San Moisés
Profeta del
Antiguo Testamento
Moisés y Abraham son los dos
personajes más famosos del Antiguo Testamento. Los dos más grandes amigos de
Dios en la antigüedad.
Moisés fue libertador del pueblo de
Israel.
La historia de Moisés se encuentra en
el segundo libro de la S. Biblia, el Libro del Exodo, uno de los libros más
hermosos y emocionantes de toda la literatura universal. Ningún buen cristiano
debería quedarse sin leer el Exodo no sólo una vez sino muchas veces. Su
lectura le hará un gran provecho a su alma.
Cuenta el libro del Exodo que empezó
a gobernar a Egipto un faraón que no quería a los israelitas y dio una ley
mandando que todo niño varón que naciera había que matarlo. Y un día nació una
bellísimo niño de la tribu de Leví. Sus padres lo escondieron para que no lo
fueran a matar los soldados del faraón, pero como el niño lloraba y podían
oírlo desde la calle, dispuso entonces la madre echarlo entre un canasto, que
ella había forrado con brea por fuera, y dejarlo flotando sobre las aguas del
río Nilo.
Y sucedió que fue la hija del faraón
a bañarse al río Nilo y al ver el canasto sobre el agua mandó un nadador a que
lo sacara. Y allí encontró el hermoso niño que lloraba. Se compadeció de él y
en ese momento llegó la hermanita del niño, que estaba escondido entre los
matorrales de la orilla observando, y le propuso que ella lo podía conseguir
una señora para que criara al niño. La hija del rey aceptó y fue llamada la
mamá a quien la princesa le pagó para que criara al pequeñín, al cual le puso
por nombre Moisés, que significa: salvado de las aguas.
La hija del faraón adoptó a Moisés
como príncipe y lo hizo educar en el palacio del rey donde se educaban los que
iban a ser gobernantes de la nación. Esta educación tan esmerada le sirvió
mucho después para saber gobernar muy bien al pueblo de Israel.
Cuando Moisés fue mayor, un día vio
que un egipcio atormentaba a un israelita y por defender al israelita hirió
gravemente al egipcio. Lo supo el rey y lo iba a mandar matar, y entonces
Moisés salió huyendo hacia el desierto.
En el desierto encontró a unas
pastoras que no podían dar de beber a sus rebaños porque unos pastores muy
matones se lo impedían. Como él era un buen luchador las defendió y les
permitió dar de beber a sus ovejas. Las muchachas le contaron esto a su padre y
el buen hombre mandó llamar a Moisés y lo encargó de cuidar sus rebaños en el
desierto. Allí estuvo por siete años, dedicado a la meditación y a la oración,
y ese tiempo le fue muy útil porque pudo conocer muy bien el desierto por donde
más tarde iba a conducir al pueblo de Israel.
Moisés se casó con Séfora, la hija
del dueño de las ovejas, y de ella tuvo dos hijos: Eliécer y Gerson.
Un día mientras cuidaba las ovejas en
el desierto vio Moisés que un montón de espinas ardían entre llamaradas pero no
se quemaban. Lleno de curiosidad se acercó para ver qué era lo que pasaba y una
voz le dijo: "Moisés, Moisés, quítate las zandalias porque el sitio que
estás pisando es sagrado".
Le preguntó: ¿Quién eres Tú Señor?
La voz le respondió: Yo soy el Dios
de Abraham, de Isaac y de Jacob. He oído las lamentaciones de mi pueblo de
Israel y he dispuesto bajar a ayudarlos. He dispuesto liberarlos de la
esclavitud de Egipto y llevarlos a una tierra que mana leche y miel. Yo te
enviaré al faraón para que los deje salir en libertad.
Moisés preguntó: ¿Señor, y si me
preguntan cuál es tu nombre, qué les diré?
El Señor le respondió: Yo soy Yahvé.
Yo soy el que soy. Irás a los israelitas y les dirás: "Yahvé, que es el
Dios de Abraham, Isaac y Jacob me envía a vosotros". Luego reunirás a los
ancianos de Israel, y con ellos irás al faraón a pedirle que deje salir libre
al pueblo. El faraón se negará pero yo haré toda clase de prodigios para que
los dejen salir".
Moisés dijo al Señor: ¿Y qué
demostración les voy a hacer para que sepan que sí voy de parte de Dios?
El Señor le respondió: Echa al suelo
tu vara de pastor. Moisés lanzó al suelo su vara o bastón que se convirtió en
serpiente.
Dios le dijo: Toma la serpiente por
la cola.
La agarró y se volvió otra vez
bastón.
Dios le dijo: esta será una de las
señales con las cuales yo te voy a apoyar para que te crean.
Moisés le dijo a Nuestro Señor:
"Yo tengo dificultad para hablar. ¿Por qué no mandas a otro?". El
Señor le dijo: "Tu hermano Aarón, que sí tiene facilidad para hablar, te
ayudará".
