Nuestra
Señora del Carmen
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(254 bytes)Monte Carmelo
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(254 bytes)La estrella del Mar
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(254 bytes)Los Carmelitas y la Virgen del Carmen
se difunden
por Europa
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(254 bytes)El Escapulario Carmelita
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(254 bytes)Santa Teresa de Jesús y la Virgen María
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(254 bytes)La Espiritualidad Mariana de la orden Carmelita
Nuestra
Señora del Carmen
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(254 bytes)Monte Carmelo
El Carmelo
es una cadena montañosa de Israel que, partiendo de la región de Samaria, acaba
por hundirse en el Mar Mediterráneo, cerca del puerto de Haifa.
Esta altura
tiene un encanto peculiar. Es diferente del Monte Nebo, en Jordania, del macizo
del Sinaí y del Monte de los Olivos en Jerusalén.
Todas las
montañas palestinas tienen sus recuerdos teofánicos (es decir de las
manifestaciones de Dios), que las convierten en cumbres sagradas y místicas.
Pero ninguna tan sugestiva como el Monte Carmelo. ¿Por qué San Juan de la Cruz
lo tomó como el símbolo de la ascensión mística? Seguramente se le sugirió el
nombre de su propia Orden Carmelitana. Pero sin duda había alguna intención más
profunda que la hacía simpatizar con el misterio de la sagrada montaña del
profeta Elías.
Una
tradición piadosa sostiene que, desde los días de los profetas Elías y Eliseo,
hubo en aquella zona hombres de oración que vivían en soledad la búsqueda de
Dios. En el período de los Cruzados surgió entre los cristianos el deseo de
vivir sobre aquella montaña de vida de entrega al Señor. Así surgió en el
Carmelo la vida carmelita. El convento del Monte Carmelo tiene un nombre
evocador: "Stella Maris" (Estrella del Mar). Es un hermoso edificio
cuadrangular a 500 metros de altura sobre el nivel del Mar Mediterráno en la ciudad
de Haifa.
El centro
del convento lo ocupa el santuario de la Virgen del Carmen. En el altar mayor
de esta hermosa iglesia en cruz griega se venera la estatua de la Virgen del
Carmen, obra de un escultor italiano en 1836.
Debajo del
altar se ve la gruta del profeta Elías. Según la tradición, éste era el lugar
donde se refugiaba el profeta. Una estatua recuerda al celoso defensor de la
religión de Yahwéh.
Nos cuentan
los Padres Carmelitas que no ha sido fácil la permanencia católica sobre esta
montaña. Bien es verdad que, en la época de los Cruzados, el patriarca latino
de Jerusalén, San Alberto, pudo dar a los ermitaños del Monte Carmelo una regla
religiosa el año 1212. Se cuenta que el carmelita San Simón Stock pasó por aquí
antes de su célebre visión del escapulario carmelita.
También
subió en peregrinación a esta santa montaña el rey San Luis de Francia en el
año 1254 en acción de gracias por haberse salvado de un naufragio.
Con la caída
de la ciudad de San Juan de Acre en 1291 vino la persecusión árabe que causó el
martirio de no pocos religiosos. Después de una larga interrupción de la vida
monacal en la montaña que dio ocasión para la expansión del ideal carmelitano
por el Occidente, regresaron los religiosos del Carmen al Monte Carmelo por el
siglo XVII.
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(254 bytes)La estrella del Mar
Los
marineros antes de la edad de la electrónica confiaban su rumbo a las
estrellas. De aquí la analogía con La Virgen María quien como, estrella del
mar, nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es
Cristo.
Por la
invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a abandonar el
Monte Carmelo. Una antigua tradición nos dice que antes de partir se les
apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para
ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen
porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar
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(254 bytes)Los Carmelitas y la Virgen del Carmen
se difunden
por Europa
La Virgen
Inmaculada, Estrella del Mar, es la Virgen del Carmen, es decir la que desde
tiempos remotos allí se le venera. Ella acompañó a los Carmelitas a medida que
la orden se propagó por el mundo. A los Carmelitas se les conoce por su
devoción a la Madre de Dios, ya que en ella ven el cumplimiento del ideal de
Elías. Llegaron incluso a llamárseles: "Los hermanos de Nuestra Señora del
Monte Carmelo". En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María,
y tomaban el hábito en honor ella, como un recordatorio de que sus vidas le
pertenecían a ella, y por ella a Cristo.
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(254 bytes)El Escapulario Carmelita
Los signos
en la vida humana y cristiana
Vivimos en
un mundo con cantidad de realidades tomadas como símbolo: el rayo de luz, la
llama de fuego, el agua que brota... En la vida de cada día existe también
gestos que expresan y simbolizan valores más profundos: como el compartir la
comida (signo de amistad), el ponerse en fila para una manifestación (signo de
solidariedad), el estar todos en pie (respeto).
Como hombres
tenemos necesidad de signos o símbolos que nos ayuden a entender y vivir.
Como cristianos
tenemos a Jesús, el gran don y al mismo tiempo signo eterno del amor del Padre.
