"Siempre humíllense amorosamente
ante Dios y ante los hombres. Porque
Dios le habla a aquellos que son
verdaderamente humildes de corazón, y los enriquece con grandes
dones." Padre Pío
FECHAS IMPORTANTES EN LA VIDA DEL
PADRE PÍO
25 de mayo,
1887. Nace
en
Pietrelcina, Benevento, en
el sur de Italia.
Sus padres,
Grazio
"Orazio" Mario Forgione
(1860-1946), granjero, y María Giuseppa de Nunzio Forgione (1859-1929).
26 de mayo,
1887. Bautizado en la Iglesia de Santa María de los
Ángeles.
Recibe el nombre de Francesco Forgione.
27 de mayo,
1899. Recibe el Sacramento de la Confirmación.
6 y 22 de
enero, 1903. A los dieciséis años entra al noviciado de Marcone. El 22 de enero
es investido con el hábito de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos. Toma
el nombre de Fra Pío (Fra por Fratello/Hermano).
22 de enero,
1904. Terminado el año de noviciado hace la Primera Profesión (profesión
temporal) de los Consejos Evangélicos de Pobreza, Castidad y Obediencia. Entra al convento de la provincia monástica y
estudia para ordenarse sacerdote.
1907. Al
cumplirse los tres años de los votos temporales hace su profesión perpetua o votos solemnes..
10 de
agosto, 1910. Con férrea voluntad se sobrepone a graves problemas de salud, es
ordenando sacerdote en la capilla del Arzobispo de Beneveto, pero los problemas
de salud le obligan a residir con su familia, por largos periódos, hasta el
1916.
Septiembre,
1910. Recibe los estigmas visiblemente por primera vez, pero por poco tiempo y
de forma intermitente. Ruega a Dios se
los quite. Confía el acontecimientoa únicamente a su Director Espiritual.
Noviembre,
1911. El suceso sobrenatural llega a la atención de sus superiores cuando es
observado un día en éxtasis.
28 de julio,
1916. Llega al Convento de San Giovanni Rotondo y permanece allí hasta su
muerte.
5 a 7 de
agosto, 1918. Transverberación del corazón,
le causan heridas visibles en su costado. (La Transverberación del corazón
es una experiencia mística de ser traspasado en el corazón, que indica la unión
de amor con Dios.)
20 de
septiembre, 1918. Mientras reza, luego de la Misa, en el área del coro de la
antigua Iglesia de Nuestra Señora de las Gracias, aparecen los estigmas de
forma visible y permanen- te. El
fenómeno perdurará por los próximos 50 años y le convertirá en el primer
sacerdote estigmatizado en la historia de la Iglesia.
Pasa el
resto de su vida rezando y ofreciendo a Dios sus sufrimientos
por la
salvación de las almas.
1919.
Comienzan a circular rumores en el pueblo del posible traslado del ¨santo¨ de
San Giovanni Rotondo, lo que agita grandemente a la población.
2 de junio,
1922. El Santo Oficio (hoy Congregación para la Doctrina de la Fe) prohibe
apariciones públicas y el acceso del público a Padre Pio.
1924-1931.
En varias ocasiones la Santa Sede rechaza que el fenómeno sea de origen
sobrenatural.
9 de junio,
1931. (Solemnidad de Corpus Christi). La Santa Sede ordena al Padre Pío
desistir de toda actividad salvo la celebración de la Santa Misa, la cual sólo
podrá celebrar en privado.
Principios
de 1933. El Santo Padre Pío XI ordena al Santo Oficio que de marcha atrás y
deje sin efecto la prohibición que
pesaba sobre el Padre Pío de celebrar públicamente. Su Santidad Pío XI comenta al respecto:
"Nunca sentí mala disposición hacia el Padre Pío, pero sí fuí malamente
informado."
1934. Las
facultades del Padre Pío son restauradas poco a poco. Se le permite confesar
primero a hombres (25 de marzo, 1934) y luego confesar a mujeres (12 de mayo,
1934).
23 de
septiembre de 1968. Fallece seramente en su celda a las 2:30 de la madrugada.
Murió saludable y sin los estigmas, así como había profetizado en cierta
ocasión. Sus últimas palabras: "Gesú e Maria" (Jesús y María).
26 de
septiembre, 1968. El cuerpo del Padre Pío se entierra en una cripta en la
Iglesia de Nuestra Señora de las Gracias. Asisten al funeral más de 100,000
personas.
