San Enrique
Emperador
Año 1024
En verdad que es difícil encontrar
gobernantes
de una santidad como la de este gran
Emperador.
Que Dios nos mande muchos jefes de
nación como San Enrique.
Enrique significa: "Jefe
Poderoso"
Este es el único emperador declarado
santo por la Iglesia Católica.
Tuvo la gran suerte de pertenecer a
una familia sumamente religiosa. Su hermano Bruno fue obispo. Su hermana
Brígida fue monja. La otra hermana, Gisela, fue la esposa de un santo, San
Esteban, rey de Hungría. Y la mamá de Enrique lo confió desde muy jovencito
bajo la dirección de otro fervoroso personaje, San Wolfgan, obispo de
Ratisbona, el cual lo educó de la mejor manera que le fue posible.
Un aviso que lo llevó a la santidad:
Al poco tiempo de haberse muerto su
gran maestro, San Wolfgan, vio Enrique que se le aparecía en sueños y escribía
en una pared esta frase: "Después de seis". Él se imaginó que le
avisaban que dentro de seis días iba a morir y se dedicó con todo su fervor a
prepararse para bien morir. Pero pasaron lo seis día y no se murió. Entonces
creyó que eran seis meses los que le faltaban de vida, y dedicó ese tiempo a
lecturas espirituales, oraciones, limosnas a los pobres, obras buenas a favor
de los más necesitados y cumplimiento exacto de su deber de cada día. Pero a
los seis meses tampoco se murió. Se imaginó que el plazo que le habían
anunciado eran seis años, y durante ese tiempo se dedicó con mayor fervor a sus
prácticas de piedad, a obras de caridad y a instruirse ejercer lo mejor posible
sus oficios, y a los seis años... lo que le llegó no fue la muerte sino el
nombramiento de Emperador. Y este aviso le sirvió muchísimo para prepararse
sumamente bien para ejercer tan alto cargo.
Emperador Guerrero.
Enrique cumplió lo que su nombre
significa en alemán: jefe poderoso. Pues empezó siendo simplemente rey (o
gobernador) de un departamento del sur de Alemania, Baviera. Y allí ejerció su
autoridad con agrado de todos , llegando a ser enormemente estimado por su pueblo.
Pero de pronto se murió el Emperador Otón III, su primo, sin dejar herederos, y
entonces los principes electores juzgaron que ningún otro estaba mejor
preparado para gobernar Alemania y a las naciones vecinas que el buen Enrique,
tan apreciado por sus súbditos. Y llegó así a aquel altísimo cargo.
Pero por todas partes estallaban
revueltas y revoluciones, y el nuevo emperador tuvo que organizar un poderoso
ejército para ir calmando a los revoltosos. Y resultó ser un gran guerrero.
Dominó las revueltas nacionales y las de Polonia y se hizo respetar por todos
los países vecinos.
Liberador del Papa.
Y sucedió que en Roma un anticristo
se atrevió a quitarle el puesto al Papa Benedicto VIII. Éste pidió auxilio a
Enrique, el cual con un fortísimo ejército invadió a Italia, derrotó a los
enemigos del Pontífice y le restituyó su alto cargo. En premio por todo esto,
el Papa Benedicto lo coronó solemnemente en Roma como Emperador de Alemania,
Italia y Polonia.
Enrique el piadoso.
La gente lo llamaba así porque en
todas partes lo que buscaba era extender la religión y hacer que las gentes
amaran más a Nuestro Señor.
Para conceder como esposa a su
hermana Gisela, al rey Esteban de Hungría le puso como condición a dicho
mandatario que propagara el catolicismo por todo su reino, lo cual cumplió
Esteban de manera admirable.
Por todas partes levantaba templos,
construía conventos para religiosos y apoyaba a cuantos se dedicaban a
evangelizar. A los templos les regalaba cálices, ornamentos y demás objetos
para que el culto resultara muy solemnemente, y dejaba donaciones para que
celebraran misas por sus intenciones.
En su viaje a Italia se sintió
sumamente enfermo y se fue en peregrinación a Monte Casino, y allá rezando con
toda fe a San Benito consiguió su curación.
Reunía a los obispos y sacerdotes
para estudiar los métodos que consiguieran una mayor santidad para el clero.
Delante de los obispos se arrodillaba con toda humildad, como cualquier
sencillo creyente.
Padre de los pobres y amigo del
pueblo.
Pocos gobernantes que hayan gozado de
una manera tan extraordinaria de cariño de su pueblo, como San Enrique. Un día,
a un empleado que le aconsejaba tratar con crueldad a los revoltosos, le
respondió: "Dios no me dio autoridad para hacer sufrir a la gente, sino para
tratar de hacer el mayor bien posible."
Fue un verdadero padre para sus
súbditos. La fama de su bondad corrió pronto por toda Alemania e Italia,
ganándose la simpatía general. En sus labores caritativas le ayudaba su
virtuosa esposa, Santa Cunegunda, mujer ejemplarísima en todo.
Buscador de la paz.
Decía siempre que lo que más deseaba
para su nación, después de la fe, era la paz. Con los gobernantes vecinos trató
de conservar muy buenas relaciones de amistad, y a los súbditos revoltosos,
fácilmente los perdonaba y volvían a ser sus amigos. Pocos gobernantes han
logrado ganarse como Enrique el amor de sus gobernados, y la gente bendecía a
Dios por haberle concedido un mandatario tan comprensivo.
Murió el 13 de julio del año 1024, y
poco antes de morir contó a sus familiares que con su esposa Santa Cunegunda
había hecho voto de virginidad, y que habían vivido siempre como dos hermanos.
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