ANUNCIACIÓN
DEL SEÑOR
DicMA
SUMARIO:
I.
Actualidad litúrgica
II. Datos
históricos y teológicos de la celebración
III.
Interpretación exegética de la anunciación:
1. El género
literario;
2. Análisis
exegético de la pericopa
IV.
Comentario homilético actualizado:
1. El Hijo
del Altísimo e Hijo de Dios;
2. La hija
de Sión, madre y sierva.
I.
Actualidad litúrgica
La fiesta de
la Anunciación del Señor tiene su propio significado original. Guarda una
estrecha relación con la fiesta de Navidad. Pero los historiadores y los
liturgistas admiten que no hay elementos suficientes para determinar cuál ha
sido el influjo y el predominio entre las dos fechas. La anunciación se
inscribe bajo el signo del realismo de la encarnación y en la dimensión de la
historia de la salvación. No es un elemento de devoción o una reflexión
teológica sobre el depósito de la revelación. Es ante todo y sustancialmente un
acontecimiento y como tal tiene que destacarse sobre las demás celebraciones.
Dice que el Verbo se ha hecho carne y plantó su tienda entre los hombres (cf Jn
1,14); que quiso mostrarse en la fragilidad de la desnudez y del rebajamiento
(Flp 2,5-8).
La visita
del Señor a su pueblo había sido anunciada de antemano con insistencia; no
había dudas sobre su venida. Seguía siendo un misterio el modo en que
aparecería el Señor. Y aquí es donde se manifestó la novedad. No pasó por entre
los hombres, sino que se detuvo; no se dirigió a los hombres desde fuera, sino
que se hizo humanidad y lo asumió todo desde dentro. Un Dios de los hombres,
que habla y actúa en el corazón mismo de la experiencia humana. En nuestro momento
histórico, en que se parte cada vez más del hombre, de su descubrimiento, de su
significado, de su centralidad, el acontecimiento de la encarnación es un hecho
de extraordinaria actualidad. Es la propuesta de Dios que abre a la historia
humana dimensiones infinitas. La finitud humana sigue estando siempre
disponible a ser signo, incluso de la presencia personal de Dios. A pesar de
seguir siendo el totalmente Otro, Dios se ha hecho hombre y hay que buscarlo
por tanto en la realidad de los hombres. La historia de la salvación está
dominada y caracterizada por una opción desconcertante de Dios: la encarnación.
Todo el misterio cristiano está bajo el signo del Dios-hombre. Por eso la
solemnidad litúrgica de la Anunciación del Señor no es solamente el comienzo,
sino la clave de lectura y de comprensión de todo lo que viene después. La
exaltación de Jesús, que hace de él el Señor para siempre, no tiene que atenuar
nunca el misterio del hombre Jesús, ya que "cuando vino la plenitud del
tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para
que... recibiésemos la adopción de hijos" (Gál 4,4-5).
II. Datos
históricos y teológicos de la celebración
Parece ser
que no existe ninguna mención cierta de una celebración del día de la Anunciación
hasta el X concilio de Toledo (año 656). Este concilio no habla tampoco de modo
explícito de una fiesta de la Anunciación; constata que la madre del Verbo no
tiene todavía una fiesta que se celebre en todas partes el mismo día. En España
hay una gran festivitas gloriosae Matris, pero se fija en días diferentes.
Entre estas fechas está la del 25 de marzo, pero hay también otras, por ejemplo
durante el adviento. Parece ser que se encontraban frente a una fiesta de la
maternidad virginal, vinculada estrechamente bien con la concepción de Jesús
(25 de marzo), bien con su nacimiento (tiempo de adviento).
Es probable
que ya en el s. iv, en Palestina, hubiera una fiesta en la que se celebrase la
encarnación y consiguientemente la anunciación. Efectivamente, se sabe que
santa Elena edificó una gran basílica sobre el lugar donde la tradición situaba
la casa y la gruta de la Virgen. Pues bien, en cada basílica se conmemoraba el
misterio correspondiente 1.
¿Por qué
precisamente la fecha del 25 de marzo? Prescindiendo de su correlación con el
día de Navidad, el 25 de marzo es el equinoccio de primavera. Desde los tiempos
de Tertuliano había tradiciones que recordaban esta fecha como la de la
creación del mundo (también a veces como la de la creación del hombre) y de la
concepción de Cristo. Posteriormente se añadió también a ello la conmemoración
de la muerte de Cristo. A ello parece aludir igualmente san Agustín. Calculando
sobre la simbología de los números, dice que la gestación perfecta comprendería
el período exacto de nueve meses y seis días. Esto es lo que se pudo verificar
para la perfección del cuerpo de Cristo: "... Sicut a majoribus traditum
suspiciens Ecclesiae custodit auctoritas. Octavo enim kalendas apriles [25 de
marzo] conceptus creditus, quo et passuss... Natus autem traditur octavo
kalendas januarias [25 de diciembre]" (De Trinitate IV, 5,9: PL 42,834).
