"Virgen María de Guadalupe, dulce Señora
y Madre nuestra, nos volvemos a ti para agradecerte de todo corazón que hayas
querido que la canonización de tu fiel servidor, Juan Diego, "el más
pequeño de tus hijos", haya sido aquí, en tu "casita sagrada"
del Tepeyac.
"Madre, te pedimos
fervientemente que esta canonización sirva para para impulsar la Nueva
Evangelización en toda América y en el mundo entero. Que Juan Diego, a quien
podemos ya venerar como santo, sea un verdadero modelo de vida cristiana para
"todos los moradores de estas tierras y demás amadores tuyos que invocan
tu nombre".
Súplica a la Virgen de Guadalupe,
pronunciada por
el Santo Padre durante la Misa de
Canonización de San Juan Diego
el
31 de julio, 2002
EL NICAN MOPOHUA:
Es el relato de las Apariciones de
Nuestra Señora de Guadalupe al Beato Juan Diego, indígena azteca, ocurridas del
9 al 12 de diciembre de 1531. Escrito originalmente en la lengua náhuatl,
todavía en uso en varias regiones de México. Las dos palabras iniciales Nican
Mopohua se han usado por antonomasia para identificar este relato, aunque
muchos documentos indígenas comienzan igual. El título completo es: "Aquí
se cuenta se ordena como hace poco milagrosamente se apareció la Perfecta
Virgen Santa María, Madre de Dios, nuestra Reina; allá en el Tepeyac, de
renombre Guadalupe". Es la principal fuente de nuestro conocimiento del
Mensaje de la Sma. Virgen al Beato Juan Diego, a México y al Mundo. La copia
más antigua se halla en la Biblioteca Pública de Nueva York Rare Books and
Manuscripts Department. The New York Public Library, Astor,
Lenox and Tilden Foundation.
EL AUTOR:
Se atribuye a Don Antonio Valeriano
(1520?-1605?) sabio indígena aventajado discípulo de Fr. Bernardino de Sahagún.
Don Antonio recibió la historia de labios del vidente, muerto en 1548.
EL ARGUMENTO:
Se narra la Evangelización de una
cultura por la intervención de Dios y de la Santísima Virgen. Leyendo entre
líneas y más, desde la óptica náhuatl, se percata uno de cómo esta
Evangelización empapó hasta las más íntimas fibras de la cultura pre-hispánica.
Se lleva a cabo la unión de dos
pueblos irreconciliables. En la plenitud de los tiempos para América aparece
María Santísima portadora de Cristo. Hay una identificación de lo esencial de
la Biblia: Cristo, centro de la Historia- (Juan 3,14-16) con lo esencial del
Nican Mopohua (vv.26-27) y con lo esencial del mensaje glífico de la Imagen de
Nuestra Señora de Guadalupe: el Niño Sol que lleva en su vientre Santísimo.
LOS PROTAGONISTAS:
La Virgen que pide un templo para
manifestar a su Hijo. El Beato Juan Diego, vidente y confidente de la Sma.
Virgen. El Obispo Fr. Juan de Zumárraga a cuya Autoridad se confía el asunto.
El Tío del Beato Juan Diego, sanado milagrosamente. Los criados del Obispo que
siguen al Beato Juan Diego. Lo espían. La ciudad entera que reconoce lo
sobrenatural de la imagen y entrega su corazón a la Sma. Virgen.
LAS APARICIONES:
Relato de las apariciones de acuerdo
al Nican Mopohua, el escrito más antiguo que existe sobre las apariciones de la
Virgen de Guadalupe.
Primera Aparición:
Era sábado muy de madrugada cuando
Juan Diego venía en pos del culto divino y de sus mandatos a Tlatilolco.
Al llegar junto al cerrito llamado
Tepeyacac, amanecía; y oyó cantar arriba del cerro; semejaba canto de varios
pájaros; callaban a ratos las voces de los cantores; y parecía que el monte les
respondía. Su canto, muy suave y deleitoso, sobrepasaba al del coyoltótotl y
del tzinizcan y de otros pájaros lindos que cantan.
Se paró Juan Diego para ver y dijo
para sí: "¿Por ventura soy digno de lo que oigo?, ¿Quizás sueño?, ¿Me
levanto de dormir?, ¡Dónde estoy?, ¿Acaso en el paraíso terrenal, que dejaron
dicho los viejos, nuestros mayores?, ¿Acaso ya en el cielo?"
Estaba viendo hacia el oriente,
arriba del cerrillo, de donde procedía el precioso canto celestial.
Y así que cesó repentinamente y se
hizo el silencio, oyó que le llamaban de arriba del cerrito y le decían:
"Juanito, Juan Dieguito."