El estableció la Iglesia, ella misma como signo e instrumento de su amor. E
incluso utilizó pan, vino, agua para remontarnos a realidades superiores que no
vemos ni tocamos: constituyó signos capaces para dárnoslas verdaderamente, es
decir los Sacramentos.
En la
celebración de los Sacramentos los símbolos (agua, aceite, pan, imposición de
las manos, anillos) expresan y operan una comunicación con Dios, que se hace
presente a través de tales cosas concretas y cotidianas.
Además de
los signos litúrgicos, existen en la Iglesia otros signos, ligados a un
acontecimiento, a una tradición, a una persona.
UNO DE ESTOS
ES EL ESCAPULARIO DEL CARMEN.
Origen del
Escapulario
En el
Medioevo muchos cristianos querían unirse a las Ordenes religiosas fundadas
entonces: Franciscanos, Dominicos, Agustinos, Carmelitas. Surgió un laicado
asociado a ellas mediante las Confraternidades.
Las Ordenes
religiosas trataron de dar a los laicos un signo de afiliación y de
participación en su espíritu y apostolado. Este signo estaba constituido por
una parte significativa del hábito: capa, cordón, escapulario.
Entre los
Carmelitas se estableció el Escapulario, en forma reducida, como expresión de
pertenencia a la Orden y de compartir su devoción mariana.
Actualmente
el Escapulario de la Virgen del Carmen es un signo aprobado por la Iglesia y
propuesto por la Orden Carmelitana como manifestación del amor de María por
nosotros y como expresión de confianza filial por parte nuestra en Ella, cuya
vida queremos imitar.
El
"Escapulario" en su origen era un delantal que los monjes vestían
sobre el hábito religioso durante el trabajo manual. Con el tiempo asumió el
significado simbólico de querer llevar la cruz de cada día, comlos verdaderos
seguidores de Jesús. En algunas Ordenes religiosas, como el Carmelo se
convirtió en el signo de la decisión de vivir la vida como siervos de Cristo y
de Maria.
El
Escapulario simbolizó el vínculo especial de los Carmelitas a María, Madre del
Señor, expresando la confianza en su materna protección y el deseo de seguir su
ejemplo de donación a Cristo y a los demás. Así se ha transformado en un signo
Mariano por excelencia.
El
Escapulario, signo mariano
El
Escapulario ahonda sus raíces en la larga historia de la orden Carmelita, donde
representa el compromiso de seguir a Cristo como María, modelo perfecto de
todos los discípulos de Cristo. Este compromiso tiene su origen lógico en el
bautismo que nos transforma en hijos de Dios.
La Virgen
nos enseña
A vivir
abiertos a Dios y a su voluntad, manifestada en los acontecimientos de la vida;
A escuchar
la voz (palabra) de Dios en la Biblia y en la vida, poniendo después en
práctica las exigencias de esta voz;
A orar
fielmente sintiendo a Dios presente en todos los acontecimientos;
A vivir
cerca de nuestros hermanos y a ser solidarios con ellos en sus necesidades.
El
Escapulario introduce en la fraternidad del Carmelo, es decir en una gran
comunidad de religiosos y religiosas que, nacidos en Tierra Santa, están
presentes en la Iglesia desde hace más de ocho siglos.
Compromete a
vivir el ideal de esta familia religiosa, que es la amistad íntima con Dios a
través de la oraciòn
Pone delante
el ejemplo delos santos y santas del Carmelo con quienes se establece una
relación familiar de hermanos y hermanas.
Expresa la
fe en el encuentro con Dios en la vida eterna por la intercesión de María y su
protección.
En síntesis
y en concreto el escapulario del Carmen
NO ES
Ni un objeto
para una protección mágica (un amuleto)
Ni una
garantía automática de salvación
Ni una
dispensa para no vivir las exigencias de la vida cristiana, al revés!
ES
Un signo
"fuerte" aprobado por la Iglesia desde hace varios siglos, ya que
representa nuestro compromiso de seguir a Jesús como María:
* abiertos a
Dios y a su voluntad
* guiados
por la fe, por la esperanza y por el amor
* cercanos
al prójimo necesitado
* orando
constantemente y descubriendo a Dios presente en todas las circunstancias
* un signo
que introduce en la familia del Carmelo
* un signo
que alimenta la esperanza del encuentro con Dios en la vida eterna bajo la
protección de María Santísima.
Normas
prácticas
* El
Escapulario lo impone una vez para siempre, un religioso carmelita u otro
sacerdote autorizado.
* Puede ser
sustituido por una medalla que represente por una parte la imagen del Sagrado
Corazón de Jesús, y por otra la de la Virgen. Esta medalla se bendice cuando se
cambia.
* El
Escapulario es para los cristianos auténticos que viven conforme a las
exigencias evangélicas, reciben los Sacramentos y profesan una especial
devoción a la Santísima Virgen (expresada con el rezo cotidiano de al menos
tres Ave Marías).
Imposición
del escapulario: fórmula
Recibe este
Escapulario, signo de una relación especial con María, la Madre de Jesús, que
te comprometes a imitare.