BIOGRAFÍA
« En cuanto a mí,¡Dios me libre de
gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo! » (Gal 6, 14).
Padre Pío de
Pietrelcina, al igual que el apóstol Pablo, puso en la cumbre de su vida y de
su apostolado la Cruz de su Señor como su fuerza, su sabiduría y su gloria.
Inflamado de amor hacia Jesucristo, se conformó a Él por medio de la inmolación
de sí mismo por la salvación del mundo. En el seguimiento y la imitación de
Cristo Crucificado fue tan generoso y perfecto que hubiera podido decir «con
Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí»
(Gal 2, 19). Derramó sin parar los tesoros de la gracia que Dios le había
concedido con especial generosidad a través de su ministerio, sirviendo a los
hombres y mujeres que se acercaban a él, cada vez más numerosos, y engendrado
una inmensa multitud de hijos e hijas espirituales.
Este
dignísimo seguidor de San Francisco de Asís nació el 25 de mayo de 1887 en
Pietrelcina, archidiócesis de Benevento, hijo de Grazio Forgione y de María
Giuseppa De Nunzio. Fue bautizado al día siguiente recibiendo el nombre de
Francisco. A los 12 años recibió el Sacramento de la Confirmación y la Primera
Comunión.
El 6 de
enero de 1903, cuando contaba 16 años, entró en el noviciado de la orden de los
Frailes Menores Capuchinos en Morcone, donde el 22 del mismo mes vistió el
hábito franciscano y recibió el nombre de Fray Pío. Acabado el año de
noviciado, emitió la profesión de los votos simples y el 27 de enero de 1907 la
profesión solemne.
Después de
la ordenación sacerdotal, recibida el 10 de agosto de 1910 en Benevento, por
motivos de salud permaneció en su familia hasta 1916. En septiembre del mismo
año fue enviado al Convento de San Giovanni Rotondo y permaneció allí hasta su
muerte.
Enardecido
por el amor a Dios y al prójimo, Padre Pío vivió en plenitud la vocación de
colaborar en la redención del hombre, según la misión especial que caracterizó
toda su vida y que llevó a cabo mediante la dirección espiritual de los fieles,
la reconciliación sacramental de los penitentes y la celebración de la
Eucaristía. El momento cumbre de su actividad apostólica era aquél en el que
celebraba la Santa Misa. Los fieles que participaban en la misma percibían la
altura y profundidad de su espiritualidad.
En el orden
de la caridad social se comprometió en aliviar los dolores y las miserias de
tantas familias, especialmente con la fundación de la «Casa del Alivio del Sufrimiento»,
inaugurada el 5 de mayo de 1956. Para el Siervo de Dios la fe era la vida:
quería y hacía todo a la luz de la fe. Estuvo dedicado asiduamente a la
oración. Pasaba el día y gran parte de la noche en coloquio con Dios. Decía:
«En los libros buscamos a Dios, en la oración lo encontramos. La oración es la
llave que abre el corazón de Dios». La fe lo llevó siempre a la aceptación de
la voluntad misteriosa de Dios.
Estuvo
siempre inmerso en las realidades sobrenaturales. No era solamente el hombre de
la esperanza y de la confianza total en Dios, sino que infundía, con las
palabras y el ejemplo, estas virtudes en todos aquellos que se le acercaban.
El amor de
Dios le llenaba totalmente, colmando todas sus esperanzas; la caridad era el
principio inspirador de su jornada: amar a Dios y hacerlo amar. Su preocupación
particular: crecer y hacer crecer en la caridad.
Expresó el
máximo de su caridad hacia el prójimo acogiendo, por más de 50 años, a
muchísimas personas que acudían a su ministerio y a su confesionario,
recibiendo su consejo y su consuelo. Era como un asedio: lo buscaban en la
iglesia, en la sacristía y en el convento. Y él se daba a todos, haciendo
renacer la fe, distribuyendo la gracia y llevando luz. Pero especialmente en
los pobres, en quienes sufrían y en los enfermos, él veía la imagen de Cristo y
se entregaba especialmente a ellos.Ejerció de modo ejemplar la virtud de la
prudencia, obraba y aconsejaba a la luz de Dios. Su preocupación era la gloria
de Dios y el bien de las almas. Trató a todos con justicia, con lealtad y gran
respeto.
