Desde los
más remotos orígenes del pueblo chino (hacia la mitad del tercer milenio antes
de Cristo) el sentimiento religioso hacia el Ser Supremo y la piedad filial y
devota hacia los antepasados difuntos son las características más relevantes de
su cultura milenaria.
Esta nota de
neta religiosidad se encuentra, más o menos, en los chinos de todos los siglos,
hasta el nuestro, cuando bajo el influjodel ateísmo occidental, algunos
intelectuales, especialmente los educados en el exterior, han querido desprenderse,
como algunosde sus maestros occidentales, de cualquier idea religiosa.
El Evangelio
se anunció en China en el siglo V y, a primerosdel VII, se erigió allí la
primera iglesia. Durante la dinastía T´ang(618-907) la comunidad de los
cristianos estuvo floreciente durante dos siglos. En el XIII la comprensión del
pueblo chino y de sus culturas, que supo tener un misionero como Juan de
Montecorvino, lograron que se pudiera dar impulso a la primera misión católica
en el «Reino del medio» con sede episcopal en Beijin.
No es de
extrañar que, especialmente en la época moderna (es decir, desde el siglo XVI,
cuando las comunicaciones entre oriente y occidente comenzaron a ser en cierto
modo más frecuentes), haya existido por parte de la Iglesia Católica el deseo
de llevar a este pueblo la luz del Evangelio, a fin de que ésta enriqueciese
aún más el tesoro de tradiciones culturales y religiosas tan ricas y profundas.
Así pues, a
partir de las últimas décadas del siglo XVI, varios misioneros católicos fueron
invitados a China: se habían elegido con gran esmero personas como Matteo Ricci
y otros, teniendo en cuenta, además de su espíritu de fe y de amor, sus
capacidades culturales y sus cualidades en diversos campos de la ciencia, en
especial de la astronomía y de la matemática. De hecho, gracias a éstos y al
aprecio que demostraron los misioneros por el notable espíritu de investigación
presente en los estudiosos chinos, pudieron establecerse relaciones de
colaboración científica muy provechosas. Éstas sirvieron a su vez para abrir
muchas puertas, incluso las de la corte imperial, y para así entablar
relaciones muy útiles con varias personas de grandes capacidades.
La calidad
de la vida religiosa de estos misioneros fue lo que indujo a no pocas personas
de alto nivel a sentir la necesidad de conocer mejor el espíritu evangélico que
los animaba y, luego, de instruirse en los postulados de la religión cristiana:
lo cual se hizo de manera conveniente a sus características culturales y a su
modo de pensar. A finales del siglo XVI y primeros del XVII, fueron numerosos
los que, una vez adquirida la debida preparación, pidieron el bautismo y
llegaron a ser cristianos fervientes, manteniendo siempre con justo orgullo su
identidad de chinos y su cultura.
El
cristianismo se vio en aquel período como una realidad que no se oponía a los
más altos valores de las tradiciones del pueblo chino, ni se superponía a
ellos, sino que los enriquecía con una nueva luzy dimensión.
Gracias a
las óptimas relaciones existentes entre algunos misioneros y el mismo emperador
K´ang Hsi; gracias a sus servicios prestados por restablecer la paz entre el
«zar» de Rusia y el «hijo del cielo», o sea el emperador, éste promulgó en 1692
el primer decreto de libertad religiosa, en virtud del cual todos sus súbditos podían
seguir la religión cristiana y todos los misioneros podían predicarla en sus
vastos dominios.
Como
consecuencia, la acción misionera y la difusión del mensaje evangélico se
desarrollaron notablemente y fueron muchos los chinos que, atraídos por la luz
de Cristo, pidieron recibir el bautismo.
Pero
desgraciadamente la cuestión espinosa de los «ritos chinos», irritó sobremanera
al emperador K´ang Hsi y preparó la persecución (fuertemente influenciada por
la del vecino Japón), que en unos sitios más en otros menos, abierta o
solapada, violenta o velada,se extendió prácticamente con sucesivas oleadas
desde la primera década del siglo XVII hasta la mitad del siglo XIX, matando a
misioneros y a fieles laicos y destruyendo no pocas iglesias.
Fue
exactamente el 15 de enero de 1648 cuando los Tártaros Manciù, habiendo
invadido la región del Fujian y mostrándose hostiles a la religión cristiana,
dieron muerte al San Francisco Fernández de Capillas, sacerdote de la Orden de
los Frailes Predicadores. Después de haberlo encarcelado y torturado, lo
decapitaron mientras rezaba con otros los misterios dolorosos del Rosario.