Este
Escapulario te recuerde tu dignidad de cristiano, tu entrega al servicio del
prójimo y a la imitación de María.
Llévalo como
signo de su protección y como signo de tu pertenencia a la familia del Carmelo.
Estáte dispuesto a cumplir la voluntad de Dios y a comprometerte en el trabajo
por la construcción de un mundo que responda al plan de fraternidad, justicia y
paz de Cristo.
florcarm.gif (254 bytes)Santa Teresa de Jesús
y la Virgen María
Toda la
experiencia mariana de Santa Teresa que se encuentra diseminada en sus
escritos, se puede componer en un mosaico que ofrece una hermosa imagen de
María; nos servimos de tres líneas importantes de esta doctrina teresiana.
a. Devoción
mariana y experiencia mística mariana
Desde la
primera página de los escritos teresianos aparece la Virgen entre los recuerdos
más importantes de la niñez de Teresa; es el recuerdo de la devoción que su
madre Doña Beatriz le inculcaba y que ejercitaba con el rezo del Santo Rosario
(Vida 1,1.6); es conmovedor el episodio de su oración a la Virgen cuando pierde
su madre Doña Beatriz, a la edad de 13 años: "Afligida fuíme a una imagen
de nuestra Señora y suplicaba fuese mi madre con muchas lágrimas. Parecíame que
aunque se hizo con simpleza me ha valido; porque conocidamente he hallado a
esta Virgen soberana en cuanto me he encomendado a ella, y, en fin, me ha
tornado a sí" (Vida 1,7). La Santa atribuye, pues, a la Virgen, la gracia
de una protección constante y de manera especial la gracia de su conversión:
"me ha tornado a sí". Otros textos de la autobiografía nos revelan la
permanencia de esta devoción mariana: cuando acude a la Virgen en sus penas
(Vida 19,S), cuando recuerda sus fiestas de la Asunción y de la Inmaculada
Concepción (Ib. 5,9; 5,6), o la Sagrada Familia (Ib. 6,8), o su devoción al
Rosario (Ib. 29,7; 38,1).
Muy pronto
la devoción a la Virgen pasa a ser, como en otros aspectos de la vida de la
Santa, una experiencia de sus misterios cuando Dios hace entrar a Teresa en
contacto con el misterio de Cristo y de todo lo que a él le pertenece. En la
experiencia
mística
teresiana del misterio de la Virgen hay como una progresiva contemplación y
experiencia de los momentos más importantes de la vida de la Virgen, según la
narración evangélica. Así por ejemplo, tenemos una intuición del misterio de la
obumbración de la Virgen y de su actitud humilde y sabia en la Anunciación (Conceptos
de Amor de Dios 5,2; 6,7). Por dos veces la Santa Madre ha tenido una
experiencia mística de las primeras palabras del Cántico de María, el
"Magnificat" (Relación 29,1; 61), que según el testimonio de María de
San José con mucha frecuencia "repetía en voz baja y en lenguaje
castellano"' (Cfr. B.M.C. 18, p. 491).
Contempla
con estupor el misterio de la Encarnación y de la presencia del Señor dentro de
nosotros a imagen de la Virgen que lleva dentro de sí al Salvador: "Quiso
(el Señor) caber en el vientre de su Sacratísima Madre. Como es Señor, consigo
trae la libertad, y como nos ama hácese a nuestra medida" (Camino Escorial
48,11). Contempla la Presentación de Jesús en el templo y se le revela el
sentido de las palabras de Simeón a la Virgen (Relación 35,1): "No pienses
cuando ves a mi Madre que me tiene en los brazos, que gozaba de aquellos
contentos sin graves tormentos. Desde que le dijo Simeón aquellas palabras, la
dio mi Padre clara luz para que viese lo que yo había de padecer" ( Cfr.
también sobre el nacimiento de Jesús la Poesía 14 y sobre la presentación
Camino 31,2). Tiene presente la huída a Egipto y la vida oculta de la Sagrada
Familia (Carta a Doña Luisa de la Cerda, 27 de mayo de 1563, y Vida 6,8).
Tiene una
especial intuición de la presencia de María en el misterio pascual de su Hijo;
participa con ella en la pena de su desolación y en la alegría de la
Resurrección del Señor. A Teresa le gusta contemplar fortaleza de María y su
comunión con el misterio de Cristo al pie de la Cruz (Camino 26,8). En los
Conceptos de Amor de Dios (3,11) describe la actitud de la Virgen: "Estaba
de pie y no dormida, sino padeciendo su santísima anima y muriendo dura
muerte". Ha entrado místicamente en el dolor de la Virgen cuando se le
pone el Señor en sus brazos "a manera de como se pinta la quinta
angustia" (Relación 58); ha experimentado en la Pascua de 1571 en
Salamanca la desolación y el traspasamiento del alma ( que es como una noche
oscura del espíritu); todo ello le hace hacen recordar la soledad de la Virgen
al pie de la Cruz (Relación 15, 1.6). En esta misma ocasión le dice el Señor
que: "En resucitando había visto a nuestra Señora, porque estaba ya con
gran necesidad ... y que había estado mucho con ella- porque había sido
menester hasta consolarla" (Ib.).
