Se llama así porque nació en la
ciudad de Dant, en Polonia.
Cuando era estudiante los compañeros
le decían que el ayunar y dejar de comer carne era dañoso para la salud, y les
respondía que los antiguos monjes nunca comían carne y ayunaban muchas veces y
llegaban hasta los ochenta años llenos de salud física y mental.
Un día estando almorzando vio pasar
por frente a la puerta a un mendigo muy hambriento. Salió y le regaló su
almuerzo. Sintió entonces una alegría tan grande al recordar que quien atiende
al pobre, atiende a Cristo, que después cuando sea profesor de la universidad,
todos los días le dará un almuerzo a un pobre. Cuando alguien le decía:
"Ya viene el pobre", él añadía: "Ya viene Jesucristo",
porque recordaba lo que dijo Jesús: "Yo les diré: tuve hambre y me dieron
de comer. Porque todo favor que han hecho a cualquiera de estos mis humildes
hermanos, yo lo recibo como si me lo hubieran hecho a Mí en persona" (Mt.
25, 40).
Siendo joven sacerdote lo nombraron profesor
de la universidad. Pero otros sintieron envidia contra él por este cargo, e
hicieron que lo nombraran como párroco de un pueblo lejano. Allá se hizo querer
tanto, que el día que lo trasladaron otra vez hacia la capital, centenares de
feligreses lo acompañaron por varios kilómetros, dando grandes demostraciones
de tristeza. Él se despidió de ellos con estas palabras: "La tristeza no
es provechosa. Si algún bien les he hecho en estos años canten un himno de
acción de gracias a Dios, pero vivan siempre alegres y contentos, que así lo
quiere Dios".
Nuevamente lo nombraron profesor de
la Universidad de Cracovia (que es la segunda ciudad de Polonia) y durante
muchos años dio allí la clase de Sagrada Escritura o explicación de la Santa
Biblia. Su fama llegó a ser sumamente grande.
Los ratos libres los dedicaba a
visitar pobres y enfermos. Lo que ganaba estaba a disposición de los pobres de
la ciudad, que muchas veces lo dejaron en la ruina.
En las discusiones repetía lo que
decía San Agustín: "Combatimos el pecado pero amamos al pecador. Atacamos
el error, pero no queremos violencia contra nadie, la violencia siempre hace
daño, en cambio la paciencia y la bondad abren las puertas de los
corazones".
Cuando predicaba acerca del pecado
lloraba al recordar la ingratitud de los pecadores hacia Dios, y la gente al
verlo llorar se conmovía y cambiaba de conducta.
A sus alumnos les repetía estos
consejos: "Cuídense de ofender, que después es difícil hacer olvidar la
ofensa. Eviten murmurar, porque después resulta muy difícil devolver la fama
que se ha quitado".
Sus alumnos y sus beneficiados
recordaron con gratitud su nombre por muchos años. Fueron centenares los
sacerdotes formados espiritualmente por él. La gente lo llamaba: "el padre
de los pobres".
Sintiendo que llegaba la muerte y
siendo ya muy anciano, dejó todas las demás actividades y se dedicó únicamente
a prepararse bien antes de morir. Y el 24 de diciembre de 1473, rodeado por sus
muy amados profesores de la universidad, después de recibir los santos
sacramentos, murió santamente.
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