El San
Francisco Fernández de Capillas ha sido reconocidopor la Santa Sede como Proto
mártir de China.
Hacia la
mitad del siglo siguiente, el XVIII, otros cinco misioneros españoles, que
habían ejercido su actividad entre los años 1715-1747, fueron también
asesinados como resultado de una nueva ola de persecución iniciada en 1729 y
con secuaces más encarnizados en 1746. Era la época de los emperadores
Yung-Cheng y de su hijo K´ien-Lung.
San Pedro
Sans i Iordà, O.P., Obispo, martirizado el 26 de mayo de 1747 en Fuzhou.
San
Francisco Serrano, O.P., Sacerdote,
San Joaquín
Royo, O.P. Sacerdote,
San Juan
Alcober, O.P., Sacerdote,
San
Francisco Díaz, O.P. Sacerdote, los cuatro fueron matados el 28 de octubre de
1748 en Fuzhou.
Una nueva
fase de régimen de persecución en relación con la religión cristiana se desató
posteriormente en el siglo XIX.
Mientras
algunos Emperadores de los siglos precedentes habían autorizado el catolicismo,
el Emperador Kia-Kin (1796-1821) publicó en cambio numerosos y severos decretos
en contra. El primero se remonta al 1805; dos edictos del 1811 iban dirigidos
contra aquellos de entre los chinos que hacían los estudios para recibir las
órdenes sagradas y contra los sacerdotes que propagaban la religión cristiana.
Un decreto del 1813 exoneraba de cualquier castigo a los apóstatas voluntarios,
es decir, a los Cristianos que declaraban espontáneamente que abandonaban la fe
cristiana, pero amenazaba a todos los demás.
En este
período sufrió el martirio el San Pedro Wu, laico catequista, chino, nacido de
familia pagana, recibió el bautismo en 1796 y pasó el resto de su vida
anunciando la verdad de la religión cristiana. Todas las tentativas para
hacerlo apostatar fueron vanas. Emitida contra él la sentencia de muerte, fue
estrangulado el 7 de noviembre de 1814.
Siguió sus
pasos en la fidelidad a Cristo el San José Zhang-Dapeng, laico catequista,
comerciante, bautizado en el 1800, llegó a ser después el alma de la misión en
la ciudad de Kony-Yang. Encarcelado, murió estrangulado el 12 de marzo de 1815.
Este año
(1815) se promulgaron otros dos Decretos, en los que se aprobaba la conducta
del Virrey del Sichuan, que había hecho decapitar a Mons. Dufresse, de las
Misiones Exteriores de París,y a muchos cristianos chinos. Siguió una
persecución más exacerbada.
Son de este
período los siguientes mártires:
San Juan
Gabriel Taurin Dufresse, M.E.P., Obispo, arrestado el 18 de mayo de 1815,
conducido a Chengdu, condenado y ajusticiado el 14 de septiembre de 1815.
San Agustín
Zhao Rong, Sacerdote diocesano chino que, siendo antes uno de los soldados que
escoltaron a Mons. Dufresse desde Chengdu hasta Beijin, había quedado
impresionado por la paciencia de éste y había pedido ser contado entre los
neófitos: una vez bautizado, se le mandó al Seminario y después se ordenó
sacerdote. Arrestado, sufrió crueles suplicios y después murióen 1815.
San Giovanni
da Triora, O.F.M., Sacerdote, hecho prisionero junto con otros en el verano del
1815, después condenado a muerte y murió estrangulado el 7 de febrero de 1816.
San José
Yuan, Sacerdote diocesano chino, el cual, habiendo escuchado a Mons. Dufresse
hablar de la fe cristiana, quedó prendado de la belleza de ésta y después llegó
a ser un neófito ejemplar. Más tarde, ordenado sacerdote y, como tal, entregado
a la evangelización en varios distritos; fue apresado en agosto de 1816,
condenado a la estrangulación y matado de esta suerte el 24 de junio de 1817.
San
Francisco Regis Clet de la Congregación de la Misión que, después de haber
obtenido el permiso para ir a las misiones de China, se había embarcado para el
Oriente en 1791. Llegado allí, llevó durante treinta años una vida sacrificada
de misionero: sostenido por un celo incansable, evangelizó tres inmensas
Provincias del Imperio Chino: Jiangxi, Hubei, Hunan. Traicionado por un
cristiano, fue arrestado y llevado a prisión donde sufrió atroces suplicios.
Mediante sentencia del Emperador fue matado por estrangulación el 17 de febrero
de 1820.