Luego se atrevió a ir a donde le
llamaban. No se sobresaltó un punto, al contrario, muy contento, fue subiendo
el cerrillo, a ver de dónde le llamaban.
Cuando llegó a la cumbre vio a una
señora, que estaba allí de pie y que le dijo que se acercara.
Llegado a su presencia, se maravilló
mucho de su sobrehumana grandeza: su vestidura era radiante como el sol; el
risco en que posaba su planta, flechado por los resplandores, semejaba una
ajorca de piedras preciosas; y relumbraba la tierra como el arco iris. Los
mezquites, nopales y otras diferentes hierbecillas que allí se suelen dar
parecían de esmeralda; su follaje, finas turquesas; y sus ramas y espinas
brillaban como el oro.
Se inclinó delante de ella y oyó su
palabra, muy suave y cortés, cual de quien atrae y estima mucho.
Ella le dijo: "¿Juanito, el mas
pequeño de mis hijos, dónde vas?"
El respondió: Señora y Niña mía,
tengo que llegar a tu casa de México Tlatilolco, a seguir las cosas divinas,
que nos dan y enseñan nuestros sacerdotes, delegados de Nuestro
Señor". Ella luego le habló y le
descubrió su santa voluntad. Le dijo: "Sabe y ten entendido, tú el más
pequeño de mis hijos, que yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero
Dios por quien se vive: del Creador cabe quien está todo: Señor del cielo y de
la tierra. Deseo vivamente que se me erija aquí un templo, para en él mostrar y
dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra piadosa
madre, a ti, a todos vosotros juntos los moradores de esta tierra y a los demás
amadores míos que me invoquen y en mi confíen; oír allí sus lamentos y remediar
todas sus miserias, penas y dolores.
Y para realizar lo que mi clemencia
pretende, ve al palacio del Obispo de México y le dirás cómo yo te envío a
manifestarle lo que deseo, que aquí me edifique un templo: le contarás
puntualmente cuanto has visto y admirado, y lo que has oído. Ten por seguro que
te lo agradeceré bien y lo pagaré, porque te haré feliz y merecerás mucho que
yo recompense el trabajo y fatiga con que vas a procurar lo que te encomiendo.
Mira que ya has oído mi mandato hijo mío el mas pequeño, anda y pon todo tu
esfuerzo."
Juan Diego contestó: Señora mía, ya
voy a cumplir tu mandato; por ahora me despido de ti, yo tu humilde
siervo."
Luego bajó, para ir a hacer su
mandato; y salió a la calzada que viene en línea recta a México."
Segunda Aparición:
Habiendo entrado sin delación en la
ciudad, Juan Diego se fue en derechura al palacio del obispo que era el prelado
que muy poco antes había venido y se llamaba Fray Juan de Zumárraga, religioso
de San Francisco. Apenas llegó trató de verle; rogó a sus criados que fueran a
anunciarle. Y pasado un buen rato, vinieron a llamarle, que había mandado el
señor Obispo que entrara.
Luego que entró, en seguida le dio el
recado de la Señora del Cielo; y también le dijo cuanto admiró, vio y oyó.
Después de oír toda su plática y su recado, pareció no darle crédito. El Obispo
le respondió; "Otra vez vendrás, hijo mío, y te oiré más despacio; lo veré
muy desde el principio y pensaré en la voluntad y deseo con que has
venido." Juan Diego salió y se vino triste, porque de ninguna manera se
realizó su mensaje. En el mismo día se volvió; se vino derecho a la cumbre del
cerrito, y acertó con la Señora del Cielo, que le estaba aguardando, allí mismo
donde le vio la primera vez: "Señora, la mas pequeña de mis hijas. Niña
mía, fui a donde me enviaste a cumplir tu mandato, le vi y le expuse tu
mensaje, así como me advertiste; me recibió benignamente y me oyó con atención;
pero en cuanto me respondió, apareció que no lo tuvo por cierto. Me dijo: Otra
vez vendrás, te oiré mas despacio, veré muy desde el principio el deseo y
voluntad con que has venido. Comprendí perfectamente en la manera que me
respondió que piensa que es quizás invención mía que tú quieres que aquí te
hagan un templo y que acaso no es de orden tuya; por lo cual te ruego
encarecidamente, Señora y Niña mía, que a alguno de los principales, conocido y
respetado y estimado, le encargues que lleve tu mensaje, para que le crean;
porque yo soy solo un hombrecillo, soy un cordel, soy una escalerilla de
tablas, soy cola, soy hoja, soy gente menuda, y tú, Niña mía, la mas pequeña de
mis hijas, Señora, me envías a un lugar por donde no ando y donde no paro.
