San Timoteo,
obispo y mártir. Año 97.
San TimoteoTimoteo significa: tengo un gran
respeto a Dios.
San Timoteo
fue un discípulo muy amado de san Pablo. Era de Listra. Los Hechos de los
Apóstoles dicen: Había en Listra un discípulo llamado Timoteo, hijo de una
mujer judía creyente y de padre griego. Los creyentes de la ciudad y de los
alrededores daban de él muy buenos testimonios. Pablo quiso que se fuera con
él.
San Pablo le
impuso las manos y le confió el misterio de la predicación, y en adelante lo
consideró siempre como un hijo suyo y un discípulo muy amado. En la carta a los
Corintios, el apóstol lo llama "Timoteo: mi hijo amado" (1 Cor. 4,7)
y de la misma manera lo llama en las dos cartas que le escribió a él.
Timoteo
acompañó a San Pablo en su segundo y tercer viajes misioneros. El apóstol al
escribirle más tarde le recordará lo buena que fue su familia: "Quiero
refrescar el recuerdo de la gran fe que había en tu familia: en tu abuela Loida
y en tu madre Eunice. Que esa fe se conserve en ti, ya que desde tu más tierna
infancia te hicieron leer y meditar las Sagradas Escrituras" (1 Tim.
1,5;4,14)
La familia
de Timoteo progresó mucho en santidad cuando San Pablo y San Bernabé estuvieron
hospedados en su casa en Listra. Y allí aquella ciudad les sucedió a los dos
apóstoles un hecho muy singular.
Las gentes
al ver cómo Pablo curó instantáneamente a un tullido, bendiciéndolo en nombre
de Jesucristo, se imaginaron que estos predicadores eran dos dioses disfrazados
de homjbres.
Que Bernabé,
por alto y elegante, era Júpiter, y que Pablo, por lo bien que hablaba, era
Mercurio, el mensajero de los dioses y patrono de los oradores. Y corrieron a
llamar a los sacerdotes del Templo de Júpiter, los cuales llegaron trayendo un
toro para ofrecérselo en sacrificio a los dos dioses. San Pablo se dio cuenta
del engaño en que estaban, y rasgándose la camisa les gritó: "Hombres,
nosotros no somos dioses, somos pobres criaturas como todos ustedes."
Y entonces
la situación cambió por completo. Los judíos incitaron al populacho contra los
predicadores y los apedrearon dejándolos medio muertos. Fueron llevados a casa
de Timoteo y allí les hicieron las curaciones más necesarias y en la madrugada
salieron de la ciudad. Seguramente que a Timoteo le debió impresionar muy
profundamente el modo tan extraordinariamente heroico y alegre que tenía San
Pablo para ofrecer sus padecimientos por amor a Dios y por la salvación de las
almas, y esto lo movió más y más a dedicarse a seguirlo en sus trabajos de apostolado.
Después de
viajar con él en sus correrías de predicación por varios países, Timoteo
acompañó a San Pablo en la prisión que tuvo que sufrir en Roma, pues en las
cartas que desde Roma escribió el gran apóstol anuncia que lo está acompañando
Timoteo, su fiel discípulo.
Muy famosas
son las dos cartas de San Pablo a Timoteo. En ellas le recomienda: "Que
nadie te desprecie por tu juventud. Muéstrate en todo un modelo para los
creyentes, por la palabra, la conducta, la caridad, la pureza y la fe"(1
Tim. 4,12) y hasta desciende a detalles prácticos: "Timoteo: no tomes sólo
agua. Mézclale de vez en cuando un poco de vino, por tus continuos males de
estómago" (1 Tim. 5,23).
El
historiador Eusebio dice que San Pablo nombró a Timoteo como obispo de Efeso, y
San Juan Crisóstomo afirma que fue nombrado presidente de los obispos de esa
región. Se cuenta también que en tiempos del emperador Domiciano, hacia el año
97, Timotio fue martirizado, apaleado y apedreado por haber tratado de impedir
una fiesta muy corrompida en aquella ciudad.
San Juan
Crisóstomo y San Jerónimo narran que junto a los restos o reliquias de San
Timoteo, los cristianos obtenían muy grandes favores de Dios (y ojalá los
obtengamos también hoy nosotros al recordarlo con cariño).
Lo que más
simpatía le atrae a San Timoteo es haber sido discípulo siempre fiel y muy
preferido del gran San Pablo. (Que bueno que él nos prendiera un poquito de su
aprecio por las palabras de tan gran apóstol).
No hay comentarios:
Publicar un comentario