Moisés se volvió a Egipto y junto con
su hermano Aarón reunió a los ancianos de Israel y les contó lo que le había
mandado el Señor Dios. Y convirtió el bastón en serpiente para demostrarles que
sí venía de parte de Dios.
Se fueron donde el faraón a pedirle
que dejara salir en libertad al pueblo de Israel pero el faraón no quiso acepar
sino que más bien esclavizó más a los israelitas y les puso trabajos más
pesados, haciendo ladrillos. El pueblo clamó a Dios y Dios los escuchó y mandó las
terribles diez plagas de Egipto.
La primera plaga consistió en que las
aguas del Nilo se convirtieron en sangre, al ser tocadas por el bastón de
Moisés. La segunda plaga fue una espantosa invasión de ranas por todas las
casas. El faraón se asustó, pero apenas Moisés obtuvo que se acabara la plaga,
ya no dejó salir al pueblo. La tercera, una nube inmensa de mosquitos que
molestaban a todo el mundo. La cuarta, unos tábanos o abejones que picaban muy
duro. La quinta plaga, una peste que mató el ganado. La sexta, úlceras por todo
el cuerpo en la gente. La séptima plaga, una terrible granizada que destruyó
los cultivos. La octava, las langostas que llegaron por millones y arrasaron
con todo. La novena, tres días de tinieblas. Y la décima y más terrible, la
muerte de todos los hijos mayores o primogénitos de las familias de Egipto.
Ante esta calamidad, el faraón se asustó y dejó salir al pueblo de Israel.
Cuando el faraón asustado dio la
orden de que los israelitas podían salir de Egipto donde estaban como esclavos,
todos ellos se apresuraron a abandonar el país con sus animales y cuanto tenían
dirigidos por Moisés. Pero al llegar al Mar Rojo vieron que el ejército egipcio
venía a perseguirlos. Asustados clamaron a Dios y entonces el Señor mandó a
Moisés que tocara con su bastón el mar. Inmediatamente se abrieron las aguas en
dos grandes murallas y el pueblo pasó a pie por terreno seco hasta la otra
orilla. El ejército del faraón quiso pasar también, pero por orden de Dios,
Moisés tocó otra vez con su bastón las aguas y estas se cerraron y ahogaron a
todo el ejército perseguidor. En ese día el pueblo aumentó su fe en Dios y
creyó en Moisés su profeta.
En el desierto faltó el agua y el
pueblo se moría de sed. Moisés, por orden del Señor, golpeó con su bastón una
roca y de ella brotó una fuente de agua en la cual bebió todo el pueblo y
bebieron sus ganados.
La gente empezó a sufrir hambre y a
protestar. Entonces Dios hizo llover del cielo un pan blanco y agradable. La
gente al verlo decía: ¿Maná? (que en su idioma significa ¿Qué es esto?). Dios
le dijo a Moisés: "Este es el pan con el cual los voy a alimentar mientras
se encuentran en el desierto". Y así durante 40 años el maná fue el
alimento prodigioso que los libró de morirse de hambre.
Moisés subió al Monte Sinaí y allí
Dios le dio los diez mandamiento, escritos en dos tablas de piedra. Y prometió
que quien los cumpla tendrá siempre sus bendiciones y su ayuda.
Moisés tuvo que sufrir mucho porque
el pueblo era rebelde y muy inclinado al mal, pero Dios se le aparecía y
hablaba con él como un amigo de mucha confianza. Inspirado por Nuestro Señor
dio Moisés al pueblo unas leyes sumamente sabias que fueron después muy útiles
para conservarlos en las buenas costumbres y preservarlos en la fe.
Cuando el pueblo pecaba y Dios se
proponía castigarlo, Moisés oraba por el pueblo pecador y Dios los perdonaba.
Cuando los enemigos venían a atacarlos, Moisés se iba al monte a rezar.
Mientras él rezaba con las manos levantadas triunfaba el ejército de Israel.
Pero cuando Moisés dejaba de rezar, era derrotado el pueblo de Dios. Por eso
entre dos hombre le tenían los brazos levantados para que no dejara de orar
mientras duraba la batalla. Es que por ser tan amigo de Dios, conseguía de El
cuanto le pedía en la oración.
Dios lo hizo subir a un Monte desde
donde pudo ver la Tierra Prometida. Y allí murió y lo enterraron los ángeles.
Nunca más hubo otro hombre que hablara con Dios de tú a tú, como Moisés y que
hiciera tantos milagros y prodigios. Hasta que llegó Nuestro Señor Jesucristo,
nuevo Moisés, pero muchísimo más poderoso y santo que él, porque Jesús es a la
vez Dios y hombre.
La Biblia dice que en la antigüedad
no hubo un hombre tan humilde y tan manso como Moisés. Que este gran amigo de
Dios nos consiga de Nuestro Señor la gracia de ser mansos y humildes, y de permanecer
siempre amigos de Dios hasta el último momento de nuestra vida y después para
siempre en el cielo. Amen.
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