San Joaquín
y Santa Ana
Los padres
de la Virgen María, 26 de julio
Un matrimonio santo
Martirologio Romano: Memoria de san
Joaquín y santa Ana, padres de la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, cuyos
nombres se conservaron gracias a la tradición de los cristianos.
Breves Biografías
San Joaquín
Joaquín (Yahvé prepara) fue el padre
de la Virgen María, madre de Dios. Según San Pedro Damián, deberíamos tener por
curiosidad censurable e innecesaria el inquirir sobre cuestiones que los
evangelistas no tuvieron a bien relatar, y, en particular, acerca de los padres
de la Virgen.
Con todo, la tradición, basándose en
testimonios antiquísimos y muy tempranamente, saludó a los santos esposos
Joaquín y Ana como padre y madre de la Madre de Dios.
Ciertamente, esta tradición parece
tener su fundamento último en el llamado Protoevangelio de Santiago, en el
Evangelio de la Natividad de Santa María y el Pseudomateo o Libro de la
Natividad de Santa María la Virgen y de la infancia del Salvador; este origen
es normal que levantara sospechas bastante fundadas.
No debería olvidarse, sin embargo,
que el carácter apócrifo de tales escritos, es decir, su exclusión del canon y
su falta de autenticidad no conlleva el prescindir totalmente de sus
aportaciones.
En efecto, a la par que hechos poco
fiables y legendarios, estas obras contienen datos históricos tomados de
tradiciones o documentos fidedignos; y aunque no es fácil separar el grano de
la paja, sería poco prudente y acrítico rechazar el conjunto indiscrimadamente.
Algunos comentaristas, que opinan que
la genealogía aportada por San Lucas es la de la Virgen, hallan la mención de
Joaquín en Helí (Lucas, 3, 23; Eliachim, es decir, Jeho-achim), y explican que
José se había convertido a los ojos de la ley, a fuer de su matrimonio, en el
hijo de Joaquín. Que esa sea el propósito y la intención del evangelista es más
que dudoso, lo mismo que la identificación propuesta entre los dos nombres Helí
y Joaquín.
Tampoco se puede afirmar con certeza,
a pesar de la autoridad de los Bollandistas, que Joaquín fuera hijo de Helí y
hermano de José; ni tampoco, como en ocasiones se dice a partir de fuentes de
muy dudoso valor, que era propietario de innumerables cabezas de ganado y
vastos rebaños.
Más interesantes son las bellas
líneas en las que el Evangelio de Santiago describe, cómo, en su edad provecta,
Joaquín y Ana hallaron respuesta a sus oraciones en favor de tener
descendencia.
Es tradición que los padres de Santa
María, que aparentemente vivieron primero en Galilea, se instalaron después en
Jerusalén; donde nació y creció Nuestra Señora; allí también murieron y fueron
enterrados.
Una iglesia, conocida en distintas
épocas como Santa María, Santa María ubi nata est, Santa María in Probática,
Sagrada Probática y Santa Ana fue edificada en el siglo IV, posiblemente por
Santa Elena, en el lugar de la casa de San Joaquín y Santa Ana, y sus tumbas
fueron allí veneradas hasta finales del siglo IX, en que fue convertida en una
escuela musulmana.
La cripta que contenía en otro tiempo
las sagradas tumbas fue redescubierta en 1889. San Joaquín fue honrado muy
pronto por los griegos, que celebran su fiesta al día siguiente de la de la
Natividad de Ntra. Señora. Los latinos tardaron en incluirlo en su calendario,
donde le correspondió unas veces el 16 de septiembre y otras el 9 de diciembre.
Asociado por Julio II [el de la
capilla Sixtina] al 20 de marzo, la solemnidad fue suprimida unos cinco años
después, restaurada por Gregorio XV (1622), fijada por Clemente XII (1738) en
el domingo posterior a la Asunción, y fue finalmente León XIII [el de la Rerum
Novarum] quien, el 1 de agosto de 1879, dignificó la fiesta de estos esposos
que se celebró por separado hasta la última reforma litúrgica.
Santa Ana
Ana (del hebreo Hannah, gracia) es el
nombre que la tradición ha señalado para la madre de la Virgen. Las fuentes son
las mismas que en el caso de San Joaquín. Aunque la versión más antigua de
estas fuentes apócrifas se remonta al año 150 d.C., difícilmente podemos
admitir como fuera de toda duda sus variopintas afirmaciones con fundamento en
su sola autoridad.
En Oriente, el Protoevangelio gozó de
gran autoridad y de él se leían pasajes en las fiestas marianas entre los
griegos, los coptos y los árabes. En Occidente, sin embargo, como ya te
adelanté con San Joaquín, fue rechazado por los Padres de la Iglesia hasta que
su contenido fue incorporado por San Jacobo de Vorágine a su Leyenda Áurea en
el siglo XIII.