También el Sacramentario Gregoriano preadriano (edición Mohlberg) refiere:
"... VIII kalendas apriles Adnunciacio Sanctae Dei Genitricis et Passio
ejusdem Domini".
Hay que
distinguir con cuidado entre la fiesta de la Anunciación como recuerdo festivo
del hecho y la fiesta del 25 de marzo. En la iglesia existió siempre la
primera, al menos desde los tiempos de la institución de Navidad, de la que es
inseparable. En el s. v tenemos algunos sermones natalicios de san Pedro
Crisólogo y de san León Magno; algunos de ellos tienen como objeto directo no
ya el nacimiento de Cristo, sino el anuncio del ángel. También el himno /
Akáthistos fue compuesto para la fiesta de la Anunciación.
En los
últimos siglos la denominación oficial de la fiesta ha sido: "Annuntiatio
b. Mariae Virginis". En la época más antigua se usaban además otras
expresiones, como: "Annuntiatio angeli ad b. Mariam Virgiñem". Pero
sobre todo se hace mención de Jesús, ya que la fiesta más antigua debió ser en
recuerdo del Señor. He aquí algunos títulos: "Annuntiatio Domini",
"Annuntiatio Christi" e incluso "Conceptio Christi". Pero
la referencia intensa a María hizo que ya desde muy antiguo fuese una fiesta en
honor de la Virgen.
La gran
variedad de' fechas va ligada a la concepción del año litúrgico y eclesiástico.
En oriente no había una idea muy rígida en este sentido; por ello las fiestas
de los santos y las de la Virgen estaban esparcidas a lo largo de todo el año.
En occidente, por el contrario, sobre todo en España, no solían celebrarse
fiestas de santos durante el período cuaresmal. De aquí la decidida fijación de
la fecha de la Anunciación el día 18 de diciembre, en pleno período de adviento.
En Roma fueron más posibilistas. El antiguo Misal Gelasiano y el Gregoriano
tienen la fiesta de la Anunciación el 25 de marzo, lo mismo que en oriente. En
la liturgia de las témporas de adviento se recuerda la anunciación. Y se
introduce tardíamente, el 18 de diciembre, una festividad denominada
"Expectatio partus". En estos últimos siglos se llega a una
homogeneidad en la fecha de la Anunciación, el 25 de marzo.
Con la
reforma litúrgica posterior al concilio Vat II la festividad ha recobrado su
nombre más verdadero, debido a una profunda motivación teológica: Anunciación
del Señor. Efectivamente, el concilio recuerda la verdadera raíz de toda la
grandeza y del carácter único de la persona y de la misión de María: su
relación con Cristo (LG 67) [/ Año litúrgico].
III.
Interpretación exegética de la anunciación
Se trata de
uno de los pasos más conocidos (Lc 1,26-38). En estos últimos decenios ha sido
objeto de un número extraordinario de comentarios y de estudios. Todos están de
acuerdo en la estructura literaria del mismo. Lucas procede deliberadamente por
dípticos, que tienen un valor no meramente estilístico, sino también teológico.
Tras el díptico de las anunciaciones, Juan Bautista (1,8-22) y Jesús (1,26-38),
con la ampliación de la visitación (1,39-45), viene el díptico de los
nacimientos (1,57-58; 2,6-14) y de las circuncisiones (1,59-66; 2,21), con una
doble ampliación de Jesús en el templo (2,22-39; 2,41-50).
1. EL GÉNERO
LITERARIO. Hay una notable divergencia de interpretación en lo que se refiere
al género literario. Muchos están de acuerdo en afirmar que el relato es una
copia del esquema del anuncio veterotestamentario, y en particular del anuncio
de los nacimientos. Algunos tienden a interpretar el relato sobre todo como
anuncio a María, como una llamada ala misma 2. Otros consideran más bien el texto
como la venida del Hijo de Dios, en la encarnación 3. Es digno de interés el
intento de los que quieren ver en él la inauguración de los últimos tiempos,
considerando por eso la anunciación como apocalipsis 4.