Brilló en él
la luz de la fortaleza. Comprendió bien pronto que su camino era el de la Cruz
y lo aceptó inmediatamente con valor y por amor. Experimentó durante muchos
años los sufrimientos del alma. Durante años soportó los dolores de sus llagas
con admirable serenidad. Aceptó en silencio las numerosas intervenciones de las
Autoridades y calló siempre ante las calumnias. Recurrió habitualmente a la
mortificación para conseguir la virtud de la templanza, de acuerdo con el
estilo franciscano. Era templado en la mentalidad y en el modo de vivir.
Consciente
de los compromisos adquiridos con la vida consagrada, observó con generosidad
los votos profesados. Obedeció en todo las órdenes de sus superiores, incluso
cuando eran difíciles. Su obediencia era sobrenatural en la intención,
universal en la extensión e integral en su realización. Vivió el espíritu de
pobreza con total desprendimiento de sí mismo, de los bienes terrenos, de las
comodidades y de los honores. Tuvo siempre una gran predilección por la virtud
de la castidad. Su comportamiento fue modesto en todas partes y con todos.
muerte del
Siervo de Dios, Pablo VI, dirigiéndose a los Superiores de la orden Capuchina,
dijo de él: «!Mirad qué fama ha tenido, qué clientela mundial ha reunido en
torno a sí! Pero, ¿por qué? ¿Tal vez porque era un filósofo? ¿Porqué era un
sabio? ¿Porqué tenía medios a su disposición? Porque celebraba la Misa con
humildad, confesaba desde la mañana a la noche, y era, es difícil decirlo, un
representante visible de las llagas de Nuestro Señor. Era un hombre de oración
y de sufrimiento».
Ya durante
su vida gozó de notable fama de santidad, debida a sus virtudes, a su espíritu
de oración, de sacrificio y de entrega total al bien de las almas.
En los años
siguientes a su muerte, la fama de santidad y de milagros creció
constantemente, llegando a ser un fenómeno eclesial extendido por todo el mundo
y a toda clase de personas.
De este
modo, Dios manifestaba a la Iglesia su voluntad de glorificar en la tierra a su
Siervo fiel. No pasó mucho tiempo hasta que la Orden de los Frailes Menores
Capuchinos realizó los pasos previstos por la ley canónica para iniciar la
causa de beatificación y canonización. Examinadas todas las circunstancias, la
Santa Sede, a tenor del Motu Proprio «Sanctitas Clarior» concedió el nulla osta
el 29 de noviembre de 1982. El Arzobispo de Manfredonia pudo así proceder a la
introducción de la Causa y a la celebración del proceso de conocimiento
(1983-1990). El 7 de diciembre de 1990 la Congregación para las Causas de los
Santos reconoció la validez jurídica. Acabada la Positio, se discutió, como es
costumbre, si el Siervo de Dios había ejercitado las virtudes en grado heroico.
El 13 de junio de 1997 tuvo lugar el Congreso Peculiar de Consultores teólogos
con resultado positivo. En la Sesión ordinaria del 21 de octubre siguiente,
siendo ponente de la Causa Mons. Andrea María Erba, Obispo de Velletri-Segni,
los Padres Cardenales y obispos reconocieron que el Padre Pío ejerció en grado
heroico las virtudes teologales, cardinales y las relacionadas con las mismas.
El 18 de
diciembre de 1997, en presencia de Juan Pablo II, fue promulgado el Decreto
sobre la heroicidad de las virtudes.
Para la
beatificación del Padre Pío, la Postulación presentó al Dicasterio competente
la curación de la Señora Consiglia De Martino, de Salerno (Italia). Sobre este
caso se celebró el preceptivo proceso canónico ante el Tribunal Eclesiástico de
la Archidiócesis de Salerno-Campagna-Acerno de julio de 1996 a junio de 1997 y
fue reconocida su validez con decreto del 26 de septiembre de 1997. El 30 de
abril de 1998 tuvo lugar, en la Congregación para las Causas de los Santos, el
examen de la Consulta Médica y, el 22 de junio del mismo año, el Congreso
peculiar de Consultores teólogos. El 20 de octubre siguiente, en el Vaticano,
se reunió la Congregación ordinaria de Cardenales y obispos, miembros del
Dicasterio, siendo Ponente Mons. Andrea M. Erba, y el 21 de diciembre de 1998
se promulgó, en presencia de Juan Pablo II, el Decreto sobre el milagro.