En varias
ocasiones ha podido contemplar el misterio de la glorificación de la Virgen en
la fiesta de su Asunción gloriosa (Vida 33,15 y 39,26). Tiene conciencia de que
la Virgen acompaña con su intercesión constante la comunidad en oración, como
le acaece en San José de Avila (Vida 36,24) y en la Encarnación (Relación
25,13).
Cuando en
una altísima experiencia mística de le da a conocer el misterio de la Trinidad
percibe la cercanía de la Virgen en este misterio y el hecho de que la Virgen,
con Cristo y el Espíritu Santo son un don inefable del Padre: "Yo te di a
mi Hijo y al Espíritu Santo y a esa Virgen. ¿Qué me puedes dar tu a mi? (Ib.)
Se puede
afirmar que la Santa ha tenido una profunda experiencia mística mariana, ha
gozado de la presencia de María y ella misma, la Madre, le ha hecho revivir sus
misterios. Por eso es una profunda convicción de la doctrina teresiana que los
misterios de la Humanidad de Cristo y los misterios de la Virgen Madre forman
parte de la experiencia mística de los perfectos (Cfr. Moradas VI,7,13 y título
del cap.; 8,6).
b. María,
modelo y madre de la vida espiritual.
Santa Teresa
ha expresado en algunas líneas doctrinales su experiencia y su contemplación
del misterioso de la Virgen María. Hubiera, sin duda alguna, trazado una
hermosa síntesis de espiritualidad mariana si, como fue su intención, hubiese
comentado el "Ave María" como hizo con el Padre Nuestro en la primera
redacción del Camino de Perfección.
Podemos
afirmar que entre las virtudes características de la Virgen que Santa Teresa
propone a la imitación, hay una que las resume todas. María es la primera
cristiana, la discípula del Señor, la seguidora de Cristo hasta el pie de la
Cruz (Camino 26,8). Es el modelo de una adhesión total a la Humanidad de Cristo
y a la comunión con El en sus misterios, de manera que Ella es el modelo de una
contemplacion centrada en la Sacratísima Humanidad (Cfr. Vida 22,1; Moradas
VI,7,14).
Entre las
virtudes que son también las de la vida religiosa carmelitana podemos citar: la
pobreza que hace María pobre con Cristo (cfr. Camino 31,2); la humildad que
trajo a Dios del cielo "en las entrañas de la Virgen" (Camino 16,2) y
por eso es una de las virtudes principales que hay que imitar:
"Parezcámonos en algo a la gran humildad de la Virgen Santísima"
(Camino 13,3); la actitud de humilde contemplacion y de estupor ante las
maravillas de Dios (Conceptos de Amor de Dios, 6,7) y el total asentimiento a
su voluntad (Ib.).
Su presencia
acompaña todo nuestro camino de vida espiritual, como si cada gracia y cada
momento crucial de madurez en la vida cristiana y religiosa tuvieran que ver
con la presencia activa de la Madre en el camino de sus hijas. Así la Virgen
aparece activamente presente en toda la descripción que la Santa hace del itinerario
de la vida espiritual en el Castillo Interior. Es la Virgen que intercede por
los pecadores cuando a ella se encomiendan (Moradas I, 2,12). Es ejemplo y
modelo de todas las virtudes, para que con sus méritos y con sus virtudes pueda
servir de aliento su memoria en la hora de la conversión definitiva (Moradas
III 1,3). Es la Esposa de los Cantares (Conceptos de Amor de Dios, 6,7), modelo
de las almas perfectas. Y es la Madre en la que todas las gracias se resumen en
su comunión con Cristo en el "mucho padecer": "Siempre hemos
visto que los que mas cercanos anduvieron a Cristo nuestro Señor fueron los de
mayores trabajos: miremos los que pasó su gloriosa Madre y sus gloriosos
apóstoles" (Moradas VII 4,5). Por eso la memoria de Cristo y de la Virgen,
en la celebración litúrgica de sus misterios, nos acompaña y fortalece (Cfr.
Moradas VI,7,11.13).
c. La Virgen
María y el Carmelo
Teresa de
Jesús con su vocación de Carmelita ha entrado profundamente en toda la antigua
tradición espiritual del Carmelo. En el monasterio de la Encarnación de Avila
ha podido impregnarse de toda la rica espiritualidad mariana de la Orden, tal
como en el siglo XVI la expresaban la tradición histórica, las leyendas
espirituales, la liturgia carmelitana, la devoción popular, la iconografía
carmelitana. En sus escritos el nombre de la Orden esta siempre unido al de la
Virgen que es Señora, Patrona, Madre de la Orden y de cada uno de sus miembros.
Todo es mariano en la Orden, según Santa Teresa: el hábito, la Regla, las
casas.