Perdóname que te cause pesadumbre y caiga en tu enojo, Señora y Dueña
mía." Le respondió la Santísima Virgen: "Oye, hijo mío el mas
pequeño, ten entendido que son muchos mis servidores y mensajeros a quienes
puedo encargar que lleven mi mensaje y hagan mi voluntad; pero es de todo punto
preciso que tu mismo solicites y ayudes y que con tu mediación se cumpla mi
voluntad. Mucho te ruego, hijo mío el mas pequeño, y con rigor te mando, que
otra vez vayas mañana a ver al Obispo. Dale parte en mi nombre y hazle saber
por entero mi voluntad: que tiene que poner por obra el templo que le pido. Y
otra vez dile que yo en persona, la siempre Virgen Santa María, Madre de Dios,
te envía."
Respondió Juan Diego: "Señora y
Niña mía, no te cause yo aflicción; de muy buena gana iré a cumplir tu mandato;
de ninguna manera dejaré de hacerlo ni tengo por penoso el camino. Iré a hacer
tu voluntad, pero acaso no seré oído con agrado; o si fuese oído, quizás no me
creerá. Mañana en la tarde cuando se ponga el sol vendré a dar razón de tu
mensaje, con lo que responda el prelado. ya me despido, Hija mía, la mas
pequeña, mi Niña y Señora. Descansa entretanto". Luego se fue él a
descansar a su casa.
Tercera Aparición:
Al día siguiente, domingo muy de
madrugada, salió de su casa y se vino derecho a Tlatilolco a instruirse de las
cosas divinas y estar presente en la cuenta para ver en seguida al prelado.
casi a las diez, se aprestó, después de que se oyó Misa y se hizo la cuenta y
se dispersó el gentío. Al punto se fue Juan Diego al palacio del señor Obispo.
Apenas llegó, hizo todo empeño para verle: otra vez con mucha dificultad le
vio; se arrodilló a sus pies; se entristeció y lloró al exponerle el mandato de
la Señora del Cielo, que ojalá que creyera su mensaje y la voluntad de la
Inmaculada de erigirle su templo donde manifestó que lo quería. El señor
Obispo, para cerciorarse le preguntó muchas cosas, donde la vio y cómo era; y
el refirió todo perfectamente al señor Obispo. Más aunque explicó con precisión
la figura de ella y cuanto había visto y admirado, que en todo se descubría ser
ella la siempre Virgen Santísima Madre del Salvador Nuestro Señor Jesucristo;
sin embargo, el (Obispo) no le dio crédito y dijo que no solamente por su
plática y solicitud se había de hacer lo que pedía; que, además, era muy
necesaria alguna señal para que se le pudiera creer que le enviaba la misma
Señora del cielo. Así que lo oyó dijo Juan Diego al Obispo: "Señor, mira
cual ha de ser la señal que pides; que luego iré a pedírsela a la Señora del
Cielo que me envió acá." Viendo el Obispo que ratificaba todo sin dudar ni
retractar nada, le despidió. Mandó inmediatamente unas gentes de su casa, en
quienes podía confiar, que le vinieran siguiendo y vigilando mucho a dónde iba
y a quién veía y hablaba. Así se hizo. Juan Diego se vino derecho y caminó la
calzada; los que venían tras él, donde pasa la barranca, cerca del puente del
Tepeyacac, le perdieron; y aunque más buscaran por todas partes, en ninguna le
vieron. Así es que se regresaron, no solamente porque se fastidiaron, sino
también porque les estorbó su intento y les dio enojo. Eso fueron a informar al
señor Obispo, inclinándose a que no le creyera: le dijeron que nomás le
engañaba; que nomás forjaba lo que venía a decir, o que únicamente soñaba lo
que decía y pedía; y en suma discurrieron que si otra vez volvía le habían de
coger y castigar con dureza, para que nunca más mintiera y engañara. Entre
tanto, Juan Diego estaba con la Santísima Virgen, diciéndole la respuesta que
traía del señor Obispo; la que oída por la Señora le dijo: "Bien está
hijito mío, volverás aquí mañana para que lleves al Obispo la señal que te ha
pedido; con esto te creerá y acerca de esto ya no dudará ni de ti sospechará; y
sábete, hijito mío, que yo te pagaré tu cuidado y el trabajo y cansancio que
por mí has emprendido; ea, vete ahora, que mañana aquí te aguardo."