San Tadeo
Liu, Sacerdote diocesano, chino, que se negó a apostatar, diciendo que era
sacerdote y quería ser fiel a la religión que había predicado. Condenado a
muerte, fue estrangulado el 30 de noviembre de 1823.
San Pedro
Liu, catequista laico, chino, arrestado en 1814 y condenado al exilio en
Tartaria, donde permaneció casi veinte años. Vuelto a la patria, fue de nuevo
apresado y estrangulado el 17 de mayo de 1834.
San Joaquín
Ho, catequista laico, chino, fue bautizado a la edad de casi 20 años. En la
gran persecución del 1814 había sido prendido con muchos otros fieles y
sometido a crueles torturas. Desterrado a Tartaria, allí permaneció unos 20
años; regresado a la patria fue nuevamente apresado y rehusó apostatar. A
continuación, una vez confirmada la sentencia de muerte por parte del
Emperador, fue estrangulado el 9 de julio de 1839.
San Augusto
Chapdelaine, M.E.P., sacerdote de la Diócesis de Coutances. Habiendo ingresado
en el Seminario de las Misiones Exteriores de París, se embarcó directamente a
China en 1852; llegó a Guangxi a finales del 1854. Arrestado en 1856,
torturado, condenado a muerte enjaulado, expiró en febrero de 1856.
San Lorenzo
Bai Xiaoman, laico, chino, obrero modesto, que acompañó al San Chapdelaine en
el asilo que habían ofrecido al misionero y fue con él apresado y conducido al
tribunal. Nada pudo hacerlo apostatar. Fue decapitado el 25 de febrero de 1856.
Santa Inés
Tsao Kouying, viuda, había nacido de antigua familia cristiana; habiéndose
dedicado a la instrucción de las muchachas jóvenes convertidas por el San
Augusto Chapdelaine, fue arrestada y, condenada a morir enjaulada, expiró el 1
de marzo de 1856.
El 28 de
enero de 1858, por orden del mandarín de MaoKou (en la provincia de Guizhou),
fueron matados tres catequistas, conocidos como Mártires de MaoKou:
San Jerónimo
Lu Tingmei,
San Lorenzo
Wang Bing,
Santa Àgueda
Lin Zao.
Se pidió a
los tres que renunciaran a la religión cristiana. Como su respuesta fuese
negativa, fueron condenados a la decapitación.
El 29 de
julio de 1861 sufrieron el martirio simultáneamente dos seminaristas y dos
laicos, de los cuales uno era cultivador y la otra una viuda que prestaba sus
servicios como cocinera en el seminario. Se los conoce como Mártires de
Qingyanzhen (Guizhou):
San José
Zhang Wenlan, seminarista,
San Pablo
Chen Changpin, seminarista,
San Juan
Bautista Luo Tingying, laico,
Santa Marta
Wang-Luo Mande, laica.
El año
siguiente, el 18 y 19 de febrero de 1862, dieron su vidapor Cristo otras 5
personas, conocidas como Mártires de Guizhou,a saber:
San Juan
Pedro Néel, Sacerdote de las Misiones Exterioresde París,
San Martín
Wu Xuesheng, catequista laico,
San Juan Zhang
Tianshen, catequista laico,
San Juan
Chen Xianheng, catequista laico,
Santa Lucía
Yi Zhenmei, catequista laica.
Mientras
tanto habían ocurrido, en el campo de la política, algunos episodios que
tuvieron notables repercusiones en la vida de las misiones cristianas.
En junio de
1840 el Comisario imperial de Guangdong, queriendo con razón suprimir el
comercio del opio, que estaba en manos de los ingleses, había hecho arrojar al
mar más de veinte mil cajas de esta droga. Este había sido el pretexto de la
guerra inmediata, con victoria de los ingleses. Terminada la guerra, China
debió firmar en 1842 el primer tratado internacional de los tiempos modernos,
al que siguieron muy pronto otros con América y Francia. Aprovechando la
ocasión, Francia sustituyó a Portugal como potencia protectora de las misiones
y como consecuencia se promulgó un doble decreto: uno del 1844, por el cual se
permitía a los chinos seguir la religión católica, otro del 1846, mediante el
cual se suprimían las antiguas penas contra los católicos.
La Iglesia
pudo entonces vivir abiertamente y ejercer su acción misionera, desarrollándola
también en el ámbito de la educación superior, universitaria y de la
investigación científica.
Al
multiplicarse los diversos Institutos culturales de alto nivel y gracias a su
actividad muy apreciada, se establecieron gradualmente lazos cada vez más
profundos entre la Iglesia y China con sus ricas tradiciones culturales.