Ha sido una
feliz intuición de R. Laurentin 5 el haber dado un amplio desarrollo al hecho
de que uno de los procedimientos más característicos de Lucas 1-2 consiste en
narrar la infancia de Jesús en función de "constantes alusiones a la
Escritura". Semejante procedimiento pertenece, según el autor, al género
del midrash, que consiste en "penetrar en el espíritu del texto para sacar
de él su explicación profunda y su aplicación práctica" (R. Bloch). Tras
una primera lectura de la obra de Lucas se saca la impresión de que su
contenido es bastante modesto. Pero cuando se tienen en cuenta todas las
alusiones y actualizaciones de pasos y de figuras veterotestamentarias a las
que recurre el autor, se percibe que nos encontramos en un pleno desarrollo de
la historia de la salvación.
Debemos
tener en cuenta además otros estudios recientes sobre los / evangelios de la
infancia, vistos sobre el trasfondo de la literatura judía. Muchas formas de la
literatura intertestamentaria habían considerado siempre la Escritura como
punto de referencia radical. Esto es característico del midrash. Pues bien, la
primera tradición oral y los evangelios llevan a cabo una inversión completa de
la situación. El punto de referencia radical es ahora Cristo. Y si se sigue
utilizando la Escritura, ya no sirve a la Escritura, sino que se sirve de la
Escritura. La haggadah es una literatura sobre la Escritura; el evangelio es
una literatura inspirada por la Escritura, pero proyectada completamente sobre
un hombre y sobre un acontecimiento. El midrash es en cierto modo vuelto sobre
sí mismo por obra de algunos que, deliberadamente, han reemplazado la Torah por
Jesús. Por consiguiente, toda la Escritura se concentra en Jesús y es puesta
ahora en constante vinculación y referencia con Jesús 6. El mismo Jesús había
dado ya ejemplo de ello, según el evangelio de Lucas. Al aparecerse a los
discípulos de Emaús y a los once, Jesús interpreta las Escrituras en función de
su persona: "... Empezando por Moisés y todos los profetas, les interpretó
lo que sobre él hay en todas las Escrituras" (Lc 24,27); " .. Era
necesario que se cumpliera todo lo que está escrito acerca de mí en la Ley de
Moisés, en los Profetas y en los Salmos" (Lc 24,44). Aplicado a la
anunciación, este procedimiento arroja nueva luz sobre Jesús y María.
2. ANÁLISIS
EXEGÉTICO DE LA PERICOPA. El relato está bien ordenado y procede, como ya hemos
dicho, por continuas alusiones al AT. Tal es su mérito y su característica. Por
eso hay que leerlo con mucha atención.
V. 28:
"Alégrate (gr. "jaire"), objeto del favor divino (gr.
"kejaritoméne"), el Señor está contigo" : La Vulgata y la
antigua versión siriaca se habían limitado a traducir con un simple saludo:
"Ave" : En este contexto, la forma imperativa del verbo no quiere
expresar el saludo vulgar del mundo griego. Haciendo eco a los anuncios de
salvación dirigidos a la hija de Sión, (Sof 3,14; Zac 9,9; etc.), señala el
gozo de la buena nueva (cf TOB). No hemos de olvidar que todo el evangelio de
Lucas está impregnado de esta constante invitación a la alegría por la
presencia misericordiosa y salvífica de Dios en medio de su pueblo. A la Virgen
se le da casi un nombre nuevo (kejaritoméne), que suele traducirse de varias
maneras: privilegiada, favorecida, agraciada, llena de gracia, etc. Es un
nombre que contiene todo un programa y que puede resumir el mensaje de la
perícopa. Será un privilegio de la comunidad cristiana el verse colmada de
gracia en el amado, es decir, en Jesús (cf Ef 1,6). María anticipa este
privilegio porque ha sido escogida como madre del Mesías. Esta vocación única
implica, por parte de Dios, una voluntad de amor singular.
María es
invitada a alegrarse, lo mismo que antes la hija de Sión, Jerusalén. El motivo
es idéntico: "El Señor está contigo". Tanto en un caso como en el
otro se trata de la visita mesiánica, que Dios había Prometido desde antaño,
pero que se cumple precisamente ahora. O bien, aquello que para Jerusalén no
era más que un porvenir cercano, se ha convertido para María en un presente
inmediato: la buena nueva, anunciada al pueblo elegido, al resto de Israel, se
concentra ahora en su persona. Le toca a ella alegrarse porque el Señor está
"con ella", para estar con su pueblo. Está a punto de recibir la
visita mesiánica por cuenta de Israel; en esto es realmente el objeto de un
favor especial: kejaritoméne '.