Cuarta Aparición:
"Al día siguiente, lunes, cuando
tenía que llevar Juan Diego alguna señal para ser creído, ya no volvió. Porque
cuando llegó a su casa, a un tío que tenía, llamado Juan Bernardino, le había
dado enfermedad, y estaba muy grave. Primero fue a llamar a un médico y le
auxilió; pero ya no era tiempo, ya estaba muy grave. Por la noche, le rogó su
tío que de madrugada saliera y viniera a Tlatilolco a llamar a un sacerdote,
que fuera a confesarle y disponerle, porque estaba muy cierto de que era tiempo
de morir y que ya no se levantaría ni sanaría. El martes, muy de madrugada, se
vino Juan Diego de su casa a Tlatilolco a llamar al sacerdote; y cuando venía
llegando al camino que sale junto a la ladera del cerrillo del Tepeyacac, hacia
el poniente por donde tenía costumbre de pasar, dijo: "Si me voy derecho,
no sea que me vaya a ver la Señora, y en todo caso me detenga, para que lleve
la señal al prelado, según me previno; que primero nuestra aflicción nos deje y
primero llame yo de prisa al sacerdote; el pobre de mi tío lo está ciertamente
aguardando." Luego dio vuelta al cerro; subió por entre él y pasó al otro
lado, hacia el oriente, para llegar pronto a México y que no le detuviera la
Señora del Cielo. Pensó que por donde dió la vuelta no podía verle la que está
mirando bien a todas partes. La vio bajar de la cumbre del cerrillo y que
estuvo mirando hacia donde antes él la veía. Salió a su encuentro a un lado del
cerro y le dijo: "¿Que hay, hijo mío el más pequeño?, ¿a dónde vas?".
Se apenó él un poco, o tuvo verguenza, o se asustó. Se inclinó delante de ella
y la saludó, diciendo: "Niña mía, la mas pequeña de mis hijas. Señora,
ojalá estés contenta. ¿Como has amanecido?, ¿Estás bien de salud, Señora y Niña
mía? Voy a causarte aflicción: sabe, Niña mía, que está muy malo un pobre
siervo tuyo, mi tío: le ha dado la peste, y está para morir. Ahora voy
presuroso a tu casa de México a llamar a uno de los sacerdotes amados de
Nuestro Señor, que vaya a confesarle y disponerle; porque desde que nacimos
vinimos a aguardar el trabajo de nuestra muerte. Pero sí voy a hacerlo, volveré
luego otra vez aquí, para ir a llevar tu mensaje. Señora y Niña mía, perdóname,
tenme por ahora paciencia; no te engaño. Hija mía la mas pequeña, mañana vendré
a toda prisa."
Después de oír la plática de Juan
Diego, respondió la piadosísima Virgen: "Oye y ten entendido hijo mío el
mas pequeño, que es nada lo que te asusta y aflije; no se turbe tu corazón; no
temas esa enfermedad, ni otra alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí?,
¿No soy tu Madre?, ¿No estás bajo mi sombra?, ¿No soy yo tu salud?, ¿No estás
por ventura en mi regazo?, ¿Qué mas has menester?. No te apene ni te inquiete
otra cosa; no te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá ahora de ella;
está seguro de que sanó." (Y entonces sanó su tío, según después se supo).
Cuando Juan Diego oyó estas palabras de la Señora del Cielo consoló mucho;
quedó contento. Le rogó que cuanto antes se despachara a ver al señor Obispo, a
llevarle alguna señal y prueba, a fin de que creyera. La Señora del Cielo le
ordenó luego que subiera a la cumbre del cerrito, donde antes la veía. Le dijo:
"Sube, hijo mío el mas pequeño, a la cumbre del cerrito; allí donde me
viste y te di órdenes, hallarás que hay diferentes flores; córtalas, júntalas,
recógelas; en seguida baja y tráelas a mi presencia." Al punto subió Juan
Diego al cerrillo. Y cuando llegó a la cumbre, se asombró mucho de que hubieran
brotado tantas varias exquisitas rosas de Castilla, antes del tiempo en que se
dan, porque a la sazón se encrudecía el hielo. Estaban muy fragantes y llenas
del rocío de la noche, que semejaba perlas preciosas. Luego empezó a cortarlas;
las juntó todas y las hecho en su regazo. La cumbre del cerrito no era lugar en
que se dieran ningunas flores, porque tenía muchos riscos, abrojos, espinas,
nopales y mezquites; y si se solían dar hierbecillas, entonces era el mes de
diciembre, en que todo lo come y echa a perder el hielo. Bajó inmediatamente y
trajo a la Señora del Cielo las diferentes flores que fue a cortar; la que, así
como las vio, las cogió con su mano y otra vez se las echó en el regazo,
diciéndole: "Hijo mío el mas pequeño, esta diversidad de flores es la
prueba y señal que llevarás al Obispo. Le dirás en mi nombre que vea en ella mi
voluntad y que él tiene que cumplirla. Tú eres mi embajador, muy digno de confianza.
