A los
cuarenta días después de la Resurrección habiendo instruido a sus Apóstoles
sobre la nobilísima misión de establecer el Reino de Dios en el mundo, Jesús
iba a subir al cielo, donde le esperaban las glorias celestiales. Bendijo a su
querida Madre, a los Apóstoles y discípulos y se despidió de ellos. Una nube lo
ocultó de sus miradas.
Le
acompañaban innumerables espíritus, los primeros frutos de la redención, que Él
había sacado del Limbo. Las jerarquías angélicas salían al encuentro del
Salvador del mundo.
Al situarse
junto al Padre, toda la corte celestial entonó un himno glorioso de alabanza,
como el que oyó Juan en sus visiones: "Digno es el Cordero, que ha sido
degollado, de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría y la fuerza, la
honra, la gloria y la alabanza" (Ap 5, 12).
Jesús entró
en los cielos para tomar posesión de su gloria. Mientras estaba en la tierra,
gustaba siempre de la visión de Dios; pero únicamente en la Transfiguración se
manifestó la gloria de su Humanidad Sacratísima, que, por la Ascensión, se
colocó al lado del Padre celestial y quedó ensalzada sobre toda criatura
humana.
La noche
antes de morir oraba Jesús al Padre diciendo: "Te he glorificado en la
tierra, cumpliendo la obra que me habías encargado. Ahora tu, Padre, dame junto
a ti la misma Gloria que tenía a tu lado desde antes que comenzara el
mundo"(Juan 17, 4'’).
Por estar
unida al Verbo Divino, que es la segunda persona de la Santísima Trinidad, la
Humanidad de Jesús disfruta del derecho a la gloria eterna. Comparte con el
Padre la infinita felicidad y poder de Dios. Justa recompensa por todo lo que
hizo y mereció en la tierra. Humanidad elevada al Cielo por encima de toda
criatura, porque en la tierra por debajo de todo se humilló.
Cuando acabe
la lucha en esta vida, Jesús nos dará la gracia de compartir eternamente el
gozo de su victoria.
Jesús subió
a los cielos para ser nuestro Mediador ante el Padre. Allí está intercediendo
por nosotros. Subió para rendir cuentas al Padre celestial de la gran obra que
había acabado en la tierra. La Iglesia nació, la gracia brota en abundancia de
su Cruz en el Calvario y se distribuye por los Sacramentos, la duda de justicia
es pagada, la muerte y el infierno son vencidos, el Cielo es abierto y el
hombre es puesto en el camino de salvación. Jesús merecía este glorioso
recibimiento, al regresar a su hogar.
La
Ascensión, además, es garantía de nuestra propia subida al Cielo, después del
Juicio de Dios. Fue a prepararnos sitio en su Reino y prometió volver para
llevarnos con Él.
Vayamos en
espíritu con Jesús al Cielo y moremos allí. Sea esta nuestra aspiración ahora
en fe, esperanza en caridad. Busquemos solamente los gozos verdaderos.
LO VIERON
LEVANTARSE (Hc 1, 1-11)
En mi primer
libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando
hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido,
movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de
su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles
durante cuarenta días, les habló del reino de Dios.
Una vez que
comían juntos, les recomendó: «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se
cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con
agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.»
Ellos lo rodearon preguntándole:-
«Señor, ¿es
ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?» Jesús contestó: «No os toca a
vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su
autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza
para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los
confines del mundo.»
Dicho esto,
lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras
miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos
de blanco, que les dijeron:- «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al
cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le
habéis visto marcharse.»
Palabra de
Dios.
NOVENA DE LA
ASCENSIÓN
Palabra de
Dios
Con esto, el
Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra
de Dios. (Marco 16, 19)
Por eso
dice: Subiendo a la altura, llevó cautivos y dio dones a los hombres. (Ef 4,8 y
Sal 68, 19)
Así pues, si
habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo
sentado a la diestra de Dios.
Aspirad a
las cosas de arriba, no a las de la tierra. (Col 3, 1-2)
Oración
propia de la Novena
Jesús, te
rindo homenaje en la fiesta de tu Ascensión a los Cielos. Me alegro de todo
corazón por la gloria en que has entrado a reinar como Señor del Cielo y
tierra. Cuando acabe la lucha de este mundo, dame la gracia de compartir en el
Cielo el gozo de tu victoria por toda la eternidad.
Yo creo que
entraste en tu Reino glorioso a preparar mi sitio, pues prometiste volver y
llevarme contigo. Concédeme buscar solamente la dicha de tu amor y amistad,
para que yo merezca unirme contigo en el Cielo.
Cuando me
llegue la hora de subir y presentarme al Padre para rendir cuentas de mi vida,
ten compasión de mí.
Jesús, por
el amor que me tienes, me has trasladado del mal al bien y de la desgracia a la
felicidad. Dame la gracia de elevarme sobre mi debilidad humana. Que tu
Humanidad me dé fuerza en la flaqueza y me libre de los pecados.
Con tu
gloria dame ánimo de perseverancia, pues me has llamado y justiicado por la fe.
Que yo profundice en la vida que me has dado y alcance los premios eternos que
prometes.
Tu me amas,
buenísimo Jesús. Haz que yo a mi vez te ame. Te pido ahora esta gracia en
particular (mencione el favor que desea).
En tu
constante providencia, guía mis pasos a la vida gloriosa que has preparado para
aquellos que te aman. Hazme crecer en santidad y darte gracias, viviendo
fielmente para Ti.
Alabanza a
Jesús glorioso
Te alabo,
Corazón de Jesús amadísimo, Fuente de toda bondad.
Te alabo,
Corazón de Jesús, todo bondad, por las infinitas gracias que has dado y
seguirás dando a las almas de los justos.
Te alabo,
Corazón de Jesús, por el tierno amor con que has aliviado tan frecuentemente
los corazones devotos con tu divino consuelo.
Te alabo,
Corazón de Jesús, que eres todo amor, por la plenitud de tu gracia, el
esplendor de tus virtudes, la generosidad de tu corazón y la pureza de tu amor.
Te alabo,
Real Corazón de Jesús por tu victoria sobre la muerte y el pecado, tu poder
sobre las almas y el triunfo sobre la muerte y el pecado, tu poder sobre las
almas y el triunfo sobre vivos y difuntos.
Te alabo,
Corazón tan pobre siendo tan rico, por haber despreciado las riquezas terrenas
y haber renunciado a los honores mundanales.
Te alabo,
Corazón de Jesús obedientísimo por tener hambre de cumplir la voluntad del
Padre, y estar sediento de la mayor gloria de Dios y salvación de las almas.
Te alabo,
Corazón de Jesús generosísimo, que no buscaste tu gloria propia; Corazón
pascientísimo, que voluntariamente sobrellevaste los mayores insultos; Corazón
más abnegado, que anhelabas la Cruz y la abrazaste con amor.
Sacratísimo
Corazón de Jesús, enséñame a amarte con todo mi corazón y concede que en la
medida de mis limitadas fuerzas imite yo tus admirables virtudes. Amén.
Oración
Dios y Padre
nuestro, haznos participar del gozo de la Ascensión de tu Hijo Jesucristo. Que
la sigamos en la nueva creación, pues su ascensión es nuestra gloria y nuestra
esperanza. Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
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