V. 29:
"A estas palabras, María se turbó y se preguntaba qué significaría tal
saludo': El término con que se habla de la turbación de María es muy fuerte.
Estamos en un contexto de teofanía. La emoción de María no es un hecho
psicológico, ni un temor de naturaleza moral. Todo el relato nos la presenta
como la imagen perfecta del / creyente; su atención se dirige por completo a lo
que representan las palabras del ángel, es decir, al anuncio por parte de Dios.
Vv. 30-33:
"Has encontrado gracia ante Dios. Concebirás y darás a luz un hijo, al que
pondrás por nombre Jesús. Será grande y llamado Hijo del Altísimo. El Señor le
dará el trono de David, su padre; reinará..." También de otros personajes
del AT se dijo que habían encontrado gracia ante Dios (Noé, Moisés, David);
pero esto se expresó de manera indirecta y discursiva. Solamente de María y de
Moisés (Éx 33,12-17; cf 3,16-17) se afirma esto directamente en la palabra de
Dios. De esta manera queda ilustrada, sin la más pequeña sombra de duda, la
amplitud de contenido de las primeras palabras del ángel (v. 28): una
invitación a la alegría porque ha encontrado gracia ante Dios de forma única y
supereminente. En las palabras que siguen hay una referencia transparente a la
profecía, a la `almah de Isaías (7,14) y a los vaticinios mesiánicos de Natán
(2Sam 7,1216), dirigidos a David y a su descendencia. A diferencia de Mt 1,21,
no es José a quien se le encarga que dé nombre a Jesús, sino que este encargo
se le confía a María. El hecho de que Jesús haya recibido su nombre de un ángel
muestra que en él todo, incluso el nombre, procede de lo alto.
Ésta es la
primera etapa del gran anuncio del ángel. El niño que habrá de nacer es el
descendiente davídico; Dios le concederá un "reino que no tendrá
fin", no ciertamente ligado a las peripecias de la dinastía de David, que
había desaparecido como tal desde hacía mucho tiempo. La palabra de 'Dios
revela de forma muy clara a la Virgen que ella recibirá, en su persona, la
visita mesiánica que habían anunciado los profetas, convirtiéndose ella misma
en la madre del mesías. El clima en que nos movemos es el de los vaticinios
veterotestamentarios. ¿Se da ya también aquí un indicio de una revelación sobre
la divinidad de Jesús en sentido estricto? Volveremos más tarde sobre este tema.
V. 35:
"El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder' del Altísimo te cubrirá con
su sombra; por eso el niño que nazca será santo y llamado Hijo de Dios"
Este versículo es considerado, y con razón, como el vértice del relato de la
anunciación. En este paso Lucas expresa la confesión de fe de la iglesia
primitiva y se muestra en perfecta consonancia con todas las afirmaciones
contenidas en su evangelio.
"El
Espíritu Santo vendrá sobre ti" (gr. epeléusetai epi sé). El Espíritu que
desciende sobre María no es el espíritu profético, sino la "fuerza
creadora divina, que crea la vida de este niño único" 8; es el Espíritu
principio de vida, como en Rom 1,4 y 1 Cor 15,45, en Jn 3,4-8 y también en Mt
1,18. Solamente tres veces en la biblia el Espíritu de Dios está unido de esta
forma (en los Setenta) al verbo epérjomai epi: en Is 32,15, en donde se
predica, quizá por primera vez en la literatura profética, una nueva creación:
"Hasta que en nosotros se derrame el Espíritu venido de lo alto", en
este paso de la anunciación; y finalmente, con una referencia expresa a
pentecostés (He 1,8), Jesús dice a sus apóstoles: "Recibiréis la fuerza
del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros (gr. epelthóntos eph humás)"
: El vínculo evidente entre Lc 1,35 y He 1,8 sugiere una relación muy estrecha
entre el libro sobre Jesús y el libro sobré la iglesia. En ambos está al
principio la presencia de María.
"El
poder del Altísimo te cubrirá con su sombra". Es cada vez más insistente,
entre los exegetas, la referencia de este texto al AT, a pesar de la
perplejidad de algunos. También la TOB dice expresamente: esta expresión denota
en Ex 40,35; Núm 9,18.22; 10,34, la presencia eficaz de Dios en su pueblo (cf
Lc 9,34). Yavé cubre con su sombra el tabernáculo y más tarde el templo con su
nube; y ahora envuelve a la Virgen para que sea su morada, a fin de llevar a
cabo en ella el acto de presencia más grande: el Verbo se hace carne y planta
su tienda entre nosotros (Jn 1,14).
