San Valero
(Valero de Zaragoza) fue Obispo de Zaragoza (siglo IV), maestro de San Vicente
Mártir y confesor de la fe cristiana. Es el santo patrón de la ciudad de
Zaragoza, en la cual se veneran sus reliquias desde el siglo XII. Su fiesta se
celebra el día 29 de enero, siendo tradicional la degustación de roscones con
tal motivo; a esta fecha alude el dicho zaragozano "San Valero, ventolero
y rosconero".
Los
documentos no nos dicen mucho de él. Sí que sabemos que estuvo presente en el
primer concilio español del que existe noticia: el de Elvira, en Granada
(ca.306). Prudencio añade que era su diácono Vicente, muerto en Valencia que le
acompañó en su cautiverio hasta la ciudad del Turia durante la persecución de
Diocleciano, y en donde salvó la vida, ignoramos por qué causa concreta. Así
mientras Vicente recibe el nombre de "mártir", Valero recibe el
apelativo de "confesor" al reconocer ante los romanos su fe sin haber
alcanzado el martirio.
La tradición
posterior, más novelesca, nos dice que San Valero era de difícil palabra, acaso
un poco tartamudo; y que, en el tribunal valenciano, ello dirigió la atención
principal al fogoso Vicente, que quiso hablar por ambos y pagó con la vida su
atrevido discurso.
Después de
la invasión musulmana, cuando acababa, prácticamente, de nacer el Reino de
Aragón, llegaron noticias de que se habían descubierto sus restos en el
Pirineo. Se supuso, entonces, que el obispo había sido exiliado a aquellas
tierras poco hospitalarias. En 1050, lo que se creyó era su cuerpo venerable
fue llevado a la sede episcopal de Roda de Isábena, entonces cabeza eclesial de
Aragón.
Cuando las
tropas de Alfonso I y de Gastón de Bearn entraron en Zaragoza en 1118, la
restauración de la mitra cristiana exigía, casi, la presencia física de las
reliquias valerianas. El capítulo de Roda fue generoso y envió, en sucesivos
momentos, primero un brazo y, más tarde, el cráneo del obispo confesor (éste,
en 1170, bajo el cetro ya de Alfonso II).
Hubo más de
un obispo cesaraugustano con este nombre, en la Edad Antigua. Y no hay duda
-por las Actas del Concilio de Elvira- acerca de que era un Valero quien
gobernaba la diócesis a comienzos del siglo IV.
Un retrato
ideal de este obispo lo encontramos en el magnífico busto-relicario, de plata y
esmaltes, regalado por Benedicto XIII a la seo de Zaragoza en el s. XV, y que
seguramente reproduce los rasgos del propio Papa. Se expone permanentemente en
el retablo mayor de dicha catedral de Zaragoza, junto a los de S. Vicente y S.
Lorenzo.
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