Rigurosamente te ordeno que sólo delante del Obispo despliegues tu manta y
descubras lo que llevas. Contarás bien todo; dirás que te mandé subir a la
cumbre del cerrito, que fueras a cortar flores, y todo lo que viste y
admiraste, para que puedas inducir al prelado a que dé su ayuda, con objeto de
que se haga y erija el templo que he pedido." Después que la Señora del
Cielo le dio su consejo, se puso en camino por la calzada que viene derecho a
México; ya contento y seguro de salir bien, trayendo con mucho cuidado lo que
portaba en su regazo, no fuera que algo se le soltara de las manos, gozándose
en la fragancia de las variadas hermosas flores.
EL MILAGRO DE LA IMAGEN:
Al llegar Juan Diego al palacio del
Obispo salieron a su encuentro el mayordomo y otros criados del prelado. Les
rogó que le dijeran que deseaba verle; pero ninguno de ellos quiso, haciendo
como que no le oían, sea porque era muy temprano, sea porque ya le conocían,
que solo los molestaba, porque les era inoportuno; además ya les habían
informado sus compañeros que le perdieron de vista, cuando habían ido en su
seguimiento. Largo rato estuvo esperando Juan Diego. Como vieron que hacía
mucho que estaba allí, de pie, cabizbajo, sin hacer nada, decidieron llamarlo
por si acaso; además, al parecer traía algo que portaba en su regazo, por lo
que se acercaron a él, para ver lo que traía y satisfacerse. Viendo Juan Diego
que no les podía ocultar lo que traía, y que por eso le habían de molestar,
empujar y aporrear, descubrió un poco que eran flores; y al ver que todas eran
diferentes, y que no era entonces el tiempo en que se daban, se asombraron
muchísimo de ello, lo mismo de que estuvieran muy frescas, y tan abiertas, tan
fragantes y tan preciosas. Quisieron coger y sacarle algunas; pero no tuvieron
suerte las tres veces que se atrevieron a tomarlas; porque cuando iban a
cogerlas ya no se veían verdaderas flores, sino que les parecían pintadas o
labradas o cosidas en la manta. Fueron luego a decirle al señor Obispo lo que
habían visto y que pretendía verle el indito que tantas veces había venido; el
cual hacía mucho que por eso aguardaba, queriendo verle. Cayó, al oírlo, el
señor Obispo en la cuenta de que aquello era la prueba, para que se certificara
y cumpliera lo que solicitaba el indito. En seguida mandó que entrara a verle.
Luego que entró, se humilló delante de él, así como antes lo hiciera, y contó
de nuevo todo lo que había visto y admirado, y también su mensaje. (Juan Diego)
le dijo: "Señor, hice lo que me ordenaste, que fuera a decir a mi Ama, la
Señora del Cielo, Santa María preciosa Madre de Dios, que pedías una señal para
poder creerme que le has de hacer el templo donde ella te pide que lo erijas; y
además le dije que yo te había dado mi palabra de traerte alguna señal y prueba,
que me encargaste, de su voluntad. Condescendió a tu recado y acogió
benignamente lo que pides, alguna señal y prueba para que se cumpla su
voluntad. Hoy muy temprano me mandó que otra vez viniera a verte; le pedí la
señal para que me creyeras, según me había dicho que me la daría; y al punto lo
cumplió; me despachó a la cumbre del cerrillo, donde antes ya la viera, a que
fuese a cortar varias flores. Después que fui a cortarlas las traje abajo; las
cogió con su mano y de nuevo las echó en mi regazo, para que te las trajera y a
ti en persona te las diera. Aunque yo sabía bien que la cumbre del cerrillo no
es lugar para que se den flores, porque solo hay muchos riscos, abrojos,
espinas, nopales y mezquites, no por eso dudé. Cuando fui llegando a la cumbre
del cerrillo vi que estaba en el paraíso, donde había juntas todas las varias y
exquisitas rosas de castilla, brillantes de rocío, que luego fui a cortar. Ella
me dijo por qué te las había de entregar; y así lo hago, para que en ellas veas
la señal que me pides y cumplas su voluntad; y también para que aparezca la
verdad de mi palabra y de mi mensaje. Hélas aquí: recíbelas." Desenvolvió
luego su manta, pues tenía en su regazo las flores; y así que se esparcieron
por el suelo todas las diferentes flores, se dibujó en ella de repente la
preciosa imagen de la siempre Virgen Santa María, Madre de Dios, de la manera
que está y se guarda hoy en su templo del Tepeyacac, que se nombra Guadalupe.