El 2 de mayo
de 1999 a lo largo de una solemne Concelebración Eucarística en la plaza de San
Pedro Su Santidad Juan Pablo II, con su autoridad apostólica declaró Beato al
Venerable Siervo de Dios Pío de Pietrelcina, estableciendo el 23 de septiembre
como fecha de su fiesta litúrgica.Para la canonización del Beato Pío de Pietrelcina,
la Postulación ha presentado al Dicasterio competente la curación del pequeño
Mateo Pio Colella de San Giovanni Rotondo. Sobre el caso se ha celebrado el
regular Proceso canónico ante el Tribunal eclesiástico de la archidiócesis de
Manfredonia‑Vieste del 11 de junio al 17 de octubre
del 2000. El 23 de octubre siguiente la documentación se entregó en la
Congregación de las Causas de los Santos. El 22 de noviembre del 2001 tuvo
lugar, en la Congregación de las Causas de los Santos, el examen médico. El 11
de diciembre se celebró el Congreso Particular de los Consultores Teólogos y el
18 del mismo mes la Sesión Ordinaria de Cardenales y Obispos. El 20 de
diciembre, en presencia de Juan Pablo II, se ha promulgado el Decreto sobre el
milagro y el 26 de febrero del 2002 se promulgó el Decreto sobre la
canonización.
SU HISTORIA
El Padre Pío
nació en el seno de una humilde y religiosa familia de agricultores, el 25 de
mayo de 1887, en una pequeña aldea del Sur de Italia, llamada
Pietrelcina.Recibió su primera instrucción de un maestro privado y a la edad de
15 años hizo su ingreso en el Noviciado de los Padres Capuchinos en la Ciudad
de Morcone. De débil salud, pero de excepcional fuerza de voluntad, pudo
completar sus estudios y gracias a una continua asistencia divina tuvo la
ansiada ordenación sacerdotal. El 10 de Agosto de 1910 celebró su primera Misa,
en la Catedral de Benevento. Ocho años más tarde, el 20 de Septiembre de 1918,
aparecieron visiblemente las llagas de Nuestro Señor en sus manos, pies y
costado izquierdo del pecho, haciendo del P. Pío el primer sacerdote
estigmatizado en la historia de la Iglesia (recuerden que San Francisco no era
sacerdote).
Fue heroico
en su apostolado sacerdotal, que duró 58 años. Grandes multitudes, de todas las
nacionalidades pasaron por su confesionario. Las conversiones fueron
innumerables. Diariamente recibía centenares de cartas de fieles, que pedían su
consejo iluminado y su dirección espiritual, la cual ha siempre significado un
retorno a la serenidad, a la paz espiritual y al coloquio con Dios. Toda su
vida no ha sido otra cosa que una continua oración y penitencia, lo cual no
impedía que sembrase a su alrededor felicidad y gran alegría entre aquellos que
escuchaban sus palabras, que eran llenas de sabiduría o de un extraordinario
sentido del humor. A través de sus cartas al Confesor, se descubren tremendos e
insospechables sufrimientos espirituales y físicos, seguidos de dicha inefable,
derivada de su intima y continua unión con Dios, que fomentaba su ardiente amor
por la Eucaristía y por la Santísima Virgen.
El Papa Juan
Pablo II lo conoció personalmente en 1947, poco después de su ordenación
sacerdotal. Según rumores, el Padre Pío profetizó que aquel joven sacerdote
sería un día Papa.
El Señor lo
llamó a recibir el premio celestial el 23 de Septiembre de 1968. Tenía 81 años.
Durante 4 días su cuerpo fue expuesto ante millares de personas que formaban
una enorme columna que no conoció interrupción hasta el momento del funeral, al
cual asistieron más de cien mil personas.
Millones
visitan su tumba en el pueblo de San Giovanni Rotondo, Italia. Entre ellos el
Papa Juan Pablo II. El P. Pío está sepultado en la cripta del Santuario de
Nuestra Señora de las Gracias, San Giovanni Rotondo. Es visitado por un número
siempre creciente de peregrinos de todo el mundo.
Los
preliminares de su Causa de Beatificación y Canonización se iniciaron en
noviembre de 1969. Declarado Venerable
el 18 de diciembre de 1997 y Beato, el 2 de mayo de 1999. Será declarado Santo
el 16 de junio de 2002, en la Plaza de San Pedro en Roma, por S.S. Juan Pablo
II.
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