Santo Tomás Apóstol
Siglo I
EÑOR: AUMÉNTANOS LA FE
Tomás significa "gemelo"
La tradición antigua dice que Santo
Tomás Apóstol fue martirizado en la India el 3 de julio del año 72. Parece que
en los últimos años de su vida estuvo evangelizando en Persia y en la India, y
que allí sufrió el martirio.
De este apóstol narra el santo evangelio
tres episodios.
El primero sucede cuando Jesús se
dirige por última vez a Jerusalem, donde según lo anunciado, será atormentado y
lo matarán. En este momento los discípulos sienten un impresionante temor
acerca de los graves sucesos que pueden suceder y dicen a Jesús: "Los
judíos quieren matarte y ¿vuelves allá?. Y es entonces cuando interviene Tomás,
llamado Dídimo (en este tiempo muchas personas de Israel tenían dos nombres:
uno en hebreo y otro en griego. Así por ej. Pedro en griego y Cefás en hebreo).
Tomás, es nombre hebreo. En griego se dice "Dídimo", que significa lo
mismo: el gemelo.
Cuenta San Juan (Jn. 11,16)
"Tomás, llamado Dídimo, dijo a los demás: Vayamos también nosotros y
muramos con Él". Aquí el apóstol demuestra su admirable valor. Un escritor
llegó a decir que en esto Tomás no demostró solamente "una fe esperanzada,
sino una desesperación leal". O sea: él estaba seguro de una cosa:
sucediera lo que sucediera, por grave y terrible que fuera, no quería abandonar
a Jesús. El valor no significa no tener temor. Si no experimentáramos miedo y
temor, resultaría muy fácil hacer cualquier heroísmo. El verdadero valor se
demuestra cuando se está seguro de que puede suceder lo peor, sentirse lleno de
temores y terrores y sin embargo arriesgarse a hacer lo que se tiene que hacer.
Y eso fue lo que hizo Tomás aquel día. Nadie tiene porque sentirse avergonzado
de tener miedo y pavor, pero lo que sí nos debe avergonzar totalmente es el que
a causa del temor dejemos de hacer lo que la conciencia nos dice que sí debemos
hacer, Santo Tomás nos sirva de ejemplo.
La segunda intervención: sucedió en
la Última Cena. Jesús les dijo a los apóstoles: "A donde Yo voy, ya sabéis
el camino". Y Tomás le respondió: "Señor: no sabemos a donde vas,
¿cómo podemos saber el camino?" (Jn. 14, 15). Los apóstoles no lograban
entender el camino por el cual debía transitar Jesús, porque ese camino era el
de la Cruz. En ese momento ellos eran incapaces de comprender esto tan
doloroso. Y entre los apóstoles había uno que jamás podía decir que entendía
algo que no lograba comprender. Ese hombre era Tomás. Era demasiado sincero, y
tomaba las cosas muy en serio, para decir externamente aquello que su interior
no aceptaba. Tenía que estar seguro. De manera que le expresó a Jesús sus dudas
y su incapacidad para entender aquello que Él les estaba diciendo.
Admirable respuesta:
Y lo maravilloso es que la pregunta
de un hombre que dudaba obtuvo una de las respuestas más formidables del Hijo
de Dios. Uno de las más importantes afirmaciones que hizo Jesús en toda su
vida. Nadie en la religión debe avergonzarse de preguntar y buscar respuestas
acerca de aquello que no entiende, porque hay una verdad sorprendente y
bendita: todo el que busca encuentra.
Le dijo Jesús: "Yo soy el
Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí" Ciertos santos
como por ejemplo el Padre Alberione, Fundador de los Padres Paulinos, eligieron
esta frase para meditarla todos los días de su vida. Porque es demasiado
importante como para que se nos pueda olvidar. Esta hermosa frase nos admira y
nos emociona a nosotros, pero mucho más debió impresionar a los que la
escucharon por primera vez.
En esta respuesta Jesús habla de tres
cosas supremamente importantes para todo israelita: el Camino, la Verdad y la
Vida. Para ellos el encontrar el verdadero camino para llegar a la santidad, y
lograr tener la verdad y conseguir la vida verdadera, eran cosas
extraordinariamente importantes.