Luego que la vio el señor Obispo, él y todos los que allí estaban, se arrodillaron;
mucho la admiraron; se levantaron a verla, se entristecieron y acongojaron,
mostrando que la contemplaron con el corazón y el pensamiento. El señor Obispo
con lágrimas de tristeza oró y le pidió perdón de no haber puesto en obra su
voluntad y su mandato. Cuando se puso de pie desató del cuello de Juan Diego,
del que estaba atada, la manta en que se dibujó y apareció la Señora del Cielo.
Luego la llevó y fue a ponerla en su oratorio. Un día mas permaneció Juan Diego
en la casa del Obispo, que aún le detuvo. Al día siguiente le dijo: "Ea, a
mostrar dónde es voluntad de la Señora del Cielo que le erijan su templo."
Inmediatamente se invitó a todos para hacerlo.
EL MISTERIO DE LOS OJOS DE LA VIRGEN:
El 27 de marzo de 1956. En lo que
constituye el primer reporte emitido por un médico sobre los ojos de la imagen,
él certifica la presencia del triple reflejo (Efecto de Samson-Purkinje)
característico de todo ojo humano normal vivo y afirma que las imágenes
resultantes se ubican exactamente donde deberían estar según el citado efecto,
y también que la distorsión de las imágenes concuerda perfectamente con la
curvatura de la córnea. Ese mismo año otro oftalmólogo, el Dr. Rafael Torrija
Lavoignet, examinó los ojos de la imagen ya con mas detenimiento y con la
utilización de un oftalmoscopio. El Dr. Lavoignet reporta la aparente figura
humana en las córneas de ambos ojos, con la ubicación y distorsión propias de
un ojo humano normal, notando además una inexplicable apariencia
"viva" de los ojos al ser examinados. Varias otras inspecciones de
los ojos han sido realizadas por médicos oftalmólogos luego de éstas iniciales.
Con mayores o menores detalles todas concuerdan en general con las dos primeras
aquí expuestas. en 1979, por el Dr. José Aste Tonsmann, un graduado de la
Universidad de Cornell trabajando para IBM en procesamiento digital de
imágenes, al digitalizar éste a altas resoluciones una muy buena fotografía de
la cara de la Virgen tomada directamente de la tilma original. Luego de
procesar las imágenes de los ojos por diversos métodos para eliminar
"ruidos" y destacar detalles el Dr. Tonsmann realizó lo que serían
increíbles descubrimientos: no solamente era claramente visible en ambos ojos
el "busto humano", sino también por lo menos otras cuatro figuras
humanas eran también visibles en ambos ojos.
El Dr. Aste Tonsmann publicará en
unos meses mas sus últimos estudios efectuados sobre los ojos en la tilma, con
completos detalles y fotografías. Quizás uno de los aspectos mas fascinantes de
su trabajo es su opinión de que Nuestra Señora no solo nos dejara su imagen
impresa como prueba de su aparición sino también ciertos mensajes que permanecieron
escondidos en sus ojos para ser revelados cuando la tecnología permitiese
descubrirlos y en el tiempo en que fueran mas necesarios.
APARICIÓN A JUAN BERNARDINO:
No bien señaló Juan Diego dónde había
mandado la Señora del Cielo que se levantara su templo, pidió licencia de irse.
Quería ahora ir a su casa a ver a su tío Juan Bernardino; el cual estaba muy
grave cuando le dejó y vino a Tlatilolco a llamar un sacerdote, que fuera a
confesarle y disponerle, y le dijo la Señora del Cielo que ya había sanado.
Pero no le dejaron ir solo, sino que le acompañaron a su casa. Al llegar vieron
a su tío que estaba muy contento y que nada le dolía. Se asombró mucho de que
llegara acompañado y muy honrado su sobrino; a quien preguntó la causa de que
así lo hicieran y que le honraran mucho. Le respondió su sobrino que, cuando
partió a llamar al sacerdote que le confesara y dispusiera, se le apareció en
el Tepeyacac la Señora del Cielo; la que, diciéndole que no se afligiera que ya
su tío estaba bueno, con mucho se consoló, le despachó a México, a ver al señor
Obispo, para que le edificara una casa en el Tepeyacac. Manifestó su tío ser
cierto que entonces le sanó y que la vio del mismo modo en que se aparecía a su
sobrino; sabiendo por Ella que le había enviado a México a ver al Obispo.