Cuando es
nombrada Priora de la Encarnación, en 1571, coloca en el lugar primero del coro
a la Virgen, porque comprende que en María hay una convergencia de devoción, de
amor y respeto por parte de todas las religiosas. El gesto tiene un hermoso
epílogo mariano, con la aparición de la Virgen (Relación 25). En una Carta a
María de Mendoza (7 de marzo de 1572) dice afectuosamente: "Mi 'Priora'
(la Virgen María) hace estas maravillas". Acoge con gozo al P. Gracián,
tan devoto de la Virgen, como ella recuerda con frecuencia en sus Cartas, y se
entusiasma con el conocimiento que él tiene y le comunica de los orígenes de la
Orden, tal como eran narrados en los libros de entonces (cfr. Fundaciones,
c.23) Tiene plena conciencia de los privilegios del Santo Escapulario, como
parece aludir en esta frase a propósito de la muerte de un carmelita:
"Entendí que por haber sido fraile que había guardado bien su profesión le
habían aprovechado las Bulas de la Orden para no entrar en el Purgatorio (Vida
38,31).
Con idéntico
espíritu mariano, como un servicio de renovación de la Orden de nuestra Señora
y por impulsos de la Virgen, emprende la tarea de la fundación de San José. Ya
en las primeras gracias que Cristo le hace, encontramos la alusión de la
presencia de la Virgen en el Carmelo (Vida 32,11).
Después es
la misma Virgen la que activa la fundación de San José con idénticas palabras y
promesas y con una gracia especial concedida a Teresa de pureza interior, una
especie de investidura mariana para ser Fundadora (Vida 33,14). Al concluir
felizmente la fundación de San José la Madre Teresa confiesa sus sentimientos
marianos: "Fue para mí como estar en una gloria ver poner el Santísimo
Sacramento... y hecha una obra que tenía entendido era para servicio del Señor
y honra del hábito de su gloriosa Madre" (Vida 36,6). Y añade:
"Guardamos la Regla de nuestra Señora del Carmen... Plega al Señor sea todo
para gloria y alabanza suya, y de la gloriosa Virgen María, cuyo hábito
traemos" (Ib. 36, 26.28) Como respuesta a este servicio mariano, ve a
Cristo que le agradece "lo que había hecho por su Madre" y ve a la
Virgen "con grandísima gloria, con manto blanco y debajo de él parecía
ampararnos a todas" (Ib. 36, 24).
En la
narración de los progresos de la Reforma, Teresa tiene siempre el cuidado de
subrayar la continuidad con la Orden, el servicio hecho a nuestra Señora, la
especial protección que Ella le dispensa en todas las ocasiones. Así, por
ejemplo, el encuentro con el Padre Rubeo y el permiso obtenido para extender
los monasterios teresianos: "Escribí a nuestro Padre General una carta...
poniéndole delante el servicio que haría a nuestra Señora, de quien era muy devoto.
Ella debía ser la que lo negoció" (Fundaciones, 2,5). Todo el libro de las
Fundaciones parece estar escrito en clave mariana, pues son continuas las
alusiones de Teresa a la Virgen y a su servicio, como cuando escribe:
"Comenzando a poblarse estos palomarcitos de la Virgen nuestra Señora
..." (Ib. 4,5); o cuando subraya: "Son estos principios para renovar
la Regla de la Virgen su Madre y Señora y Patrona Nuestra" (Ib. 14,5),
como dice a propósito de la fundación de Duruelo. Cuando vuelve la vista atrás,
al final del libro de las Fundaciones, contempla todo como un servicio de la
Virgen y una obra en la que ha colaborado la misma Reina del Carmelo:
"Nosotras nos alegramos de poder en algo servir a nuestra Madre y Señora y
Patrona... Poco a poco se van haciendo cosas en honra y gloria de esta gloriosa
Virgen y su Hijo ..." (Ib. 29,23.28). La misma separación de calzados y
descalzos hecha en el Capítulo de Alcalá, en 1581, es contemplada por Teresa
con una referencia pacificadora a la Madre de la Orden: "Acabó nuestro
Señor cosa tan importante... a la honra y gloria de su gloriosa Madre, pues es
de su Orden, como Señora y Patrona que es nuestra ..." (Ib. 29,31).
El recuerdo
de la Virgen sugiere a Teresa en diversas ocasiones el sentido de la vocación
carmelitana inspirada en María. Así por ejemplo con una alusión implícita a la
Virgen escribe: "Todas las que traemos este hábito sagrado del Carmen
somos llamadas a la oración y contemplación (porque este fue nuestro principio,
de esta casta venimos, de aquellos santos Padres nuestros del Monte Carmelo,
que en tan gran soledad y con tanto desprecio del mundo buscaban este tesoro,
esta preciosa margarita de que hablamos" (Moradas V 1,2).