En sus viajes por el desierto sabían
muy bien que si equivocaban el camino estaban irremediablemente perdidos, pero
que si lograban viajar por el camino seguro, llegarían a su destino. Pero Jesús
no sólo anuncia que les mostrará a sus discípulos cuál es el camino a seguir,
sino que declara que Él mismo es el Camino, la Verdad y la Vida.
Notable diferencia: Si le preguntamos
al alguien que sabe muy bien: ¿Dónde queda el hospital principal? Puede
decirnos: siga 200 metros hacia el norte y 300 hacia occidente y luego suba 15
metros... Quizás logremos llegar. Quizás no. Pero si en vez de darnos eso
respuesta nos dice: "Sígame, que yo voy para allá", entonces sí que
vamos a llegar con toda seguridad. Es lo que hizo Jesús: No sólo nos dijo cual
era el camino para llegar a la Eterna Feliz, sino que afirma solemnemente:
"Yo voy para allá, síganme, que yo soy el Camino para llegar con toda
seguridad". Y añade: Nadie viene al Padre sino por Mí: "O sea: que
para no equivocarnos, lo mejor será siempre ser amigos de Jesús y seguir sus
santos ejemplos y obedecer sus mandatos. Ese será nuestro camino, y la Verdad
nos conseguirá la Vida Eterna".
El hecho más famoso de Tomás
Los creyentes recordamos siempre al
apóstol Santo Tomás por su famosa duda acerca de Jesús resucitado y su
admirable profesión de fe cuando vio a Cristo glorioso
Dice San Juan (Jn. 20, 24) "En
la primera aparición de Jesús resucitado a sus apóstoles no estaba con ellos
Tomás. Los discípulos le decían: "Hemos visto al Señor". El les
contestó: "si no veo en sus manos los agujeros de los clavos, y si no meto
mis dedos en los agujeros sus clavos, y no meto mi mano en la herida de su
constado, no creeré". Ocho días después estaban los discípulos reunidos y
Tomás con ellos. Se presento Jesús y dijo a Tomás: "Acerca tu dedo: aquí
tienes mis manos. Trae tu mano y métela en la herida de mi costado, y no seas
incrédulo sino creyente". Tomás le contestó: "Señor mío y Dios
mío". Jesús le dijo: "Has creído porque me has visto. Dichosos los
que creen sin ver".
Parece que Tomás era pesimista por
naturaleza. No le cabía la menor duda de que amaba a Jesús y se sentía muy
apesadumbrado por su pasión y muerte. Quizás porque quería sufrir a solas la
inmensa pena que experimentaba por la muerte de su amigo, se había retirado por
un poco de tiempo del grupo. De manera que cuando Jesús se apareció la primera
vez, Tomás no estaba con los demás apóstoles. Y cuando los otros le contaron
que el Señor había resucitado, aquella noticia le pareció demasiado hermosa
para que fuera cierta.
Tomás cometió un error al apartarse
del grupo. Nadie está pero informado que el que está ausente. Separarse del
grupo de los creyentes es exponerse a graves fallas y dudas de fe. Pero él
tenía una gran cualidad: se negaba a creer sin más ni más, sin estar
convencido, y a decir que sí creía, lo que en realidad no creía. El no apagaba
las dudas diciendo que no quería tratar de ese tema. No, nunca iba a recitar el
credo un loro. No era de esos que repiten maquinalmente lo que jamás han
pensado y en lo que no creen. Quería estar seguro de su fe.
Y Tomás tenía otra virtud: que cuando
se convencía de sus creencias las seguía hasta el final, con todas sus
consecuencias. Por eso hizo es bellísima profesión de fe "Señor mío y Dios
mío", y por eso se fue después a propagar el evangelio, hasta morir
martirizado por proclamar su fe en Jesucristo resucitado. Preciosas dudas de
Tomás que obtuvieron de Jesús aquella bella noticia: "Dichosos serán los
que crean sin ver".