"Será
santo y llamado Hijo de Dios". La consecuencia más importante de la
concepción virginal fue la de engendrar al santo; este tema está en armonía con
la teología del tercer evangelio; sobre esto se asienta el título de Hijo de
Dios. Jesús es Hijo de Dios en un grado de profundidad desconocida en el AT y
en el judaísmo. Es Hijo de Dios de modo absolutamente nuevo; es Hijo porque es
santo, nacido de una acción especial del Espíritu y de la fuerza divina; unido
a Dios en lo más profundo de su ser 9.
V. 38:
"He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra". El
término esclava del Señor no es tanto expresión de humildad como de fe (v. 45),
de docilidad, de amor. María se pone en actitud de servicio, en esa larga serie
de siervos que tienen su expresión más elevada en el Siervo de Yavé (Is 53).
Igualmente hay que destacar que en todos los relatos veterotestamentarios de
anuncio se supone el consentimiento de la persona a la que se dirige Yavé; no
entra como elemento dentro del esquema literario. Sin embargo, el
consentimiento de María se expresa con una cierta solemnidad. Ella se adhiere a
la voluntad de Dios; es decir, a Dios que la llama personalmente. El Vat II ha
puesto especialmente de manifiesto la actitud de colaboración constante y
consciente de María con la obra de Dios y con su Hijo. No se limita esta
colaboración al momento de la anunciación, sino que es permanente: "Se
ofreció totalmente como sierva del Señor a la persona y a la obra de su Hijo,
poniéndose al servicio del misterio de la redención bajo él y con él, con la
gracia de Dios omni otente" (LG 56)10 [l Laicos II, 1, a]
IV.
Comentario homilético actualizado
El Credo con
que los cristianos expresan el contenido de su fe recoge la fórmula sintética
del evangelio: "María concibió por obra del Espíritu Santo" (Mt
1,20). Una afirmación desconcertante para muchos. También algunas voces de la
teología moderna han tratado de atenuar el choque y hacerlo más accesible,
intentando una interpretación del mismo con resultados no siempre
satisfactorios. Pero el dato revelado sigue en pie con toda su provocación: ha
habido una intervención personal de Dios en la historia, relativa a la Virgen
de Nazaret, María, en orden a la encarnación del Verbo de Dios. En el relato
evangélico de la anunciación hay que distinguir la realidad, que es objeto de
fe, de la presentación de esta realidad, hecha por aquellos a través de cuya
obra y de cuya mediación podemos nosotros tener acceso al acontecimiento. En la
catequesis hay que insistir en lo esencial: la revelación que se le hizo a
María de que sería madre del mesías e Hijo de Dios; Dios que está para venir,
por medio de la encarnación del Hijo, concebido virginalmente por obra del
Espíritu Santo; la adhesión total de fe que le prestó María.
Con esta
misma claridad hay que decir que el resto forma parte del género literario y
del proceso redaccional; tiene que interpretarse según los criterios de una
sana exégesis, que distingue entre la función de los testigos que atestiguan la
realidad de los hechos y la elaboración de este testimonio que se lleva a cabo
en la enseñanza de los apóstoles y en la redacción última, que corresponde a
los evangelistas.
Estos se han
servido generalmente de fuentes orales y escritas y han procedido según su
propia perspectiva teológica (DV 11,19). El relato de la anunciación es de un
perfecto estilo lucano; así el diálogo entre el ángel y María sirve para introducir
dos planos: la propuesta de una maternidad, que se va progresivamente aclarando
y dibujando. El ángel representa la autentificación que la tradición bíblica da
de una intervención real de Dios, sobre cuya modalidad no es la ocasión de
aventurarse demasiado.
Se puede
estar de acuerdo con los que se complacen en definir a Lc 12 como un prólogo
cristológico, a fin de subrayar que estos dos capítulos forman cuerpo con el
conjunto de la obra, por lo que se trata de un solo evangelio, compuesto
integralmente por Lucas, sin que pueda separarse una parte de él que pudiera
llamarse el "evangelio de la infancia" 11.
Siguiendo la
narración, encontramos dos protagonistas: el ángel Gabriel y María. En
realidad, los verdaderos protagonistas son Jesús y su madre; por eso se trata
realmente de la anunciación del Señor.
