Juan Pablo II, que anunció la
declaración de santa Teresa de Lisieux como Doctora de la Iglesia durante las
Jornadas Mundiales de la Juventud del pasado mes de agosto en París, propone
también a Teresita como patrona de los jóvenes. Ante miles de adolescentes de
la Acción Católica italiana, el Santo Padre explicó el 18 de octubre que Santa
Teresa de Lisieux fue una religiosa de clausura excepcional, pero que
igualmente hubiera sido una buena joven de Acción Católica.
Oración de Santa Teresita a la Virgen María:
"Para que una
hija
pueda a su madre
querer,
es necesario que ésta
sepa llorar con ella,
que con ella comparta
sus penas y dolores.
¡Oh dulce Reina mía!,
cuántas y amargas
lágrimas
lloraste en el
destierro para ganar mi corazón,
¡oh Reina!
Meditando tu vida
tal como describe el
Evangelio,
yo me atrevo a
mirarte
y hasta a acercarme a
ti.
No me cuesta creer
que soy tu hija,
cuando veo que
mueres,
cuando veo que sufres
como yo".
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