A partir de entonces, la historia de
Santa Ana se divulgó en Occidente y tuvo un considerable desarrollo, hasta que
Santa Ana llegó a convertirse en uno de los santos más populares también para
los cristianos de rito latino.
El Protoevangelio aporta la siguiente
relación: En Nazaret vivía una pareja rica y piadosa, Joaquín y Ana. No tenían
hijos. Cuando con
ocasión de cierto día festivo Joaquín
se presentó a ofrecer un sacrificio en el templo, fue arrojado de él por un tal
Rubén, porque los varones sin descendencia eran indignos de ser admitidos.
Joaquín entonces, transido de dolor,
no regresó a su casa, sino que se dirigió a las montañas para manifestar su
sentimiento a Dios en soledad. También Ana, puesta ya al tanto de la prolongada
ausencia de su marido, dirigió lastimeras súplicas a Dios para que le levantara
la maldición de la esterilidad, prometiendo dedicar el hijo a su servicio.
Sus plegarias fueron oídas; un ángel
se presentó ante Ana y le dijo: "Ana, el Señor ha visto tus lágrimas;
concebirás y darás a luz, y el fruto de tu seno será bendecido por todo el
mundo". El ángel hizo la misma promesa a Joaquín, que volvió al lado de su
esposa. Ana dio a luz una hija, a la que llamó Miriam.
Dado que esta narración parece
reproducir el relato bíblico de la concepción del profeta Samuel, cuya madre
también se llamaba Hannah, la sombra de la duda se proyecta hasta en el nombre
de la madre de María.
El célebre Padre John de Eck de
Ingolstadt, en un sermón dedicado a Santa Ana (pronunciado en París en 1579),
aparenta conocer hasta los nombres de los padres de Santa Ana. Los llama
Estolano (Stollanus) y Emerencia (Emerentia).
Afirma que la santa nació después de
que Estolano y Emerencia pasaran veinte años sin descendencia; que San Joaquín
murió poco después de la presentación de María en el templo; que Santa Ana casó
después con Cleofás, del cual tuvo a María de Cleofás; la mujer de Alfeo y madre
de los apóstoles Santiago el Menor, Simón y Judas Tadeo, así como de José el
Justo.
Después de la muerte de Cleofás, se
dijo que casó con Salomas, de quien trajo al mundo a María Salomé (la mujer de
Zebedeo y madre de los apóstoles Juan y Santiago el Mayor).
La misma leyenda espuria se halla en
los textos de Gerson y en los de muchos otros. Allí surgió en el siglo XVI una
animada controversia sobre los matrimonios de Santa Ana, en la que Baronio y
Belarmino defendieron su monogamia.
En Oriente, al culto a Santa Ana se
le puede seguir la pista hasta el siglo IV. Justiniano I hizo que se le
dedicara una iglesia. El canon del oficio griego de Santa Ana fue compuesto por
San Teófanes, pero partes aún más antiguas del oficio son atribuidas a Anatolio
de Bizancio.
Su fiesta se celebra en Oriente el 25
de julio, que podría ser el día de la dedicación de su
primera iglesia en Constantinopla o
el aniversario de la llegada de sus supuestas reliquias a esta ciudad (710).
Aparece ya en el más antiguo
documento litúrgico de la Iglesia Griega, el Calendario de
Constantinopla (primera mitad del
siglo VIII). Los griegos conservan una fiesta común de San Joaquín y Santa Ana
el 9 de septiembre.
En la Iglesia Latina, Santa Ana no
fue venerada, salvo, quizás, en el sur de Francia, antes del siglo XIII. Su
imagen, pintada en el siglo
VIII y hallada más tarde en la
Iglesia de Santa María la Antigua de Roma, acusa la influencia bizantina.
Su fiesta, bajo la influencia de la
Leyenda Áurea, se puede ya rastrear (26 de julio) en el siglo XIII, en Douai.
Fue introducida en Inglaterra por Urbano VI el 21 de noviembre de 1378, y a
partir de entonces se extendió a toda la Iglesia occidental. Pasó a la Iglesia
Latina universal en 1584.
Santa Ana es la patrona de Bretaña.
Su imagen milagrosa (fiesta, 7 de marzo) es venerada en Notre Dame d´Auray, en
la diócesis de Vannes.
También en Canadá -donde es la
patrona principal de la provincia de Québec- el santuario de Santa Ana de
Beaupré es muy famoso.
Santa Ana es patrona de las mujeres
trabajadoras; se la representa con la Virgen María en su regazo, que también
lleva en brazos al Niño Jesús. Es además la patrona de los mineros, que
comparan a Cristo con el oro y con la plata a María.
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