Santa Mónica
Madre de San Agustín
(Año 332- 387)
Mónica, la madre de San Agustín,
nació en Tagaste (África del Norte) a unos 100 km de la ciudad de Cartago en el
año 332.
Formación.
Sus padres encomendaron la formación
de sus hijas a una mujer muy religiosa y estricta en disciplina. Ella no las
dejaba tomar bebidas entre horas (aunque aquellas tierras son de clima muy
caliente ) pues les decía : "Ahora cada vez que tengan sed van a tomar
bebidas para calmarla. Y después que sean mayores y tengan las llaves de la
pieza donde esta el vino, tomarán licor y esto les hará mucho daño."
Mónica le obedeció los primeros años pero, después ya mayor, empezó a ir a
escondidas al depósito y cada vez que tenía sed tomaba un vaso de vino. Más
sucedió que un día regañó fuertemente a un obrero y éste por defenderse le
gritó ¡Borracha ! Esto le impresionó profundamente y nunca lo olvidó en toda su
vida, y se propuso no volver a tomar jamás bebidas alcohólicas. Pocos meses
después fue bautizada ( en ese tiempo bautizaban a la gente ya entrada en años)
y desde su bautismo su conversión fue admirable.
Su esposo.
Ella deseaba dedicarse a la vida de
oración y de soledad pero sus padres dispusieron que tenía que esposarse con un
hombre llamado Patricio. Este era un buen trabajador, pero de genio terrible,
además mujeriego, jugador y pagano, que no tenía gusto alguno por lo
espiritual. La hizo sufrir muchísimo y por treinta años ella tuvo que aguantar
sus estallidos de ira ya que gritaba por el menor disgusto, pero éste jamás se
atrevió a levantar su mano contra ella. Tuvieron tres hijos : dos varones y una
mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la
hizo sufrir por varias décadas.
La fórmula para evitar discusiones.
En aquella región del norte de Africa
donde las personas eran sumamente agresivas, las demás esposas le preguntaban a
Mónica porqué su esposo era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad,
pero que nunca la golpeaba, y en cambio los esposos de ellas las golpeaban sin
compasión. Mónica les respondió : "Es que, cuando mi esposo está de mal
genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo. Y
como para pelear se necesitan dos y yo no acepto entrar en pelea, pues....no
peleamos".
Viuda, y con un hijo rebelde.
Patricio no era católico, y aunque
criticaba el mucho rezar de su esposa y su generosidad tan grande hacia los
pobres, nunca se opuso a que dedicará de su tiempo a estos buenos oficios.y
Quizás, el ejemplo de vida de su esposa logro su conversión. Mónica rezaba y
ofrecía sacrificios por su esposo y al fin alcanzó de Dios la gracia de que en
el año de 371 Patricio se hiciera bautizar, y que lo mismo hiciera su suegra,
mujer terriblemente colérica que por meterse demasiado en el hogar de su nuera
le había amargado grandemente la vida a la pobre Mónica. Un año después de su
bautizo, Patricio murió, dejando a la pobre viuda con el problema de su hijo
mayor.
El muchacho difícil.
Patricio y Mónica se habían dado
cuenta de que Agustín era extraordinariamente inteligente, y por eso decidieron
enviarle a la capital del estado, a Cartago, a estudiar filosofía, literatura y
oratoria. Pero a Patricio, en aquella época, solo le interesaba que Agustín
sobresaliera en los estudios, fuera reconocido y celebrado socialmente y
sobresaliese en los ejercicios físicos. Nada le importaba la vida espiritual o
la falta de ella de su hijo y Agustín, ni corto ni perezoso, fue alejándose
cada vez más de la fe y cayendo en mayores y peores pecados y errores.
Una madre con carácter.
