La cuestión
de santa Domitila es un tanto enrevesada y, en cierta medida, aun permanece
abierta. Porque el nombre de Domitila no es raro en la familia de los Flavios,
y puesto que era familia imperial (Vespasiano, Tito y Domiciano fueron
emperadores flavios), tampoco es raro en ella el destierro. Así que tenemos en
esto el germen de la posterior confusión: hubo al menos dos Flavia Domitila, a
fines del siglo I, las dos familiarmente vinculadas con el cónsul Flavio
Clemente, las dos desterradas, una a la isla de Pandataria y la otra a la de
Ponza, islas cercana una de la otra y que frecuentemente se confunden.
De la Flavia
Domitila desterrada a Pandataria (actual Ventotene, en el mar Tirreno) sabemos
que era de la familia del emperador Domiciano («consanguínea directa», dice Dion
Casio, como veremos), esposa de Flavio Clemente, cónsul en el 95 y sobrino de
Vespasiano. La tradición cristiana venera a Flavio Clemente como mártir (22 de
junio), muerto por Domiciano bajo la acusación de «ateísmo», que era el cargo
habitual que se hacía a los cristianos (aunque no sólo a ellos). Flavia
Domitila, en cambio, marchó al exilio a la isla que usaban frecuentemente los
emperadores para enviar a sus enemigos políticos de la familia. De ella no
tenemos noticia sobre su muerte, todo lo que sabemos es lo que en el siglo III
nos transmite el historiador pagano Dion Casio:
«[Domiciano]
quitó la vida, junto a muchos otros, también a Flavio Clemente, aunque era su
primo y tenía como mujer a Flavia Domitila, consanguínea directa suya [del
Emperador]. Ambos fueron acusados de ateísmo y además de desviarse trás de las
costumbres de los judios, fueron condenados a muerte y confiscación. Domitila
fue sin embargo desterrada a la isla de Pandataria.»
Por Eusebio
de Cesarea (Hist. Ecl. III,18) nos encontramos, sin embargo, con otra Flavia
Domitila:
«Por aquel
entonces la señal de nuestra fe resplandeció de tal modo, que incluso los
escritores fuera de nuestra tradición no dudaron en exponer en sus narraciones
la persecución de los mártires que tuvo lugar en ella. También indicaron el
tiempo con precisión, cuando cuentan que en el año decimoquinto de Domiciano,
Flavia Domitila, hija de una hermana de Flavio Clemente, cónsul de Roma por
aquel entonces, juntamente con muchos otros, fue sentenciada al destierro en la
isla de Pontia por el testimonio de Cristo.»
La «isla de
Pontia» a la que se refiere es la llamada Isla de Ponza, cercana a la de
Pandataria, y utilizada también como lugar de exilio en época imperial.
Se ha
intentado identificar estas dos Domitilas en una sola, dando por supuesto que
en alguno de los testimonios se habría producido un error al consignar los
vínculos de parentesco. Sin embargo ya el gran arqueólogo Juan Bautista de
Rossi trazaba, a fines del siglo XIX, la genealogía de las dos Domitilas,
mostrando que son efectivamente dos, sin confusión posible. De la Flavia
Domitila «joven» (es decir, la desterrada a Ponzia), hay un precioso testimonio
de la antigua veneración que recibió, cuando san Jerónimo, en su Carta 108 a
santa Eustoquio, señala que la viuda Paula, madre de santa Eustoquio, en su
trayecto hacia Oriente visitó la isla de Ponza, donde Domitila «longum
martyrium duxerat» (llevara adelante un largo martirio).
La leyenda
posterior al siglo V no ha hecho sino embrollar más el asunto, mezclando el
martirio de Flavia Domitila
con el de
los santos Nereo y Aquileo, soldados romanos de dos siglos más tarde, que han
sido convertidos por los relatos populares en eunucos acompañantes de la dama
en su exilio, ya que sus restos haabían estado en el llamado «Cementerio de
Domitila». por ese motivo a Domitila se la celebraba en el día de estos dos
mártires, es decir, el 12 de mayo. En la actualidad el Martirologio a
restituido la especificidad de los dos martirios, el de Nereo y Aquileo conmemora
a los dos soldados de fines del siglo III, y su fecha sigue siendo el 12 de
mayo, y el de Domitila se trasladó al 7 de mayo, tomando esta fecha del
Martirologio de Floro, del siglo IX, probablemente no porque este martirologio
tuviera un mejor dato que los demás, sino para separarla de la conmemoración de
los dos soldados.
El
Martirologio Romano, sin embargo, recoge a una sola de las dos Flavias
Domitilas, y por la redacción del «elogio», que se hace eco del «longum
martyrium» de Jerónimo, evidentemente está pensando en la sobrina del Cónsul,
no en la esposa; lo que no impide que en alguna revisión posterior del
Martirologio adquiera su lugar también la memoria de ésta. No obstante, algunos
santorales opinan que la que se está celebrando es la esposa del Cónsul, no la
sobrina, así, por ejemplo, el «Año cristiano» de BAC, en la edición 2003. De
este santoral, aunque con un enfoque distinto en los datos, quisiera extraer
una preciosa conclusión: el cristianismo estaba ya a fines del siglo I, aunque
el poder se empeñara en acallarlo, a las puertas del Imperio.
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