En el
contexto anterior y posterior la Santa habla de la vocación la oración, tesoro
escondido y perla preciosa - dos alusiones evangélicas - que están dentro de
nosotros, pero que exigen el don total de nuestra vida para comprar el campo
donde esta el tesoro y adquirir la perla preciosa. María aparece como la Madre
de esta "casta de contemplativos", por su interioridad en la
meditación y la entrega total del Señor. En otra ocasión Teresa llama la
atención sobre la necesidad de la imitación de la Virgen para poder llamarnos
de veras hijas suyos: "Plega a nuestro Señor, hermanas, que nosotras
hagamos la vida como verdaderas hijas de la Virgen y guardemos nuestra
profesión, para que nuestro Señor nos haga la merced que nos ha prometido"
(Fundaciones 16,7). En el amor a la Virgen y en la adhesión a la misma familia
se encuentra para la fraternidad teresiana el fundamento del amor recíproco y
de la comunión de bienes, como sugieren estos dos textos: "Así que, mis
hijas, todas lo son de la Virgen y hermanas, procuren amarse mucho unas a
otras" (Carta a las monjas de Sevilla, 13 de enero de 1580, 6). "Por
eso traemos todas un hábito, porque nos ayudemos unos (monasterios) a otros,
pues lo que es de uno es de todos" (Carta a la M. Priora y Hermanas de
Valladolid, 31 de mayo de 1579,4).
Estas
páginas muestran como la Santa Madre ha vivido intensamente la tradición
mariana del Carmelo y la ha enriquecido con su experiencia mística, su devoción
y la orientación doctrinal de sus escritos. Para la carmelita descalza la
Virgen es, en la perspectiva teresiana, modelo de adhesión a Cristo, de vivencia
contemplativa de su misterio y de servicio eclesial; para cada monasterio, la
Virgen es la Madre que con su presencia acrecienta el sentido de intimidad y de
familia, alienta en el camino de la vida espiritual, preside la oración como
ferviente intercesora ante su Hijo.
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(254 bytes)La Espiritualidad Mariana de la orden Carmelita
Escrita por
la Orden de Carmelitas Descalzos
1. En los
orígenes de nuestra devoción mariana
Hay tres
palabras claves que sintetizan los orígenes de nuestra relación carismática con
la Virgen María: el lugar del Monte Carmelo, el nombre o título mariano de la
Orden, la explícita mención de la dedicación de la Orden del Carmelo al
servicio de nuestra Señora.
a. El lugar:
una capilla en honor de la Virgen María en el Monte Carmelo
Un anónimo
peregrino de principios del siglo XIII nos ofrece, en un documento sobre los
caminos y peregrinaciones de la Tierra Santa, el primer testimonio histórico
mariano acerca de la Orden. Nos habla de una "muy bella y pequeña iglesia
de nuestra Señora que los ermitaños latinos, llamados "Hermanos del
Carmelo" tenían en el Wadi 'ain es-Siah. Otra redacción del mismo
manuscrito habla de una iglesia de nuestra Señora.
Posteriormente
el título de la Virgen María se le dará a todo el monasterio, cuando se amplíe
notablemente la primitiva capilla, como consta en varios documentos antiguos
(cfr. Bullarium Carmelitanum, I, pp. 4 y 28). Este dato primordial de la
capilla del Monte Carmelo dedicada a la Madre de Dios es significativo y
prácticamente es el hecho del que se desprende la más antigua devoción de los
Carmelitas a la Virgen. Desde el principio de su fundación los Carmelitas han
erigido una pequeña capilla dedicada a la Virgen Madre de Dios en su misma tierra
de Israel.
Suponemos
que esta capilla estaba presidida por una imagen de la Madre de Dios. La
tradición antigua de la orden nos ha transmitido algunas imágenes antiguas, de
inspiración oriental. Entre ellas algunas del tipo de la Virgen de la ternura o
de la Virgen sentada en un trono con su Hijo. Todo ello indica que los
ermitaños del Monte Carmelo querían dedicarse por entero al vivir en obsequio
de Jesucristo bajo la mirada amorosa de la Virgen Madre, y que ella presidió
desde sus misma cuna el nacimiento de una nueva experiencia eclesial. De aquí
el hecho que se la reconozca como Patrona, según las palabras del General Pedro
de Millaud al Rey de Inglaterra Eduardo I a propósito de la Virgen María
"en cuya alabanza y gloria esta misma Orden fue fundada
especialmente" (Cfr. Ibidem, 606-607). Una afirmación que la tradición
posterior confirmara constantemente.
b. El
nombre: "Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte
Carmelo"
Así aparece
el título de la Orden en algunos documentos pontificios, con una referencia
explícita a la Virgen María, como consta por la Bulla de Inocencio IV, Ex parte
dilectorum (13-1-1252): "De parte de los amados hijos, los ermitaños
hermanos de la Orden de Santa María del Monte Carmelo" (Analecta Ordinis Carmelitarum
2 (1911-1913) p.128). En un documento posterior (20-2-1233) Urbano IV (en la
Bula Quoniam, ut ait) hace referencia al "Prior Provincial de la Orden de
la Bienaventurada María del Monte Carmelo en Tierra Santa" y añade que en
el Monte Carmelo está el lugar de origen de esta Orden donde se va a edificar
un nuevo monasterio en honor de Dios y "de la dicha Gloriosa Virgen su
Patrona" (Bullarium Carmelitanum I, p.28).