Cuando murió su padre, Agustín tenía
17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez más preocupantes del
comportamiento de su hijo. En una enfermedad, ante el temor a la muerte, se
hizo instruir acerca de la religión y propuso hacerse católico, pero al ser
sanado de la enfermedad abandonó su propósito de hacerlo. Adoptó las creencias
y prácticas de una la secta Maniquea, que afirmaban que el mundo no lo había
hecho Dios, sino el diablo. Y Mónica, que era bondadosa pero no cobarde, ni
débil de carácter, al volver su hijo de vacaciones y escucharle argumentar
alsedades contra la verdadera religión, lo echó sin más de la casa y cerró las
puertas, porque bajo su techo no albergaba a enemigos de Dios.
La visión esperanzadora.
Sucedió que en esos días Mónica tuvo
un sueño en el que se vio en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su
hijo, Se le acercó un personaje muy resplandeciente y le dijoÑ "tu hijo
volverá contigo", y enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró a su
hijo el sueño y él le dijo lleno de orgullo, que eso significaba que ello
significaba que se iba a volver maniquea, como él. A eso ella respondió:
"En el sueño no me dijeron, la madre irá a donde el hijo, sino el hijo
volverá a la madre". Su respuesta tan hábil impresionó mucho a su hijo
Agustín, quien más tarde consideró la visión como una inspiración del cielo.
Esto sucedió en el año 437. Aún faltaban 9 años para que Agustín se
convirtiera.
La célebre respuesta de un Obispo.
En cierta ocasión Mónica contó a un
Obispo que llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar
a sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El obispo le respondió:
"Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas
lágrimas". Esta admirable respuesta y lo que oyó decir en el sueño, le
daban consuelo y llenaban de esperanza, a pesar de que Agustín no daba la más
mínima señal de arrepentimiento.
El hijo se fuga, y la madre va trás
de él.
A los 29 años, Agustín decide irse a
Roma a dar clases. Ya era todo un maestro. Mónica se decide a seguirle para
intentar alejarlo de las malas influencias pero Agustín al llegar al puerto de
embarque, su hijo por medio de un engaño se embarca sin ella y se va a Roma sin
ella. Pero Mónica, no dejándose derrotar tan fácilmente toma otro barco y va
tras de él.
Un personaje influyente.
En Milán; Mónica conoce al santo más
famoso de la época en Italia, el célebre San Ambrosio, Arzobispo de la ciudad.
En él encontró un verdadero padre, lleno de bondad y sabiduría que le impartió
sabios. Además de Mónica, San Ambrosio también tuvo un gran impacto sobre
Agustín, a quien atrajo inicialmente por su gran conocimiento y poderosa
personalidad. Poco a poco comenzó a operarse un cambio notable en Agustín,
escuchaba con gran atención y respeto a San Ambrosio, desarrolló por él un
profundo cariño y abrió finalmente su mente y corazón a las verdades de la fe
católica.
La conversión tan esperada.
En el año 387, ocurrió la conversión
de Agustín, se hizo instruir en la religión y en la fiesta de Pascua de
Resurrección de ese año se hizo bautizar.
Puede morir tranquila.
Agustín, ya convertido, dispuso
volver con su madre y su hermano, a su tierra, en África, y se fueron al puerto
de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que
anhelaba es esta vida, que era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir
tranquila. Y sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, mientras madre e
hijo admiraban el cielo estrellado y platicaban sobre las alegrías venideras
cuando llegaran al cielo, Mónica exclamó entusiasmada: " ¿ Y a mí que más
me amarra a la tierra? Ya he obtenido de Dios mi gran deseo, el verte
cristiano." Poco después le invadió una fiebre, que en pocos días se
agravó y le ocasionaron la muerte. Murió a los 55 años de edad del año 387.
A lo largo de los siglos, miles han
encomendado a Santa Mónica a sus familiares más queridos y han conseguido
conversiones admirables.
En algunas pituras, está vestida con
traje de monja, ya que por costumbre así se vestían en aquél tiempo las mujeres
que se dedicaban a la vida espiritual, despreciando adornos y vestimentas
vanidosas). También la vemos con un bastón de caminante, por sus muchos viajes
tras del hijo de sus lágrimas. Otros la han pintado con un libro en la mano,
para rememorar el momento por ella tan deseado,
la conversión definitiva de su hijo, cuando por inspiración divina abrió
y leyó al azar una página de la Biblia.
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