1ro. de Agosto
San Alfonso M. de Ligorio
(1696 - 1787)
Alfonso significa: "listo para
el combate".
Nació cerca de Nápoles el 27 de
septiembre de 1696. Sus padres fueron Don José, Marqués de Ligorio y Capitán de
la Armada naval, y Doña Ana Cabalieri.
Nuestro santo fue el primogénito de
siete hermanos, cuatro varones y tres niñas. Siendo aún niño fue visitado por
San Francisco Jerónimo el cual lo bendijo y anunció: "Este chiquitín
vivirá 90 años, será obispo y hará mucho bien".
A los 16 años, caso excepcional
obtiene el grado de doctor en ambos derechos, civil y canónico, con notas
sobresalientes en todos sus estudios.
Para conservar la pureza de su alma
escogió un director espiritual, visitaba frecuentemente a Jesús Sacramentado,
rezaba con gran devoción a la Virgen y huía como de la peste de todos los que
tuvieran malas conversaciones.
Su padre, que deseaba hacer de él un
brillante político, lo hizo estudiar varios idiomas modernos, aprender música,
artes y detalles de la vida caballeresca. Y en su profesión de abogado iba
obteniendo resaltantes triunfos. Pero todo esto no lo dejaba satisfecho, por el
gran peligro que en el mundo existe de ofender a Dios.
A sus compañeros les repetía:
"Amigos, en el mundo corremos peligro de condenarnos".
Más tarde escribiría: "Las
vanidades del mundo están llenas de amargura y desengaños. Lo sé por propia y
amarga experiencia"
Su padre quería casarlo con alguna
joven de familia muy distinguida para que formara un hogar de alta clase
social. Pero cada vez que le preparaban algún noviazgo, la novia tenía que exclamar:
"Muy noble, muy culto, muy atento, pero... ¡Vive más en lo espiritual que
en lo material!.
Hubo un pleito famoso entre el Doctor
Orsini y el gran duque de Toscana. El Dr. Alfonso defendía al de Orsini. Su
exposición fue maravillosa, brillante. Sumamente aplaudida. Creía haber
obtenido el triunfo para su defendido. Pero apenas terminada su intervención,
se le acerca el jefe de la parte contraria, le alarga un papel y le dice:
"Todo lo que nos ha dicho con tanta elocuencia cae de su base ante este documento".
Alfonso lo lee, y exclama:
"Señores, me he equivocado", y sale de la sala diciendo en su
interior: "Mundo traidor, ya te he conocido. En adelante no te serviré ni
un minuto más".
Se encierra en su cuarto y está tres
días sin comer. No hace sino rezar y llorar.
Después se dedica a visitar enfermos,
y un día en un hospital de incurables le parece que Jesús le dice:
"Alfonso, apártate del mundo y dedícate sólo a servirme a mí".
Emocionado le responde: "Señor, ¿qué queréis que yo haga?".
Y se dirige luego a la Iglesia de
Nuestra Señora de la Merced y ante el sagrario hace voto de dejar el mundo. Y
como señal de compromiso deja su espada ante el altar de la Sma. Virgen.
Pero tuvo que sostener una gran lucha
espiritual para convencer a su padre, el cual cifraba en este hijo suyo,
brillantísimo abogado, toda la esperanza del futuro de su familia. "Fonso
mío - le decía llorando - ¿Cómo vas a dejar tu familia? - y él respondía:
Padre, el único negocio que ahora me interesa es el de salvar almas".
Al fin, a los 30 años de edad logra
ser ordenado sacerdote. Desde entonces se dedica trabajar con las gentes de los
barrios más pobres de Nápoles y de otras ciudades. Reúne a los niños y a la
gente humilde, al aire libre y les enseña catecismo.
Su padre que gozaba oyendo sus
discursos de abogado, ahora no quiere ir a escuchar sus sencillos sermones
sacerdotales. Pero un día entra por curiosidad a escucharle una de sus
pláticas, y sin poderse contener exclama emocionado: "Este hijo mío me ha
hecho conocer a Dios". Y esto lo repetirá después muchas veces.
Se le reunieron otros sacerdotes y
con ellos, el 9 de noviembre de 1752, fundó la Congregación del Santísimo
Redentor (o Padres Redentoristas). Y a imitación de Jesús se dedicaron a
recorrer ciudades, pueblos y campos predicando el evangelio. Su lema era el de
Jesús: "Soy enviado para evangelizar a los pobres".
Durante 30 años, con su equipo de
misioneros, recorre campos, pueblos, ciudades, provincias, permaneciendo en
cada sitio 10 o 15 días predicando, para que no quedara ningún grupo sin ser
instruido y atendido espiritualmente.
La gente al ver su gran espíritu de
sacrificio, corría a su confesionario a pedirle perdón de sus pecados. Solía
decir que el predicador siembra y el confesor recoge la cosecha.
Es admirable como a San Alfonso le
alcanzaba el tiempo para hacer tantas cosas. Predicaba, confesaba, preparaba
misiones y escribía. Hay una explicación: Había hecho votos de no perder ni un
minuto de su tiempo. Y aprovechaba este tesoro hasta lo máximo. Al morir deja
111 libros y opúsculos impresos y 2 mil manuscritos. Durante su vida vio 402
ediciones de sus obras.
Su obra ha sido traducida a 70
lenguas, y ya en vida llegó a ver más de 40 traducciones de sus escritos.
Para su libro más famoso, Las Glorias
de María, empezó San Alfonso a recoger materiales cuando tenía 38 años de edad,
y terminó de escribirlo a los 54 años, en 1750. Su redacción le gastó 16 años.
San Alfonso M. de LigorioSus obras
las escribió en sus últimos 35 años, que fueron años de terribles sufrimientos.
En 1762 el Papa lo nombró obispo de
Santa Agueda. Quedó aterrado y dijo que renunciaba a ese honor.Pero el Papa no
le aceptó la renuncia. "Cúmplase la Voluntad de Dios. Este sufrimiento por
mis pecados" - exclamó - y aceptó. Tenía 66 años.
Estuvo 13 años de obispo. Visitó cada
dos años los pueblos. En cada pueblo de su diócesis hizo predicar misiones, y
él predicaba el sermón de la Virgen o el de la despedida.
Vino el hambre y vendió todos sus
utensilios, hasta su sombrero y anillo y la mula y el carro del obispo para dar
de comer a los hambrientos.
Cuando le aceptaron su renuncia de
obispo exclamó: Bendito sea Dios que me ha quitado una montaña de mis hombros.
Dios lo probó con enfermedades. Fue
perdiendo la vista y el oído. "Soy medio sordo y medio ciego - decía -
pero si Dios quiere que lo sea más y más, lo acepto con gusto".
Su delicia era pasar las horas junto
al Santísimo Sacramento. A veces se acercaba al sagrario, tocaba a la
puertecilla y decía: "¿Jesús, me oyes?"
Le encantaba que le leyeran Vidas de
Santos. Un hermano tras otro pasaban a leerle por horas y horas.
Preguntaba: ¿Ya rezamos el rosario?
Perdonadme, pero es que del Rosario depende mi salvación . "Traedme, a
Jesucristo", decía, pidiendo la comunión.
San Alfonso muere el 1 de agosto de
1787, (Tenía 90 años).
El Papa Gregorio XVI lo declara Santo
en 1839. El Papa Pío IX lo declara Doctor de la Iglesia en 1875.
Para un devoto de la Virgen ninguna
lectura más provechosa que Las Glorias de María de San Alfonso.
No hay gente débil y gente fuerte en
lo espiritual, sino gente que no reza y gente que sí sabe rezar.
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