También entonces le dijo la Señora de cuando él fuera a ver al Obispo, le
revelara lo que vio y de que manera milagrosa le había sanado; y que bien le
nombraría, así como bien había de nombrarse su bendita imagen, la siempre
Virgen Santa María de Guadalupe.
Trajeron luego a Juan Bernardino a
presencia del señor obispo; a que viniera a informarle y atestiguar delante de
él. A ambos, a él y a su sobrino, los hospedó el Obispo en su casa algunos
días, hasta que se erigió el templo de la Reina en el Tepeyacac, donde la vio
Juan Diego. El señor Obispo trasladó a la Iglesia Mayor la santa imagen de la
amada Señora del Cielo: la sacó del oratorio de su palacio donde estaba, para
que toda la gente viera y admirara su imagen.
SAN JUAN DIEGO:
"Juanito, Juan Dieguito",
le llamó la Virgen, "el mas pequeño de mis hijos
EL CULTO GUADALUPANO:
Su culto, localizado en un principio
en el valle de México, más tarde se extendió por todo el vasto territorio de la
Nueva España y aún más allá, y por todas partes dejó muy vivas manifestaciones
de su presencia. De una devoción circunscrita, en sus inicios, a los naturales,
pasó a ser la de los mestizos y los criollos, y pronto se universalizó. Todo
ello testimoniado por las muchas reproducciones de su imagen, por los templos y
altares que se le levantaron, por las obras devotas, teológicas, históricas y
literarias que a Ella se dedicaron.
SIGNIFICADO DEL GUADALUPANISMO:
La virgen de Guadalupe, con gran
regocijo popular, fue reconocida por el papado y la monarquía española como la
patrona de Nueva España. El nuevo culto proporcionó fundamento espiritual
autónomo para la iglesia Mexicana, pues a partir de entonces se afirmó la idea
de que la cristiandad Americana surgió, gracias a la intervención de la virgen
de Guadalupe. Los criollos, los indígenas y las castas se unieron en la
veneración de la Guadalupana, que representaba a la patria criolla. Esta
veneración se convirtió en factor de unidad nacional. La imagen sería invocada
y expuesta como un remedio contra las sequías, las inundaciones y las epidemias
y, mas tarde, los insurgentes la adoptaron como estandarte político. De este
modo surgió un símbolo nacional, reconocido por la inmensa mayoría de
habitantes de Nueva España, símbolo que liberó a los criollos de su origen
español, los desligó de España y les permitió identificarse con la tierra donde
vivían.
LAS ESTRELLAS DEL MANTO:
En el manto de la Virgen de Guadalupe
se encuentra representado con mucha fidelidad, el cielo del solsticio de
invierno de 1531 que tuvo lugar a las 10:40 del martes 12 de diciembre, hora de
la ciudad de México. Están representadas todas las constelaciones, que se
extienden en el cielo visible a la hora de la salida del sol, y en el momento
en que Juan Diego enseña su tilma (capa azteca) al obispo Zumárraga. En la
parte derecha del manto se encuentran las principales constelaciones del cielo
del Norte.
En el lado izquierdo las del Sur,
visibles en la madrugada del invierno desde el Tepeyac. El Este se ubica arriba
y el Oeste en la porción inferior. Como el manto está abierto, hay otros
agrupamientos estelares que no están señalados en la imagen, pero se encuentran
presentes en el cielo. Así la Corona Boreal, se ubica en la cabeza de la
Virgen, Virgo en su pecho, a la altura de las manos, Leo en su vientre, justo
sobre el signo del Nahui Ollin, con su principal astro denominado Régulo, el
pequeño rey. Gemini, los gemelos, se encuentran a la altura de las rodillas, y
Orión, donde está el Ángel. En resumen, en el manto de la Guadalupana se pueden
identificar las principales estrellas de las constelaciones de invierno. Todas
ellas en su lugar, con muy pequeñas modificaciones.
LA IMAGEN DESDE EL PUNTO DE VISTA
ESTÉTICO:
Con respecto a un análisis de la
pintura de la Virgen de Guadalupe, puede decirse que se trata de un cuadro de
belleza extraordinaria. De acuerdo con Alberti, en una pintura debe observarse
en términos generales el color, la línea y la composición. Con respecto a esta
última, se define como la unión armónica de las partes para formar un todo,
constituyendo unidad en la diversidad de los objetos. Una de las formas más
bellas de lograrla, es por medio de la llamada proporción dorada, áurea o
divina. Está formada por un cuadrado al que se le agrega un rectángulo, para
formar un espacio donde el lado menor corresponde al mayor en una relación de 1
a 1.6181... denominada número áureo".