Este nombre,
"Hermanos" que es signo de familiaridad e intimidad con la Virgen, ha
sido reconocido por la Iglesia, y será en adelante fuente de espiritualidad
cuando los autores carmelitas posteriores hablen del "patronazgo de la
Virgen" y de su cualidad de "Hermana" de los Carmelitas.
c. La
consagración a la Virgen
El Carmelo
profesa con su dedicación total al servicio de Jesucristo como Señor de la
Tierra Santa, según el sentido de seguimiento y de servicio que tiene el texto
inicial de la Regla en su contexto histórico y geográfico, su total
consagración a la Virgen María. Así lo reconoce un antiguo texto legislativo
del Capitulo de Montpellier, celebrado en 1287: "Imploramos la intercesión
de la gloriosa Virgen María, Madre de Jesús, en cuyo obsequio y honor fue
fundada nuestra religión del Monte Carmelo" (Cfr. Actas del Capítulo
General de Montpellier, Acta Cap.Gen., Ed. Wessels-Zimmermann, Roma 1912, p.7).
Esta especial consagración que se une al recuerdo del seguimiento de Cristo
tendrá una lógica consecuencia en la fórmula de la profesión que incluirá la
mención explícita de la entrega a Dios y a la Bienaventurada Virgen María.
2. Una
tradición espiritual viva
Tras los
datos históricos reseñados que pertenecen a los albores de la experiencia
mariana del Carmelo, las Constituciones señalan los elementos mas significativos
de la espiritualidad mariana de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz. Sin
embargo podemos condensar en algunas orientaciones la riqueza doctrinal del
espíritu mariano de la Orden, tal como ha sido vivido a partir de los orígenes,
enriquecido por la devoción y los escritos espirituales de algunos carmelitas
insignes.
a. Los
títulos de amor y de veneración.
Se puede
afirmar que la antigua tradición carmelitana ha expresado los vínculos de amor
con la Virgen a través de una serie de títulos relativos al misterio de María
pero percibidos con un sabor especial desde la experiencia de la vida del
Carmelo. Así, en los orígenes, predomina la denominación de Patrona de la
Orden, pero también se va haciendo camino la expresión más dulce de Madre, como
aparece en fórmulas antiguas de Capítulos y Constituciones, como estas:
"En honor de nuestro Señor Jesucristo y de la gloriosa Virgen María, Madre
de nuestra Orden del Carmelo"; "Para alabanza de Dios y de la
bienaventurada Virgen María Madre de Dios y Madre nuestra", como dicen las
Constituciones de 1369.
En la
antífona "Flos Carmeli" se invoca a la Virgen como "Madre
dulce" (Mater mitis) y Juan de Chimineto habla de María como "fuente
de las misericordias y Madre nuestra". Los dos apelativos están en relación
con el misterio de la Virgen Madre de Dios en la expansión de su maternidad
hacia los hombres. A estos títulos hay que añadir el de Hermana, asumido por
los Carmelitas del siglo XIV en la literatura devocional que narra los orígenes
de la Orden, a partir del profeta Elías que contempla proféticamente en la
nubecilla la futura Madre del Mesías, y se complace en ilustrar las relaciones
de la Virgen con los ermitaños del Monte Carmelo.
Desde otro
punto de vista doctrinal, los Carmelitas, en la contemplacion el misterio de la
Virgen, han puesto de relieve su Virginidad, admirando en ella el modelo de la
opción por una vida virginal en el Carmelo y su relación con la contemplacion.
Por las mismas razones los Carmelitas siempre estuvieron entre los defensores
del privilegio de la Inmaculada Concepción de la Virgen, en las controversias
de la edad media, sea a nivel de teología, sea a favor de la introducción de la
fiesta en el Calendario de la Orden que la celebraba con particular devoción.
De aquí también la insistencia de los autores carmelitas en la filial
contemplacion de la Virgen Purísima y del compromiso de imitar en la Virgen
esta actitud espiritual, simbólicamente reflejada en la capa blanca del hábito
de la Orden.
b.
Privilegios para la Orden.
La historia
y la espiritualidad mariana de la Orden, sobre todo durante los siglos XIV-XVI,
se enriquecen de motivos devocionales que van aumentando la tradición histórica
primitiva. La Virgen María aparece como una auténtica Protectora de la Orden en
momentos difíciles de su evolución y su expansión en Occidente. EL Catálogo de
los Santos Carmelitas ha recogido la visión que el General de la Orden Simón
Stock tuvo hacia el año 1251, cuando la Virgen se le aparece y le hace entrega
del hábito de la Orden asegurándole la salvación eterna para todos los que lo
lleven con devoción. Al Papa Juan XXII se le atribuye un documento, llamado
comúnmente Bula Sabatina, que lleva la fecha del 3 de marzo de 1322, en el cual
refiere la visión que el mismo Papa tiene de la Virgen que le promete una
protección personal a cambio de la ayuda que él mismo preste a los Carmelitas;
en la Bula se alude al privilegio de una liberación de las penas del Purgatorio
para todos aquellos que hayan llevado dignamente el Santo Escapulario, mediante
la acción maternal de la Virgen que irá a liberar a sus devotos el sábado
siguiente a su muerte.