1. EL HIJO
DEL ALTÍSIMO E Hijo DE Dios. Hay un camino progresivo entre Le 1,32-33 y Le
1,35. Una primera interpretación, fuertemente atestiguada, ve en la primera
parte el anuncio de la maternidad mesiánica; se trataría del mesías davídico,
según las promesas. En la segunda parte se trataría del nacimiento del Hijo de
Dios, plenamente bajo la luz del NT. Hay mucho de verdad en todo esto y con
ello el texto recibe una gran iluminación. Hay también quienes llevan aún más
adelante este análisis, investigando sobre el patrimonio común
veterotestamentario de los orígenes cristianos. Recojamos aquí algunas de esas
voces, como hipótesis de investigación.
Hay quien ve
en las dos partes del diálogo evangélico una misma afirmación: se trataría de
dos confesiones de fe, una más arcaica y otra más reciente, sobre el mismo tema
12. En Le 1,32-33 se podría ver la huella de una cristología muy antigua, que
exponía la fe en Cristo en función del tema davídico. La tipología davídica
habría servido de marco para la formulación de la fe en Cristo. Le 1,32-33
evoca la entronización final del rey-mesías. Con un procedimiento que
volveremos a encontrar a continuación, tiene lugar la transferencia a los
orígenes de Jesús de un tema que la tradición anterior utilizaba en un contexto
distinto. La predicación primitiva insistió mucho en Jesús hijo de David; él es
el fruto, el vástago del gran rey a quien se le habían hecho las promesas. En
su resurrección, Pablo (cf su discurso de Antioquía de Pisidia: He 13,2336), ve
realizado el gran texto de la entronización mesiánica, pero en su sentido
definitivo y trascendente: "Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy"
(Sal 2,7). La resurrección es el cumplimiento de las promesas hechas al
descendiente davídico y muestra que él es Hijo de Dios.
La cima de
este párrafo es Le 1,35, que es posible comparar con Jn 1,14.
Durante
mucho tiempo se han preguntado los autores qué es lo que pudieron comprender
los diversos protagonistas a propósito de las palabras diseminadas por Le 1-2.
Hoy la perspectiva ha cambiado. Cada vez más se miran estos capítulos como un
prólogo cristológico, expresado no en forma de himno, como Jn 1,1-18, sino en
forma narrativa, aparentemente más sencilla. Hijo de Dios tiene su significado
pleno. Efectivamente, Lucas hace de él la expresión por excelencia de la
relación misteriosa que une a Jesús con el Padre. Por eso la pone en labios del
ángel y se pronuncia siempre bajo la forma de revelación. Nunca la pronuncian
los hombres (como ocurre en Mt 14,33; 16,16, etc., y Me 15,39), sino solamente
el Padre (Le 3,22; 9,35), los espíritus diabólicos (Le 4,3.9.41; 8,28) y Jesús
mismo (Le 10,22; 22,70; cf 20,13; cf TOB).
Los
apóstoles no comprendieron a Jesús como Hijo de Dios más que a la luz del
misterio pascual y de pentecostés. Lucas, después de haber anticipado esta
revelación en la escena de la transfiguración (9,35) y del bautismo (3,22), la
anticipa decididamente a la anunciación del Señor, seguramente en 1,35 y con
probabilidad en 1,32-33.
Hemos
subrayado ya cómo toda la escena de la anunciación está impregnada de alegría
sobrenatural, pero la encarnación del Verbo tiene lugar en el misterio y el
silencio. El mejor comentario a este acontecimiento es el himno de la carta a
los
Filipenses
(2,6-11). Es en este contexto de kenosis donde tiene que aceptarse y
proponerse.
2. LA /HIJA
DE SIÓN, /MADRE Y /SIERVA. Los evangelios de la infancia son el lugar
privilegiado del anuncio sobre María, sobre todo en Lucas. Pero el relato de la
anunciación es considerado como la summa de todo lo que dice de ella la
revelación. La Virgen no es una figura que haya que aislar para poner mejor de
relieve sus prerrogativas; tiene que verse en el misterio de Cristo y de la
iglesia, en donde asume su valor personal y su función comunitaria. Por esto
una teología de los privilegios marianos no consigue muchas veces evitar cierto
empobrecimiento de la figura de María. El Vat II no podía encontrar mejores
expresiones cuando exhortaba a los teólogos y a los predicadores a evitar toda
forma de minimalismo o de maximalismo a la hora de ilustrar "rectamente
las tareas y los privilegios de la Virgen, que tienen siempre como finalidad a
Cristo, origen de toda verdad, santidad y devoción" ("... munera et
privilegia Beatae Virginis, quae semper Christum spectant...": LG 67). En
esta perspectiva, el misterio de la anunciación, en la reforma litúrgica que ha
nacido del concilio, ha vuelto a tener su denominación: Anunciación del Señor.