Partiendo de la costura central de la
Tilma de Juan Diego, la proporción dorada se identifica con evidente claridad
en la imagen de la Virgen de Guadalupe. Ella le confiere una especial belleza y
además, al coincidir en su desarrollo, con prácticamente todos los elementos de
la figura, refuerza su integridad y refuta de manera contundente, la extraña
idea de que se le han hecho añadidos. Es también un importante argumento, para
demostrar el gran valor estético de la imagen, a la que no se le puede añadir
ni quitar de su lugar ningún elemento, sin deteriorar su belleza. Hace también
improbable, desde el punto de vista estadístico, que se encuentren en la
pintura tantas señales de diferentes disciplinas, y que hayan sido fruto de la
casualidad.
TEOLOGÍA DEL ACONTECIMIENTO
GUADALUPANO:
La palabra Teología da idea de
experiencias y comunicaciones en torno a Dios. El Acontecimiento Guadalupano es
una compleja y rica irrupción de Dios en nuestro mundo. María de Guadalupe se
presenta como la Madre de Dios, con los nombres con que es conocido por los
mexicas, aztecas habitantes del Valle de México. Se da a conocer como Madre de
"In huel nelli Teotl" -Verdadero Dios que es Raíz de Todo-, de
"Ipalnemohuani" -Aquel por Quien Vivimos y Todo se Mueve-, de
"Teyocoyani" -Creador de las Personas-, de "Tloque
Nahuaque" -Creador del Cerca y del Junto-, de "Ilhuicahua in
tlacticpaque" -Señor del Cielo y de la Tierra. Es importantísimo descubrir
la manifestación de Dios a través de todo el Evento Guadalupano. Los colores,
los números, los nombres, los símbolos, los procedimientos, los resultados...
Es decir, a la luz de la cultura y religión mexica.
El Evento Guadalupano es un verdadero
Evangelio. Esta palabra, proveniente del griego, quiere decir "Buenas
Noticias". Y en verdad el Acontecimiento encierra diferentes Buenas
Nuevas, y no solo una. La Virgen de Guadalupe -Tlecuauhtlapcopeuh- es "La
que Procede de la Región de la Luz como Aguila de Fuego-. Y el Fuego que la
transforma en Sol es el Niño-Sol que lleva en su seno. Es la Noticia portadora
de Alegría. Es Buena Noticia porque Guadalupe reivindica a Juan Diego en su
dignidad de persona, de protagonista responsable, capaz de llevar una
encomienda a su culminación exitosa. Su Buena Noticia es una palabra eficaz.
Cura sin duda al tío Bernardino que ya agoniza a causa de una enfermedad
mortal. Juan Bernardino personifica al Pueblo Mexicano conquistado, abatido,
contagiado. Pero Guadalupe transforma al Tepeyacac en un jardín de raras,
exquisitas, frescas, aromáticas y significativas rosas. No era tiempo ni el
lugar apropiado para que las hubiera. Nuestra Señora transforma también el
corazón de quien se ubicaba en el Centro Religioso Fray Juan de Zumárraga, para
aceptar las indicaciones que vienen desde la periferia. Tlatelolco reconocería
la fuerza de lo verdadero que emerge del mundo de los conquistados. De todos
ellos se hará Eco y Voz Santa María de Guadalupe desde el TEPEYAC.
LA FIESTA
Para los mexicanos la fiesta de la
Virgen de Guadalupe es la más importante a nivel nacional. Un gran número de
personas desde diferentes puntos del país acuden en peregrinación hasta el
santuario o Basílica de Guadalupe utilizando diferentes medios de transporte,
ya que estos van desde el ir en automóvil, autobús, bicicleta o simplemente a
pie, lo hacen con la finalidad de dar gracias por los favores recibidos, para
solicitarle ayuda o simplemente por tradición.
En la explanada de afuera del templo
puedes ver danzas prehispánicos, de la época colonial o bien un tanto modernos,
si bien todos los asistentes coinciden en una cosa, el gran amor que le
profesan a la "morenita"; la noche previa al gran día la virgencita
recibe en su casa "mañanitas" de parte de un gran número de personas,
todas ellas dispuestas a manifestar ese gran amor que sienten por ella por
medio de cantos (ahí puedes ver a gran número de artistas y grupos de famosos
cantándole a su reina y madre del cielo).
El pasado 12 de Diciembre de 1998, la
Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe recibió la visita de aproximadamente 6
millones de fieles.
Pío X en 1910, la declaró
"Celestial Patrona de América Latina" y Pío XII la llamó en 1945,
Emperatriz de las Américas.
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