Estos dos
hechos han polarizado la atención popular hacia la devoción mariana propuesta
por los Carmelitas y han monopolizado, en cierto sentido, la visión espiritual
que la Orden ha tenido del misterio de María, que es sin duda mucho más rica,
más evangélica, más espiritual.
La Orden
desde el siglo XIV quiso celebrar con una fiesta especial, la Conmemoración de
la Virgen María del Monte Carmelo, los beneficios recibidos por intercesión de
nuestra Señora. Esta fiesta tenía a la vez el sentido de recordar la protección
de María y de realizar la acción de gracias por parte de la Orden. En la
elección de la fecha, como se sabe, influye la parcial aprobación de la Orden
obtenida en el Concilio II de Lyon, el 17 de julio de 1274, cuando había estado
en peligro la extinción de la Orden. Posteriormente, la fecha del 16 de julio
fue considerada como el día tradicional de la aparición de la Virgen a San
Simón Stock; de esta forma el recuerdo de la protección de la Virgen se
concentró en el agradecimiento particular por lo que constituía la suma y
compendio del amor de la Virgen para los Carmelitas: el don del Santo
Escapulario y sus privilegios.
c.
Espiritualidad mariana de la Orden: María, modelo y Madre
Una nota
distintiva de la actitud de los Carmelitas hacia la Virgen María es el deseo de
imitar sus virtudes dentro de la propia profesión religiosa. Ya el conocido
teólogo carmelita Juan Baconthorp (1294-1348) había intentado hacer en su
comentario a la Regla un paralelismo entre la vida del Carmelita y la vida de
la Virgen María; se trata de un principio exegético de gran importancia porque
centra la devoción en la imitación. Otro gran teólogo, Arnoldo Bostio (1445-1499),
ha cantado en su obra acerca del Patronazgo mariano sobre la Orden, el sentido
de intimidad con la Virgen, la especial filiación del carmelita, la comunión de
bienes con la Madre, el sentido de la "hermandad" con Ella. El Beato
Bautista Mantuano (1447-1516) es un cantor eximio de la Virgen en su producción
poética. Como fieles intérpretes de la tradición carmelitana llevan a su
esplendor el sentido de la intimidad con la Virgen y su conformación interior
al misterio de María el P. Miguel de San Agustín (1621-1684) y su dirigida
María de Santa Teresa (1623-1677).
Aunque no es
éste el lugar para desarrollar la doctrina de todos estos autores, hemos
querido dejar constancia de una rica tradición doctrinal y espiritual del
Carmelo que encontrará en los representantes del Carmelo Teresiano una digna
continuidad y profundización de la espiritualidad mariana.
d. Liturgia
y devoción popular.
Los
Carmelitas han expresado su devoción y consagración a la Virgen especialmente
por medio de la liturgia. Han erigido templos en su memoria y venerado su
imagen. Los antiguos Rituales de la Orden, a partir del siglo XIII, muestran el
fervor litúrgico del Carmelo en la celebración de las fiestas marianas de la
Iglesia, con la aceptación de nuevas celebraciones; se trata de fiestas que en
otros lugares y en otras Ordenes, no son acogidas con tanto fervor, como la
fiesta de la Inmaculada Concepción. La fiesta de la Conmemoración Solemne de la
Virgen del Monte Carmelo se convierte en la fiesta principal. El antiguo rito jerosolimitano,
seguido por la Orden, reserva a María múltiples invocaciones en las horas
canónicas, con antífonas marianas a final de cada hora y con una solemnización
especial de la Salve Regina de Completas.
En honor de
la Virgen se celebran sus misas votivas y el nombre de María se introduce con
frecuencia en los textos litúrgicos de la toma de hábito y de la profesión. Se
puede decir que la liturgia carmelitana ha dejado una profunda huella de
espíritu mariano en la tradición espiritual y ha plasmado interiormente la
dedicación que la Orden profesaba a la Virgen Nuestra Señora. Junto a la
liturgia florecen características prácticas de devoción popular de la Iglesia,
como el Angelus y el Rosario, y otras propias de la Orden, unidas a la devoción
del Escapulario.
3. La
espiritualidad mariana en el Carmelo teresiano
La segunda
parte del n. 54 de las Constituciones presenta la lógica continuidad de la
experiencia mariana del Carmelo en Santa Teresa y en San Juan de la Cruz con
estas palabras: "Santa Teresa y San Juan de la Cruz, han reafirmado y
renovado la piedad mariana del Carmelo". Sigue a continuación una breve y
jugosa síntesis del pensamiento mariano de Santa Teresa y de San Juan de la
Cruz. Dentro del espacio que ofrecen estas páginas de breve comentario vale la
pena alargar un poco más la visión que ofrecen de este punto las Constituciones
para ver hasta qué punto el tema mariano se enriquece en los Santos de la Orden
y como queda configurado actualmente en nuestra espiritualidad, a partir de la
doctrina y experiencia de Teresa de Jesús, de Juan de la Cruz y de otros
testigos eximios del Carmelo Teresiano.
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