Esta
colaboración con las autoridades chinas favoreció de un modo creciente la mutua
estima y participación en aquellos valores que deben regir siempre toda
sociedad civil.
Transcurrió
así un siglo de expansión de las misiones cristianas, con la excepción hecha
del período en que se abatió sobre ellas la desgracia de la insurrección de la
«Asociación de la justicia y de la armonía» (conocida comúnmente como de los
“Boxers”), que ocurrió al principio del siglo XX y causó el derramamiento de
sangre de muchos cristianos.
Es sabido
que en esta revuelta confluyeron todas las sociedades secretas y el odio
acumulado y reprimido contra los extranjeros de los últimos decenios del siglo
XIX a causa de las vicisitudes políticas y sociales que siguieron a la «guerra
del opio» y a la imposición de los así llamados «Tratados desiguales» por parte
de las Potencias Occidentales.
Sin embargo
fue muy distinto el móvil de la persecución a los Misioneros, aunque fueran de
nacionalidad europea. Su matanza fue determinada por una causa puramente
religiosa: fueron matados por el mismo motivo con que lo fueron los fieles
chinos que se habían hecho cristianos. Documentos históricos indiscutibles
ponen en evidencia el odio anticristiano que impulsó a los “Boxers” a asesinar
a los Misioneros y a los fieles locales que se habían adherido a su doctrina.
Respecto a ellos se emitió un edicto el 1 de julio de 1900, en el cual se
decía, en síntesis, que ya había pasado el tiempo de las buenas relaciones con
los Misioneros europeos y sus cristianos: que los primeros debían ser
repatriados inmediatamente y los fieles obligados a la apostasía, bajo pena de
muerte.
Como
resultado de esto tuvo lugar el martirio de algunos misioneros y de muchos
chinos que se agruparon en los siguientes grupos:
a) Mártires
de Shanxi, muertos el 9 de julio de 1900, que son Frailes Menores Franciscanos:
San Gregorio
Grassi, Obispo,
San
Francisco Fogolla, Obispo,
San Elías
Facchini, Sacerdote,
San
Teodorico Balat, Sacerdote,
San Andrés
Bauer, Hermano Religioso;
b) Mártires
del Hunan Meridional, muertos el 7 de julio de 1900, también Frailes Menores
Franciscanos:
San Antonino
Fantosati, Obispo,
San José
María Gambaro, Sacerdote,
San Cesidio
Giacomantonio, Sacerdote ( 4 julio).
A los
mártires franciscanos de la Orden Primera se añaden siete Franciscanas
Misioneras de María, de las cuales 3 francesas,2 italianas, 1 belga y 1
holandesa:
Santa María
Ermellina de Jesús (en el siglo: Irma Grivot),
Santa María
de la Paz (en el siglo: María Anna Giuliani),
Santa María
Clara (en el siglo: Clelia Nanetti),
Santa María
de Santa Natalia (en el siglo: Juana María Kerguin),
Santa María
de San Justo (en el siglo: Ana Moreau),
Santa María
Adolfina (en el siglo: Ana Dierk),
Santa María
Amandina (en el siglo: Paula Jeuris).
De los
mártires chinos de la familia franciscana forman parte también 11 Franciscanos
seglares, todos chinos:
San Juan
Zhang Huan, seminarista,
San Patricio
Dong Bodi, seminarista,
San Juan
Wang Rui, seminarista,
San Felipe
Zhang Zhihe, seminarista,
San Juan ,
Zhang Jingguang, seminarista,
San Tomás
Shen Jihe, laico, sirviente,
San Simón
Qin Cunfu, catequista laico,
San Pedro Wu
Anbang, laico,
San
Francisco Zhang Rong, laico agricultor,
San Matías
Feng De, laico neófito,
San Pedro
Zhang Banniu, obrero laico.
A ellos se
añaden algunos fieles laicos chinos:
San Santiago
Yan Guodong, agricultor,
San Santiago
Zhao Quanxin, sirviente,
San Pietro
Wang Erman, cocinero.
Cuando la
rebelión de los “Boxers”, iniciada en Shandong, difundida luego en Shanxi y en
Hunan, llegó también al sudeste de Tcheli, en aquel entonces Vicariato
Apostólico de Xianxian, confiado a los Jesuitas, los cristianos matados se
cuentan por millares.
