22 de Enero
San Vicente
Mártir
Año 304
San Vicente:
¡que nos consigas del cielo la gracia de Dios
que nos
vuelva muy valientes para proclamar nuestra fe!
San
VicenteVicente significa: "Vencedor, victorioso".
San Vicente
era un diácono español, y su martirio se hizo tan famoso que San Agustín le
dedicó cuatro sermones y dice de él que no hay provincia donde no le celebren
su fiesta. Roma levantó tres iglesias en honor de San Vicente y el Papa San
León lo estimaba muchísimo. El poeta Prudencio compuso en honor de este mártir
un himno muy famoso.
Era diácono
o ayudante del obispo de Zaragoza, San Valerio. (Diácono es el grado
inmediatamente inferior al sacerdocio). Como el obispo tenía dificultades para
hablar bien, encargaba a Vicente la predicación de la doctrina cristiana, lo
cual hacía con gran entusiasmo y consiguiendo grandes éxitos por su elocuencia
y su santidad.
El emperador
Diocleciano decretó la persecución contra los cristianos, y el gobernador
Daciano hizo poner presos al obispo Valerio y a su secretario Vicente y fueron
llevados prisioneros a Valencia. No se atrevieron a juzgarlos en Zaragoza
porque allí la gente los quería mucho. En la cárcel les hicieron sufrir mucha
hambre y espantosas torturas para ver si renegaban de la religión. Pero cuando
fueron llevados ante el tribunal, Vicente habló con tan grande entusiasmo en
favor de Jesucristo, que el gobernador regañó a los carceleros por no haberlo
debilitado más con más atroces sufrimientos. Les ofrecieron muchos regalos y
premios si dejaban la religión de Cristo y se pasaban a la religión pagana. El
obispo encargó a Vicente para que hablara en nombre de los dos, y éste dijo:
"Estamos dispuestos a padecer todos los sufrimientos posibles con tal de
permanecer fieles a la religión de Nuestro Señor Jesucristo". Entonces el
perseguidor Daciano desterró al obispo y se dedicó a hacer sufrir a Vicente las
más espantosas torturas para tratar de hacerlo abandonar su santa religión.
El primer
martirio fue un tormento llamado "el potro", que consistía en
amarrarles cables a los pies y a las manos y tirar en cuatro direcciones
distintas al mismo tiempo. Este tormento hacía que se desanimaran todos los que
no fueran muy valientes. Pero Vicente, fiel a su nombre, que también significa
"valeroso", aguantó este terrible suplicio rezando y sin dejar de
proclamar su amor a Jesucristo.
El segundo
tormento fue apalearlo. El cuerpo de Vicente quedó masacrado y envuelto en
sangre. Pero siguió declarando que no admitía más dioses que el Dios verdadero,
ni más religión sino la de Cristo. El mismo jefe de los verdugos se quedó
admirado ante el valor increíble de este mártir.
Entonces el
gobernador le pidió que ahora sí le dijera dónde estaban las Sagradas
Escrituras de los cristianos para quemarlas. Vicente dijo que prefería morir
antes que decirle este secreto.
Y vino el
tercer tormento: la parrilla al rojo vivo. Lo extendieron sobre una parrilla
calientísima erizada de picos al rojo vivo. Los verdugos echaban sal a sus
heridas y esto le hacía sufrir mucho más. Y en todo este feroz tormento,
Vicente no hacía sino alabar y bendecir a Dios.
San Agustín
dice: "El que sufría era Vicente, pero el que le daba tan grande valor era
Dios. Su carne al quemarse le hacía llorar y su espíritu al sentir que sufría
por Dios, le hacía cantar". Si no hubiera sido porque Nuestro Señor le
concedió un valor extraordinario, Vicente no habría sido capaz de aguantar
tantos tormentos. Pero Dios cuando manda una pena, concede también el valor
para sobrellevarla.
El tirano
mandó que lo llevaran a un oscuro calabozo cuyo piso estaba lleno de vidrios
cortantes y que lo dejaran amarrado y de pie hasta el día siguiente para
seguirlo atormentando para ver si abandonaba la religión de Cristo. El poeta
Prudencio dice: "El calabozo era un lugar más negro que las mismas
tinieblas; un covacho que formaban las estrechas piedras de una bóveda inmunda;
era una noche eterna donde nunca penetraba la luz".
Interviene
Dios. Pero a medianoche el calabozo se llenó de luz. A Vicente se le soltaron
las cadenas. El piso se cubrió de flores. Se oyeron músicas celestiales. Y una
voz le dijo: "Ven valeroso mártir a unirte en el cielo con el grupo de los
que aman a Nuestro Señor". Al oír este hermoso mensaje, San Vicente se
murió de emoción. el carcelero se convirtió al cristianismo, y el perseguidor
lloró de rabia al día siguiente al sentirse vencido por este valeroso diácono.
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