Recojamos los datos de una verdadera teología bíblica.
María es
grande porque se vio asociada, como ninguna otra persona, al misterio del Dios
de las misericordias. Fue invitada a la alegría mesiánica como verdadera hija
de Sión, es objeto del favor de Dios porque ha sido elegida desde siempre (cf
Ef 1,4) para ser madre del Verbo. Su mismo ser está puesto en relación con
otro: ella es con todo su ser la madre de Jesús. Puede llegar a ser madre
porque "ha encontrado gracia ante Dios" (Le 1,30). Al dibujar el
rostro interior de María, Dios no puede hacer otra cosa que revelarse a sí
mismo y su plan de gracia. La economía del AT había tenido una verdadera
función salvífica; las promesas hechas a Abrahán, a David y a su descendencia
habían representado el camino de aquel "que es, que era, que ha de
venir" (Ap 1,8). María está en el vértice del AT, cuando las promesas se
convierten en cumplimiento. En ella está la permanencia del resto de Israel, la
fuerza de los anawim, que se convierten en el lugar privilegiado de la
manifestación de Yavé; el Dios-con-nosotros (Is 7,14) ha podido ser visto,
escuchado, palpado con nuestras manos (lJn 1,1) porque ante todo se hizo el
Dios encarnado en ella.
La grandeza
de la persona humana, asumida en el plan de Dios, sobrepasa con mucho
cualquiera de nuestras perspectivas. Hay una persona que ha sido escogida y
preparada para ser tabernáculo escatológico del Dios presente entre los
hombres, puesta constantemente bajo la sombra del Altísimo. Ella ha sido
llamada a la colaboración más alta, con todo su ser. El Verbo se hizo carne
cuando ella, impulsada por la luz y por la fuerza del Espíritu, se ofreció con
plena disponibilidad a la palabra y a los designios de Dios. También María es
parte eminente del plan salvífico que Dios nos propone aceptar en la fe. Todo
esto tiene un gran valor incluso en el plano ecuménico, ya que sobre esta base
es posible un encuentro y un camino ulterior. Efectivamente, para las iglesias
reformadas el papel y la misión de María parecen estar en contraste con la
unicidad del único mediador entre los hombres y Dios, Jesucristo (1 Tim 2,5-6).
Pero hemos de tener siempre presente que los dones y las llamadas de Dios son
de siempre y para siempre. Es propio de la inagotable mediación de Cristo
suscitar otras mediaciones subordinadas. María, como dice el Vat 11, no
oscurece ni disminuye en nada la única mediación de Cristo, sino que muestra su
eficacia (LG 60). Hay un anuncio a la Virgen para la maternidad de Cristo,
primogénito entre muchos hermanos (Rom 8,29), que contiene también el anuncio
de un papel efectivo maternal para con los hermanos de Jesús, aquellos que
acogen su palabra (Mc 3,35; Lc 11,27-28; LG 61.62).
Finalmente,
se puede subrayar un aspecto de viva actualidad. La irrupción de Dios en la
Virgen tiene todas las características de la llamada profética. Dios
desarraiga, a lo largo de la historia, a las personas y a las familias de su
existencia ordinaria para hacerlas protagonistas de la historia de la
salvación. No hay para ellos otra seguridad que la palabra de Dios; no hay otro
apoyo que el de su fidelidad. El futuro está totalmente cargado de misterio;
exige una constante respuesta de fe. María no pudo prever lo que contenía el
misterio de la anunciación; se encontró en las condiciones de virgen-madre (Mt
1,18-19); no comprendió ciertas actitudes y palabras del Hijo (Lc 2,48-50);
también ella tuvo que avanzar por el camino de la fe y conservó fielmente su
unión con el Hijo hasta la muerte (cf LG 58). -
En contra de
cierta hagiografía y de cierta iconografía devocional la anunciación y los años
que la siguieron fueron el éxodo de la hija de Sión, la experiencia de la
pobreza sin proyectos, la llamada a vivir la radicalidad de Dios. La familia de
Nazaret no es sagrada por estar inmersa en una luz y una atmósfera
ultraterrena, sino porque es auténtica profecía.