Entre éstos
se encuentran 4 misioneros jesuitas franceses y 52 cristianos laicos chinos,
hombres, mujeres y niños, el más anciano de ellos tenía la edad de 79 años,
mientras que los dos más jóvenes sólo 9 años. Todos sufrieron el martirio en el
mes de julio de 1909; muchos de ellos fueron matados en la Iglesia del Pueblo
di Tchou-Kia-ho, donde se habían refugiado y estaban en oración junto con los
dos primeros de los misioneros que a continuación se enumeran:
San León
Mangin, S.J. sacerdote,
San Pablo Denn,
S.J., sacerdote,
San Remigio
Isoré, S.J., sacerdote,
San Modesto
Andlauer, S.J., sacerdote.
He aquí los
nombres y edades de los laicos cristianos chinos:
Santa María
Zhu, de unos 50 años,
San Pedro
Zhu Rixin, de 19 años,
San Juan
Bautista Zhu Wurui, de 17 años,
Santa María
Fu Guilin, de 37 años,
Santa
Bárbara Cui Lian, de 51 años,
San José Ma
Taishun, de 60 años,
Santa Lucía
Wang Cheng, 18 años,
Santa María
Fan Kun, de 16 años,
Santa María
Chi Yu, de 15 años,
Santa María
Zheng Xu, de 11 años,
Santa María
Du Zhao, de 51 años,
Santa
Magdalena Du Fengju, de 19 años,
Santa María
Du Tian, de 42 años,
San Pablo Wu
Anjyu, de 62 años,
San Juan
Bautista Wu Mantang, 17 años,
San Pablo Wu
Wanshu, de 16 años,
San Ramón Li
Quanzhen, de 59 años,
San Pedro Li
Quanhui, de 63 años,
San Pedro
Zhao Mingzhen, de 61 años,
San Juan
Bautista Zhao Mingxi, de 56 años,
Santa Teresa
Chen Tinjieh, de 25 años,
Santa Rosa
Chen Aijieh, de 22 años,
San Pedro
Wang Zuolong, de 58 años,
Santa María
Gou Li, de 65 años,
San Juan Wu
Wenyin, de 50 años,
San Zhang
Huailu, de 57 años,
San Marcos
Ki-T´ien-Siang, de 66 años,
Santa Ana An
Xin, de 72 años,
Santa María
An Guo, de 64 años,
Santa Ana An
Jiao, de 26 años,
Santa María
An Linghua, de 29 años,
San Pablo
Liu Jinde, de 79 años,
San José
Wang Kuiju, de 37 años,
San Juan
Wang Kuixin, de 25 años,
Santa Teresa
Zhang He, de 36 años,
Santa Lang
Yang, de 29 años,
San Pablo
Lang Fu, de 9 años,
Santa Isabel
Qin Bian, de 54 años,
San Simón
Qin Cunfu, de 14 años,
San Pedro
Liu Zeyu, de 57 años,
Santa Ana
Wang, de 14 años,
San José
Wang Yumei, de 68 años,
Santa Lucía
Wang Wang, de 31 años,
San Andrés
Wang Tianqing, de 9 años,
Santa María
Wang Li, de 49 años,
San Chi
Zhuze, de 18 años,
Santa María
Zhao Gou, de 60 años,
Santa Rosa
Zhao, de 22 años,
Santa María
Zhao, de 17 años,
San José
Yuan Gengyin, de 47 años,
San Pablo Ge
Tingzhu, de 61 años,
Santa Rosa
Fan Hui, de 45 años.
El hecho de
que este considerable número de fieles laicos chinos haya ofrecido la vida a
Cristo juntamente con los misioneros que les habían anunciado el Evangelio y se
habían prodigado por ellos pone en evidencia la profundidad de los vínculos que
la fe en Cristo establece, reuniendo en una sola familia personas de razas y
culturas diversas, estrechamente hermanados entre sí, no ya por motivos
políticos, sino en virtud de una religión que predica el amor, la fraternidad,
la paz y la justicia.
Además de
todos los matados por los “Boxers” hasta ahora mencionados, debe recordarse
también al San Alberico Crescitelli, sacerdote del Instituto Pontificio de las
Misiones Exteriores de Milán, que desarrolló su ministerio en el Shanxi
Meridional y fue martirizado el 21 de julio de 1900.
Años
después, al nutrido ejército de los Mártires arriba recordados iban a unirse
algunos Miembros de la Sociedad Salesiana de S. Juan Bosco:
San Luis
Versiglia, Obispo,
San Calixto
Caravario, Sacerdote.
Fueron
asesinados juntos el 25 de febrero de 1930 en Li-Thau-Tseul.
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