Desde el
punto de vista homilético siguen siendo válidas las perspectivas de la Marialis
cultus, que presenta la Anunciación del Señor como "fiesta conjunta de
Cristo y de la Virgen". Por tanto hay que desarrollar fructuosamente las
indicaciones de este documento en la línea cristológica, mariológica y, consiguientemente,
eclesiológica y,antropológica. "Con relación a Cristo, el oriente y' el
occidente, en las inagotables riquezas de sus liturgias, celebran dicha
solemnidad como memoria del fíat salvador del Verbo encarnado, que entrando en
el mundo dijo: He aquí que vengo (...) para hacer, oh Dios, tu voluntad (cf Heb
10,7; Sal 39,8-9); como conmemoración del principio de la redención y de la
indisoluble y esponsal unión de la naturaleza divina con la humana en la única
persona del Verbo. Por otra parte, con relación a María, como fiesta de la 1
nueva Eva, virgen fiel y obediente, que con su fíat generoso (cf Lc 1,38) se
convirtió por obra del Espíritu en madre de Dios y también en verdadera madre
de los vivientes, y se convirtió también, al acoger en su seno al único Mediador
(cf 1Tim 2,5), en verdadera arca de la alianza y verdadero templo de Dios; como
memoria de un momento culminante del diálogo de salvación entre Dios y el
hombre, y conmemoración del libre consentimiento de la Virgen y de su concurso
al plan de la redención" (MC 6) [1 Simbolismo II, 2].
NOTAS: J,Cf
de Mahuet en Catholicisme 1, 604-606 - 1 K. Stock, Die Berufung Marias (Le
1,26-38), en Bib. 61 (1980) 457-491, es el representante característico de esta
orientación - 3 A. Feuillet, Jésus el sa Mére, d'aprés les récits lucaniens de
l'enfance el d ápres saini Jean,.Gabalda, París 1974, 111-127; confrontación
bastante sugestiva entre Lc y Jn - 4 L. Legrand, L ánnonce á Marie (Le
1,26-38). Une apocalypse aux origines de l'Evangile, Cerf, París 1981, 127-140.
Según el autor, puede llamarse género apocalíptico; en realidad, la palabra
revela el misterio escondido en Dios, con vistas a los últimos tiempos. Un
apocalipsis que Lucas aplica de modo particular a María, que viene a ser el
profeta representativo de la comunidad de los creyentes -- s R. Laurentin,
Structure el Théologie de Lue 1-11. Gabalda, París 1964, 93104 -- ^ Ch. Perrot,
Les récits d'nfance dans la Haggada antérieure au II' siéele de norte ire, en
RSR (1967) 481-518, sobre todo 514-518 -' P. Benoit, L Annune•iazione, en
Essegesi e Teología Il, Edizioni Paoline, Roma 1971, 304-305 - " E.
Schweizer, Pneuma, en GLNT, X, 962 - v A. George, Jésus fils de Dieu dans
l'Evangile selon saini Lue, en RB 72 (1965) 190-191 - 10 E.G. Mori, Figlia di
Sion e Serva di Jahvé, Edizioni Dehoniane, Bolonia 1970, 137-158 - 11 Ch.
Perrot, l rgceonti dell infanzia di Gesú, Maneo 1-2, Luca 1-2, Gribaudi, Turín
1977, 36-37 - 12 L Legrand, L ánnonee á Marie, sobre todo 1'53-174: La
ihéologie erehaique de Le U32-33.
G. Mori
143-153
BIBLIOGRAFÍA:
McHugh J., La madre de Jesús en e! Nuevo Testamento, DDB, Bilbao 1978; Brown
R.E., The Birth of the Messiah, Chapman, Londres 1978; George A., Eludes sur
1'oeuvre de Luc, Gabalda, París 1979; Perrot Ch., Les récits d enfance dans la Haggada
antérieure au IP siéde de norte !re, en RSR (1967); Peretto L., Contenuti e
limiti dell Annunciazione (Le 1,28-38). en Identitá dei Servi di María;
Marianum, Roma 1975; Schürmann H., II Vangelo di Luca 1, Paideia, Brescia,
1983; Laurentin R., Les Évangiles de l'Enfance du Christ, Desclée, Tournai,
1983; Müller, A. Discorso di Pede sulla madre di Gesú, Queriniana, Brescia
1983; Llamas E., María en la Anunciación y en los misterios de la infancia de
Jesús, en EstMar 30 (1968) 99-157; Leal J., El mensaje de la Anunciación a la
luz de los distintos mensajes de Dios a su Pueblo, en EstMar 39 (1974) 7-19;
Solá F. de P., Según los Padres es María heredera de las promesas y
representante de la humanidad en la Anunciación, en EstMar 39 (1974) 37-55.
No hay comentarios:
Publicar un comentario